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Crónica Política

Los méritos

A pesar de que, en estos Reinos, hay más costumbre de criticar que de felicitar, y se dedica más tiempo al reproche que a la alabanza, quizá sea éste el tiempo para rectificar. Cierto que la pandemia, a pesar de constituir una auténtica catástrofe humana y social ha permitido reconocer los méritos de profesiones en las que hasta ahora se suponía que el esfuerzo y el sacrificio iban “de suyo” –o que eran “gajes de oficio”–, y de paso alentar sus reivindicaciones. Pero hay otras en las que aún se supone algo así, y es de justicia afirmar rotundamente que merecen los elogios.

Una noticia, entre otras de las que ha publicado y publica este periódico, da motivo para resaltar la tarea que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado llevan a cabo en la lucha contra las mafias del narcotráfico. Y, en opinión de quien escribe, la información acerca de la “Operación Mito”, que desarticuló parte de la organización de “Sito Miñanco” es motivo para esa gratitud. Hacia todos: Guardia Civil, Policía Nacional, SVA, servicios de Inteligencia y agentes locales y colaboradores. Que se juegan la vida contra delincuentes especialmente violentos y organizados.

Expuesto lo que precede, y tras insistir en que no siempre la Ley y quienes la aplican disponen de los mismos medios que las bandas criminales –cuyos presupuestos superan en muchos casos los de países enteros– conviene recordar algunas cosas. La primera, que la sofisticación y contactos de los clanes mafiosos exigen recursos policiales suficientes y colaboración internacional. La segunda, que por motivos políticos, hoy en día el CNI español suscita –eso se publicó, sin desmentidos oficiales– ciertas dudas entre sus colegas de otros países. Y eso, si es así, debiera corregirse cuanto antes por su trascendencia y efectos.

Hay cuestiones que merecen al menos otra reflexión y, seguramente, corrección. El sumario de la “Operación Mito” recoge hechos sorprendentes, como que “Miñanco” ejerciese de vigilante en un aparcamiento de Algeciras para redimir parte de su pena y, desde luego, que dirigiese desde la prisión una de las redes internacionales más potentes de Europa. Incluyendo Turquía, que firmaba aquella pintoresca “Alianza de Civilizaciones” con Zapatero, y hoy –Erdogan sigue en la Presidencia–, es objeto de sospecha por tráficos de todo tipo.

Algo hay que cambiar, y rápido, para que las cárceles cumplan al menos uno de los dos fines constitucionales. Tendrían que ser ambos, pero la rehabilitación de los delincuentes es tarea más difícil que la segunda, la de la vindicatio o cumpliniento del castigo. Y, por cuarto, cuyos métodos de reducción son en algunos casos inexplicables para la gente del común. Y eso complica la labor de los funcionarios, que también deberían ver que se reconocen sus méritos por la sociedad a la que sirven. Y no porque hoy sea Nochebuena, sino por lo que hacen también el resto del año. Finalizado el periodo de aplaudir desde los balcones, es bueno citar a estos profesionales y a otros que lo merecen, de transportistas a farmacéuticos pasando por el personal de supermercados. Es decir, a la gran mayoría de la sociedad,

¿Verdad?

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