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Hay amores a pie de obra, de bajos trotes y místicos entre otras clases de amores. // FDV

SÁLVESE QUIEN PUEDA

Yo toda me entregué a ti / y de tal suerte he trocado...

El amor y los amores. Puedo hablar poco del amor porque lo he frecuentado, lo que me ha sumido en una profunda y cautelosa ignorancia que no suelen tener quienes lo han vivido de paso. Ahora acabo de colgar el teléfono a la cantante Ángeles Ruibal, de cuya vida se habla hoy en este mismo suplemento, y me decía que nunca había amado tan cualitativamente como ahora, recién enamorada a los 75 tras un puñado de matrimonios, noviazgos y algún aquítepilloaquítemato. Oigo al tiempo que escribo la voz de mi admirada Anna Netrebko cantando La Boheme con Rolando Villazón y recuerdo que ella tuvo una vida sentimental admirablemente agitada entre barítonos y tenores con los que compartía algo más que las tablas. No me extraña: yo si fuera mujer no dejaría escapar ni a este bello Villazón con el que canta al fondo de mi youtube, para darme alguna alegría en el guardarropa o entre bambalinas.

Esta misma semana he asistido a dos conferencias con el amor como materia, aunque con dos modos de entenderlo opuestos: uno a pie de obra y otro algo así como al celestial aire de tu vuelo. Una era de Ángela Vallvey y hablaba de amantes poderosas de la historia, mujeres que por su efecto seductor sobre varonesde peso habían adquirido inusuales cotas de poder; la otra era de Helena Cosano y hablaba del amor traspuesto, contemplativo, místico, de Teresa, la santa, a Dios. Uno es un amor carnal, tactil, penetrativo, aromático y el otro un amor abstinente, sublime o sublimado en las entretelas cerebrales del sentimiento porque Dios no desciende a bajíos corporales ni otras menudencias. "Yo toda me entregué y di/ y de tal suerte he trocado,/ que es mi Amado para mí,/ y yo soy para mi Amado", escribía la santa desatada. Tengo sobre mi mesa los dos libros, uno el de la Vallvey, que habla de historias amorosas desde Teodora de Bizancio hasta Corinna, y otro el de la Cosano sobre santa Teresa, autora tan agraciada por la naturaleza que no entiende uno cómo se pirra tanto por lo místico. Pero veo muy cerca otro escrito por Giussepe Scaraffia al que le di uso hace unas semanas, "Señoras de la noche", y también habla de amor aunque más bien amoríos porque trata del poder hipnótico que han despertado las culiprontas en artistas y escritores como Stendhal, Verlaine, Kafka, Saint-Exupery... lo que demuestra que la singularidad creativa y la sensibilidad cimera no está reñida con estos bajos trotes del amor. No solo artistas disolutos y deformes como Tolouse Lautrec frecuentaban casas de tolerancia sino genios que ya eran amados con locura por mujeres fascinantes como Alfred de Musset o Flaubert .

Las caras del amor. Veo sobre mi cama, apenas deshojado, otro libro que compré en una librería de viejo salmantina que también habla de amor y Gesualdo Bufalino tituló "Perorata del apestado". Bufalino sitúa en un sanatorio antituberculoso, tras la II Guerra Mundial, a gentes de uno u otro sexo pero todos de la mucha muerte porque iban cayendo uno a uno. El autor entra en las vidas de estos apestados y en el amor de uno de ellos por Marta, una excluida, un alma perdida entre las profundas cavernas de sus pulmones. Y es otro tipo de amor, un amor desprovisto de futuro, urgido por las prisas de la pronta extinción de la vida.

Estos últimos días los coitos interruptus de mis lecuras, siempre fragmentadas e inacabadas, se han dedicado al amor carnal, al espiritual y al mercantil pero también al amor a la idea de España, que esto ya no se lleva y los nuevos blandibús dirían que es vieja política. Ahora por lo visto tenemos un derecho más que es decidir sobre el suelo que pisamos como si fuera nuestro, como si estuviera fragmentado por no sé qué identidades paleozoicas que confieren estatus. El caso es que por amor a una marca que los romanos llamaron desde Tito Livio Hispania, igual que los visigodos o por ahí que no recuerdo, tengo otros dos libros de cabecera: el de Henry Camen sobre Fernando el Católico, uno de los fundadores de la España moderna, y otro de Julio Valdeón, "La Reconquista. El concepto de España", y los dos me están permitiendo ser más comprensivo con nuestros orígenes, fruto del azar guerrero, producto de muertes inesperadas, matrimonios programados? que así es como siempre se hicieron las cosas y no hay que alarmarse por ello. Eso que cuajó y configuró la España moderna y ahora algunos quieren autodeterminar para volver a los reinos de taifas iniciales.

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