Prender fuego al monte es un delito difícil de esclarecer y, más aún, hacer que el culpable se siente en el banquillo y acabe entre rejas. La falta de pruebas contundentes y de testigos hacen que más del 90% de los incendios forestales declarados en Galicia queden impunes. Y en ocasiones, ni la propia confesión del sospechoso en el momento de la detención basta para que sea declarado culpable ya que durante el juicio puede rectificar. Eso es lo que ocurrió ayer en el inicio del juicio por el gran fuego provocado en agosto de 2013 en Ribeira: el acusado, que puso en riesgo el polígono industrial y al hospital de O Barbanza y obligó a cortar la autovía durante horas, negó ayer su implicación en los hechos y atribuyó su confesión inicial a la "presión" de los agentes policiales que estaban "muy encima" de él. Jesús Emilio F. V., de 32 años, declaró que el día el incendio en su condición de voluntario de Protección Civil solo colaboró con la extinción "cargando camiones de agua" en una rotonda próxima al núcleo urbano de la localidad.

Por el incendio que calcinó casi 200 hectáreas el 27 de agosto de 2013, la Fiscalía pide para el cazador 15 años de prisión. Casi seis años después del gran fuego en Ribeira, las versiones sobre el lugar donde se encontraba el sospechoso son contradictorias. El acusado dijo que el día del incendio se encontraba con un amigo repartiendo pan y que luego fueron a dar de comer a dos caballos en una finca, comió y durmió la siesta.