La canciller alemana, Angela Merkel, obtuvo un nuevo triunfo en las urnas, aunque con sabor agridulce. Pero que la victoria, contrariamente a lo ocurrido en otras ocasiones, no fue un éxito. Según los analistas, el efecto "Shulz", candidato socialista, explica ese cierto desgaste.

Si los dos principales partidos políticos habían planteado las elecciones europeas como un termómetro para medir el estado de la sociedad española respecto a sus actuaciones, ayer Partido Popular y Partido Socialista pudieron comprobar el extraordinario grado de desafección y desistimiento que una mayoría de ciudadanos les profesan. Porque la política española vivió ayer una jornada histórica, con un durísimo castigo de los electores a populares y socialistas, la casi defunción del bipartidismo y la apuesta por las pequeñas formaciones, con las que empiezan a sentirse más identificados y representados. Entre estos últimos, sobresale el caso de "Podemos", un fenómeno nacido tras el movimiento de indignados y hasta ahora oficialmente inexistente pero que se alimentó a través de los circuitos paralelos de la política y el ya imparable poder de las redes sociales. La lista que encabeza Pablo Iglesias debuta en unos comicios con un extraordinario éxito: cinco eurodiputados.

Formalmente, el PP ganó las elecciones con 16 diputados, ocho menos que en 2009. Sin embargo, lo hizo a costa de una onerosa factura, perdiendo más de 2,5 millones de votos. El PSOE, por su parte, tampoco salió mejor parado, con 14 actas en Bruselas, frente a las 23 que tenía hasta ahora, y 2,6 millones de papeletas menos.

Otros cuatro elementos alimentan esta convulsión en el panorama político: el crecimiento de Izquierda Unida, que pasa de dos a seis representantes, entre ellos la gallega Lidia Senra, que encabezaba la lista de AGE; la progresión constante de UpyD, de Rosa Díez, que sube de uno a cuatro; la irrupción de Ciudadanos, que debuta con dos diputados; y la presencia de diez formaciones españolas en el Parlamento Europeo, cuando hasta ahora había seis. Es la máxima expresión de la diversidad política que defendieron ayer los españoles con sus votos.

Los resultados del 25-M se deben interpretar mucho más allá de un posible repudio a la política de recortes y de reformas económicas impulsada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y también más allá de otro torpedo en la debilísima línea de flotación del líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien prácticamente ve laminadas sus opciones de futuro al ser incapaz de sacar el mínimo provecho. El mensaje de los votantes -que acudieron prácticamente en igual número que en la convocatoria de 2009, con un 45% de participación- parece ir en contra la forma que los grandes partidos entienden y hacen la política. Es casi un rechazo frontal al establishment, personificado en las grandes maquinarias de PP y PSOE.

En el ámbito autonómico se puede hacer casi la mismas lectura: batacazo de populares y socialistas y auge de los partidos minoritarios. Sin embargo, lo ocurrido en Cataluña supera esa interpretación. Porque por primera vez desde la democracia, Esquerra Republicana, gran impulsora del proceso soberanista, se erige en la primera fuerza de su comunidad al superar a Convergencia en dos puntos y más de 45.000 votos. Además, en Cataluña la participación creció en ocho puntos respecto a a 2005, con lo que el resultado todavía tiene más valor. La situación del president Artur Mas se complica cada día más.

En el conjunto de la UE, el Partido Popular tendrá una presencia mayoritaria en la Eurocámara, al aventajar en una veintena de diputados a los socialistas. Pero tampoco hay buenas noticias para estas dos formaciones en el contexto continental. Porque las formaciones antieuropeas, ultraderechistas e incluso xenófobas se afianzan o toman asiento en Bruselas. El caso más llamativo es el de Francia, en donde la ultraderechista Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, es ya el partido con más representantes de su país (23). El país que preside François Hollande vivió ayer un seísmo político.

Grecia, pese al buen resultado de los radicales de Syriza, contará entre sus eurodiputados con neonazis de Amanecer Dorado. En Alemania, Merkel consigue salir casi indemne de la batalla, pese a sufrir un ligero retroceso. En Portugal, los socialistas darían una de las pocas alegrías a la izquierda al imponerse en las urnas.