Esta es la opinión del sociólogo e investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Julio Pérez Díaz, experto en demografía y evolución social generacional, que analiza en una entrevista con Efe los cambios sociales en España durante la etapa constitucional.

La incorporación de la mujer al mundo laboral, la presencia de los extranjeros en cada vez más ámbitos de la sociedad, el retraso en la emancipación de los jóvenes y el mantenimiento en la vida activa de la tercera edad son los principales cambios que diferencian a los españoles de aquellos que ratificaron la Constitución el 6 de diciembre de 1978.

Frenada por la crisis de los 70, la modernidad sociológica de España arranca "de forma vertiginosa" en los 80, ha señalado Pérez Díaz.

Mientras en los años 40 los grandes grupos familiares estaban fundamentalmente en el campo, los 50 y 60 ven el éxodo a la ciudad y el nacimiento de lo que puede considerarse la familia tradicional: una pareja y sus hijos, con casa propia y en la ciudad.

Así, el INE revela que entre 1976 y 2000 se registran 14 millones de "movimientos migratorios internos": españoles que abandonan su localidad natal y se desplazan en su mayoría a las ciudades.

Aunque antes la infancia y la juventud duraban muy poco tiempo por la necesidad de trabajar, los jóvenes de los 70 y 80 llegaron a la edad laboral en plena crisis económica, lo que les cerró las puertas del mercado de trabajo.

Así, en 1978 el 51,1 por ciento de los jóvenes entre 16 y 19 años se declaraban profesionalmente activos, mientras que en la actualidad sólo el 24,6 por ciento dice trabajar a esa edad.

Pero también tienen una situación económica holgada que les permite seguir estudiando y convertirse en una generación enormemente preparada que rechazará los trabajos sin cualificación, impulsando así la llegada masiva de inmigrantes.

Esta época también supone la llegada de la modernidad para las mujeres que, tan bien preparadas como los hombres, se incorporan al mercado de trabajo y, a diferencia de sus madres, no lo dejarán cuando se casan, una decisión que se retrasa cada día más.

Así, la tasa de actividad laboral de las mujeres casadas pasa del 20,7 por ciento en 1978 al 41,1 por ciento en 2001, fecha del último censo.

Según datos del INE, los jóvenes de finales de los 70 se casaban con una media de edad de casi 27 años; los de 2006 no lo hacen hasta casi los 34 años.

Con el retraso del emparejamiento también se ha retrasado la maternidad, que en 1978 se producía en torno a los 28 años, mientras que en 2006 no se produce hasta los 31.

También el número de hijos por mujer ha variado, de 2,2 a 1,4 en la actualidad, aunque Pérez Díaz ha advertido de que esta cifra era de 1,2 gracias y se ha incrementado gracias a los nacimientos de hijos de mujeres extranjeras.

Según datos oficiales del censo, la población extranjera residente en España en 1975 era de 165.039 personas, en su mayoría rentistas o jubilados europeos.

A finales de siglo cambió la tendencia, y si en 1991 vivían en España 353.367 extranjeros, en 2001 esa cifra casi se quintuplica hasta llegar a 1.572.017.

Es este sector de la población el que está "rejuveneciendo" España, ya que la media es mucho más joven que la española y en su mayoría tienen entre 25 a 34 años, el periodo de mayor fertilidad.

¿Y hasta qué punto los cambios políticos afectan a estos cambios sociológicos?

Para Pérez Díaz, la principal influencia de lo político ha sido a través de la mejora de los servicios públicos.

Así, subraya que la generación de los mayores actualmente ha llegado a su retiro "con la casa pagada y sus propios ahorros", mientras que "el sistema público de pensiones genera dos millones de pobres con pensiones de vergüenza".

Además, son estos mayores los que completan el ciclo familiar cuidando de los nietos, estableciendo con ellos vínculos afectivos que las generaciones anteriores nunca tuvieron, y liberando a los padres de hoy para seguir con sus vidas profesionales.

"Y esa es otra revolución que está empezando a ocurrir: la redefinición de la tercera edad, la llegada de Felipe González y su quinta a la jubilación".

Así, el sociólogo apunta que, hace unos años la ciudad de Barcelona se percató de que los jubilados cada vez cogían menos el transporte público.

La respuesta a este enigma resultó ser sencilla: "los jubilados de hoy son la primera generación de gente con carné de conducir y coche propio".