Cual forenses del monte, los investigadores del Seprona utilizan técnicas similares a las popularizadas por series como CSI. Acotan la zona del crimen y un único agente trabaja en su interior para no contaminarla. En su maletín llevan guantes de látex, imanes, linternas, piquetas, pinzas, bolsitas y cajas donde guardar las pruebas que serán analizadas en el laboratorio criminalístico de la Guardia Civil en Madrid y distintas herramientas.

La vista y el sentido del tacto son sus principales aliados, pero frente a reactivos o colorantes, el equipo de investigación del Seprona utiliza laca, la corriente para el uso del cabello. Ro-cían las pruebas, como papeles o cigarrillos, y así las solidifican para que no se desintegren al recogerlas.

Tamizan la zona en busca del medio de ignición, por eso se recomienda a las brigadas contra incendios y a los particulares que no recojan posibles artefactos incendiarios.

Llegar a obtener pruebas para condenar al autor del incendio es difícil. Existen profesionales, pero también mucho chapuza. El perfil del pirómano está claro: se trata de un enfermo que actúa en solitario y busca escapes fáciles. Les gusta ver el fuego y la parafernalia que organiza su extinción: helicópteros, aviones... Suele estar cerca del siniestro, no avisa y tampoco colabora a la hora de apagarlo.

Los fuegos forestales provocados, según los expertos, siempre tienen una motivación, que va desde el resentimiento a intereses económicos. Los especialistas aconsejan que en caso de incendio, se avise al 085 y recuerdan que todos estamos obligados a colaborar en su extinción si es necesario.