Alfredo Pérez Rubalcaba será enterrado hoy por la tarde en la intimidad, por deseo expreso de su familia, pero ayer en el Congreso, donde fue diputado entre 1993 y 2014, tuvo una despedida acorde con la calidad política que unánimemente le otorgan desde el viernes correligionarios afines y no tan afines y enemigos declarados que, con sus elogios, han terminado por hacer buena una de sus frases más celebres: "Los españoles enterramos muy bien".

Entre las nueve de la mañana y las dos de la tarde, el Salón de los Pasos Perdidos de la Cámara Baja albergó una jornada de sentido duelo colectivo. Más de 8.000 personas desfilaron ante el féretro. Y al finalizar el velatorio, un millar de condolidos esperaron ante la Puerta de los Leones la salida del ataúd para honrar al finado. Pudieron oírse entonces varios "viva España", pero también gritos de ánimo para la viuda, Pilar Goya, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, erigido, como líder del PSOE, en máximo representante de la afligida familia socialista.

Porque afligida, de verdad, se encuentra. Al salir de la capilla ardiente, un emocionado Felipe González, con quien Rubalcaba se inició en la alta política, confesaba: "Lo hecho de menos ya". Recordaba el expresidente del Gobierno que con el exministro y exlíder, como él, del PSOE ha mantenido durante décadas una conversación que "la muerte ha roto bruscamente", en cita del Nobel García Márquez.

No menos emoción acusaban los Reyes eméritos en rostros y gestos. Don Juan Carlos y Doña Sofía visitaron la capilla ardiente un día después de que lo hicieran su hijo y monarca reinante, Felipe VI, y la Reina Letizia. El más afectado parecía Don Juan Carlos, visiblemente lloroso y abatido, quizá recordando que Rubalcaba aguantó seis semanas en el cargo al que había renunciado, la Secretaría General del PSOE, para dar tiempo al relevo en el trono y que no pareciera que, entre tanto, el principal partido de la oposición era un agujero.

Profunda tristeza reflejaban también las caras del expresidente andaluz Manuel Chaves -que lloraba sin ostentación ni consuelo- y la del exportavoz socialista en el Congreso Antonio Hernando. Y "saudade" la del primer ministro portugués, António Costa, quien se dejó ver fugazmente en la capilla ardiente y recurrió a la palabra que en su lengua mejor expresa "el sentimiento por la pérdida" de alguien apreciado y admirado. El "premier" luso destacó de Rubalcaba su defensa de la libertad y su lucha contra ETA, una difícil tarea en la que coincidieron.

El resto de la jornada de duelo -que finalizó la pasada medianoche: hoy el PSOE retoma la campaña electoral- se consumió en alabanzas al fallecido, dichas o escritas en los cinco libros de condolencias abiertos en el Congreso. "Gracias" y "muchísimas gracias, Alfredo" fueron las más reiteradas. Gracias, entre otras cosas, por haber ayudado "a hacer de España un lugar más justo y civilizado".

A la cita en al Salón de los Pasos Perdidos del Congreso solo faltó un expresidente del Gobierno, José María Aznar, que tampoco acudió el viernes a presentar sus últimos respetos a Rubalcaba. En el día de ayer, el único miembro destacado del Partido Popular que asistió al velatorio fue el exministro del Interior Juan Ignacio Zoido, que preside el comité electoral de los populares para los comicios del próximo día 26.

Sí estuvieron a dar el pésame a la viuda y al partido la portavoz de Unidas Podemos, Irene Montero, que dio a Sánchez un emotivo beso, el portavoz del Partido Nacionalista Vasco en la Cámara Baja, Aitor Esteban, y el presidente del PDECat, David Bonvehí.

Y luego piden realce algunas imágenes que solo pueden verse en acontecimientos así, cuando los políticos hacen un esfuerzo grande para parecer generosos y compasivos, y no lo que suelen parecer. De lo más vistoso del día fueron los abrazos (dos) que se dieron Sánchez y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera: a la llegada de este al Congreso y antes de su salida. O el saludo del líder naranja y un muy afectado Felipe González.

El expresidente y el presidente en funciones también se abrazaron, pese al abismo (dentro del PSOE) que les separa. Claro que los Reyes eméritos estaban cerca y la frialdad quedaba proscrita. En cambio, con Alfonso Guerra, que ha sido aún más duro con Sánchez que Felipe, no hubo abrazo, pero sí dos manos estrechándose con afecto. En días así hay que llevarse bien incluso con la antípoda. Porque, si algo saben hacer bien los españoles, es enterrar.