Empieza un nuevo curso en Primaria y tras las dificultades del anterior pocas cosas parecen haber cambiado. En educación la “nueva normalidad” se resiste a llegar, y digo esto porque las medidas sanitarias en los centros vuelven a ser casi las mismas: mascarilla obligatoria, ventilación permanente, grupos burbuja… y no está mal que sea así. Comprobamos el curso pasado que las medidas fueron efectivas y la presencialidad fue la tónica general del pulso educativo.

Las escuelas fueron un espacio seguro frente al virus, gracias sobre todo al buen hacer de los docentes (y al sentido común de las familias y la responsabilidad de los niños). Nos enfrentamos a inseguridades, a cambios de protocolo constantes y a un mayor exceso de burocracia con la vista puesta en nuestros alumnos. Y el resultado fue, en general, muy positivo. Como decían los antiguos griegos: “podemos ser buenos de una manera, pero malos de muchas”. La pandemia consiguió que fuésemos buenos de muchas maneras.

Y este curso toca repetir, sumar esfuerzos para que los niños y niñas alcancen sus objetivos y desarrollen sus capacidades y aptitudes.

Y es momento, siempre lo es, de solicitar a las autoridades educativas que implementen aquellas medidas que sabemos con certeza que facilitarían nuestra labor. Entre ellas la bajada de la ratio. Y es que, dado que superamos el 2020-21, algunos creen que es buen momento para regresar a la educación pre-pandemia. Como si esto hubiese terminado. Como si no estuviésemos saliendo aún de una quinta ola.

El ahorro económico no puede llevarnos a olvidar que la situación sigue siendo preocupante, que el Covid está más controlado, pero no finiquitado. Y podemos aceptar aquellas medidas que se tomen por prudencia pero no aquellas que se alejen de las recomendaciones sanitarias por simple economía presupuestaria. ¿O no sería aconsejable mantener las distancias de seguridad dentro del aula? ¿o no fue una buena medida la contratación de más profesores el curso pasado para reforzar las plantillas docentes? Reclamamos, como hacen los padres y madres, que sean ahora los políticos los que estén a la altura. Deben entender que la “inmunidad de rebaño” no nos convierte en ovejas, y que seguimos reclamando lo que consideramos justo. Es más necesario que nunca aumentar el presupuesto destinado a educación. Así de sencillo.

El curso no va a ser fácil. No podemos saber cómo evolucionará la pandemia y eso nos obliga a no bajar la guardia. Aun así, me temo que el éxito de la vacunación hará que como sociedad relajemos la prudencia. Muestras de ello ya tenemos cada día. No dejemos que las escuelas dejen de ser seguras. Es tarea de todos, de los docentes y equipos directivos, pero también de las familias, y en nuestras manos está que este sea

un buen curso independientemente de las circunstancias. Pocas veces tuvo más sentido esa cita atribuida a Aldous Huxley: “estamos inmersos en una carrera entre la educación y el desastre”. Inclinemos pues la balanza hacia el lado correcto. Ese es el esfuerzo que nuestros niños y niñas nos exigen.