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Memoria de Ramón Vázquez Molezún

Se cumplen cien años del nacimiento del prestioso artista gallego que, junto a Antonio Corrales, revolucionó la arquitectura moderna española

El arquitecto Ramón Vázquez Molezún. Archivo FDV

A dos portales de la casa familiar de mis abuelos, en Bueu, todos los veranos se alquilaban dos viviendas que el resto del año permanecían vacías. Su propietaria era la señora Manuela, una modista que regentaba un taller de costura en los bajos del mismo edificio. Un verano, a mediados de los sesenta, a uno de los pisos llegó un matrimonio con dos niñas y dos niños pequeños que muy pronto se hicieron muy queridos por los vecinos del barrio. El marido era muy aficionado a la mar y se hizo con una pequeña embarcación de vela en la que navegaba a diario. Cuando se iba a Madrid, era su mujer, Janine, quien la utilizaba para salir de pesca. Yo mismo la acompañé muchas veces. El hombre hizo amistad con mi padre, un marinero que fondeaba su barco de pesca frente a la misma playa en la que el veraneante también dejaba su velero, y ambos se pasaban largas horas hablando del mar, de la navegación a vela, de la pesca y de los trabajos de mantenimiento de las embarcaciones. Un día, después de muchos años, alguien nos dijo que aquel hombre sencillo, entrañable y generoso, de una gran humanidad, Ramón Vázquez Molezún, era uno de los arquitectos más importantes de España, responsable de algunos de los edificios principales de Madrid y de otras ciudades de Europa. Vázquez Molezún murió de una hepatitis vírica en 1993. Este mes habría cumplido cien años.

Modernidad en la arquitectura

Ramón Vázquez Molezún nació en A Coruña el 2 de septiembre de 1922. Se licenció en Arquitectura en Madrid en 1948 y continuó su formación como becario en la Real Academia de Bellas Artes en Roma. De aquellos años siempre mencionaba entre sus recuerdos una Lambretta que compró en aquella ciudad y con la que recorrió gran parte de Europa.

Casa Huarte en Puerta de Hierro (Madrid). AFDV

La obra de Vázquez Molezún se identifica con la modernidad que irrumpió en España durante los años cincuenta retomando la tradición de los movimientos vanguardistas anteriores a la guerra civil, a los que la nueva generación añadió los nuevos formatos del lenguaje arquitectónico internacional. Fue uno de los más destacados componentes de la llamada Escuela de Madrid, que promovía la sobriedad, el purismo y la resistencia a las modas, y su obra comenzó a ser apreciada desde muy temprano y galardonada con premios como el de la Bienal de Arte Hispanoamericano en Madrid y la Trienal de Milán. Después vendrían decenas de grandes premios que culminaron con la Medalla de Oro de la Arquitectura en 1992 y la Medalla Castelao en 1993. Nada menos que Sáez de Oiza decía que acudía al estudio de Vázquez Molezún, en el barrio madrileño de Chamberí, “a aprender”. Desde los primeros años cincuenta formó equipo con otro gran arquitecto, José Antonio Corrales, con quien buscó un lenguaje estético moderno y construyó con materiales locales y populares el Instituto de Enseñanza Profesional de Herrera de Pisuerga en Palencia, un edificio de geometrías diagonales ensamblado por una estructura de madera e identificado con el paisaje castellano, comparable a las mejores obras de los constructivistas rusos. Molezún y Corrales fueron los arquitectos del ya mítico Pabellón Español de la Exposición Internacional de Bruselas de 1958, cuya modernidad los consagró como grandes creadores en el ámbito de la arquitectura moderna. El crítico de arte Antonio Bonet Correa describió este Pabellón como “una serie de paraguas metálicos de distintas alturas que sostenía 130 hexágonos que con 2,95 metros de lado cubrían una superficie total de 3.020 metros cuadrados, cerrada por grandes cristaleras. El espacio interior, indefinido y aleatorio, creaba un ambiente continuo y transparente, capaz de albergar los más variados volúmenes y stands independientes, en una progresión de apariencia casi infinita”. Fue considerado oficialmente como el primer edificio moderno, símbolo de la apertura del arte español al exterior. La obra, desmontable, fue transportada a España y se instaló en la Feria Internacional de Muestras de la Casa de Campo de Madrid hasta que el abandono y la desidia terminaron por deteriorarla.

Chalet en Penarredonda (A Coruña). Rentaloo

En la década de los sesenta Vázquez Molezún construyó en Miraflores de la Sierra, con Alejandro de la Sota, una residencia infantil para Cristalería Española, la casa de Camilo José Cela en Palma de Mallorca, la Casa Huarte en Puerta de Hierro (Madrid). Huarte patrocinaba entonces el cambio a través de su apoyo económico a la revista “Nueva Forma”, que acogía en sus páginas a los defensores de una arquitectura moderna. Corrales y Molezún construyeron también hoteles en Canarias, Andalucía y la Manga del Mar Menor, la estación madrileña de Chamartín, las 128 viviendas de las Torres Rosadas de Vallecas, la sede de IBM en San Fernando de Henares, la de “Selecciones del Reader’s Digest” y los Laboratorios ITT en la Avenida de América de Madrid. Por separado, el parador nacional de Sotogrande (Corrales) y el de la Seo de Urgel (Molezún). De los edificios proyectados por Corrales y Molezún destacan los construidos en el eje Recoletos-Castellana de Madrid para el Banco Pastor, de 1973, y Bankunión en 1975, de formas modernas y materiales refinados, con una sorprendente articulación de espacios interiores y una inteligente utilización de la luz. “La arquitectura racionalista –declaraba Vázquez Molezún (El País, 22 de noviembre de 1992)- tenía unos conceptos primarios que no tenían en cuenta la ambientación exterior, y ahora es esencial el diálogo con el contexto cultural e histórico, un factor olvidado en nuestra generación”.

Izda. edificio de Bankinter (Madrid) y dcha. Edificio del Octógono (Lugo). AFDV

Enamorado definitivamente de Bueu, como también Janine, que murió allí recientemente, en 1969 Vázquez Molezún inició la construcción de su casa de vacaciones en A Roiba sobre las ruinas de una fábrica de salazón. Para gestionar los permisos se trasladaba con frecuencia a Bueu y se alojaba en la casa de mis abuelos. Allí pude asistir a algunas conversaciones que mantenía con el alcalde Otero Baena. Su preocupación era que aquella construcción no rompiese la belleza del paisaje de la Praia de Beluso, que fuese como un elemento más de ese paisaje, como un velero atracado en sus arenales. Hoy, esa casa de A Roiba es uno de los iconos que identifican a la villa de Bueu.

Casa de A Roiba en la Praia de Beluso (Bueu). AFDV

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