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Elecciones generales Los retos de la próxima legislatura

Se busca presidente: 300 euros al mes

El riesgo de pobreza se sitúa ya en el 22% de la población española y tres millones de personas están en una situación severa - ¿La campaña también les llega a ellos?

Mariló, a la izquierda, Josué y Virginia, en el local de la asociación Boa Vida en Pontevedra. // Gustavo Santos

Mercedes es la nueva. Hace dos semanas y media que llegó a Boa Vida, una de las asociaciones de lucha contra la pobreza y la exclusión social más conocidas de Pontevedra por su enérgica labor y porque la batalla la encabezan ellas mismas, las personas que sufren las múltiples vertientes de la desigualdad. "Siempre me gustaron este tipo de actividades y además necesitaba socializarme", cuenta. Ella prefiere no salir en la fotografía ni que se publiquen demasiados detalles de su identidad porque "no es el momento". Está en trámites de separación, a punto de agotar la prestación de 426 euros que cobra al mes y su salud es delicada. Pero tiene ganas de hablar y, mientras el resto de los voluntarios descargan el cargamento de juguetes y ropa que llega por una nueva donación, Mercedes critica sin paños calientes "la ofensiva" campaña electoral. "Hasta ahora -se queja-, a mí no me han propuesto nada". En el pequeño local que la agrupación exprime como almacén y tienda son días ajetreados por las campañas de recogida en las que colaboran comerciantes, bares y peluquerías de la zona. Aquí hay vida, mucha vida, más allá de la carrera al 20-D, y tanta política, o más, que en cualquier mitin.

"Estaba en el 15-M. Hacíamos campañas de participación activa. Tengo muchas ganas de que todo cambie. No creo que tenga que decir nada más...". El mensaje de confianza de Virginia Díaz, voluntaria desde hace dos años en Boa Vida, enciende la primera de las no pocas carcajadas que irán surgiendo en la improvisada tertulia. "Yo también estuve en el 15-M -apunta Mercedes-. Desde entonces, la política en este país cambió". "Fue un antes y un después -continúa Virginia-. La mayoría de movimientos sociales, ciudadanos, incluso la juventud dentro de los partidos eran inexistentes y el 15-M representó el gran boom". "¡Hasta ahora está de moda ir sin corbata!", exclama Alejandro Medina, que acaba de pedir permiso para unirse a la conversación en un descanso de la colocación de la mercancía. En Boa Vida vuelven a saltar las risas.

Josué Jiménez, de 26 años, comparte la idea de Mercedes sobre la ausencia de propuestas efectivas por parte de los partidos para gente en riesgo de exclusión. En eso no diferencia a las fuerzas nuevas de las tradicionales.

-"Los que hay ahora son más jóvenes y por eso apoyan más a la juventud. Pero por instinto robarán también. Están gastándose un dineral en publicidad", reprocha.

-"Todos no. No se puede generalizar. También nosotros intentamos cambiar el lenguaje porque somos un colectivo, las personas en exclusión, constantemente en boca de los demás con etiquetas que no merecemos", matiza Virginia.

Josué le da la razón.

-"Debemos empezar por ahí, por cambiar el lenguaje -insiste Virginia-. Hay diferencias. Una, que los partidos de siempre no llevan la lucha contra la pobreza en sus programas. Y segundo, que existe una importante participación ciudadana".

-"¿Por qué luchan contra la pobreza? Porque la mayoría somos pobres y quieren tener nuestro voto", recrimina de nuevo Josué.

-"Pero la diferencia es que los pobres de ahora no tienen nada que ver con los de hace diez años", apunta Mercedes.

-"Por eso -enlaza Josué-. ¿Cuántos somos ahora?".

-"Muchísimos", responden Virginia y Mercedes a la vez.

-"Pues imagínate en votos", apostilla.

La tasa de riesgo de pobreza en España alcanzó el pasado 2014 un récord histórico. Dos de cada diez habitantes no cuentan con los recursos mínimos para una vida digna. Por encima de las 10,3 millones de personas, según el último balance del Instituto Nacional de Estadística (INE). En solo un año el porcentaje creció prácticamente dos puntos. Son "los nuevos pobres".

"Personas que vienen de un nivel medio y se quedan sin nada. Son personas que... Vergüenza no es la palabra... Pero sí, el sentimiento de vergüenza es muy fuerte", admite Virginia. En su caso, en los mejores años de su familia, los ingresos mensuales alcanzaron los 5.000 euros. Un día todo eso cambió. "Yo no sé si alguien puede saber la sensación de abrir la puerta de tu casa, sacar todo lo que tienes dentro y dejarlo en un contenedor", narra.

-"Nunca tuve vergüenza de pedir", dice Josué.

-"Es que no tenemos que pedir. Nos tienen que dar. Saben mis necesidades y tendría que recibir. No pedir en la calle y exponer a mis hijos a eso", protesta Mercedes.

-"Antes solo se hablaba en pequeños grupos. Ahora sale en la tele. Gente que necesita casa, pañales, que está pasando necesidades. Yo lo digo. Yo lo hago", asegura Josué.

Todos coinciden en que los cuatro años de una legislatura no llegan para tanto arreglo. Por eso se agarran a la importancia de moverse, de que los excluidos formen parte del debate. "Y que los ciudadanos tengamos la capacidad de control -suma Virginia-. Hemos llegado hasta aquí porque la gente creía que no se podía hacer nada. Un desánimo total". "Es que falta información. ¿Sabemos lo que pasa en Portugal o Grecia?", cuestiona Mercedes. "Prefieren que vivamos en la ignorancia", apuntala Josué. "No es que la gente no perciba lo que pasa. Es que no le interesa. Lo que les preocupa es su móvil nuevo", asegura Alejandro, que apela a la obligación de que el ciudadano de a pie sea honesto como requisito previo a pedírselo a los políticos. "Son el reflejo de la sociedad -resume-. Así que no nos vamos a asustar".

Alejandro esboza una media sonrisa cargada de ironía frente al mensaje de la recuperación económica. Son cuatro. Su mujer trabaja como empleada de hogar. Si las cosas se tuercen, no ve otra alternativa que irse "debajo de un puente".

-"Que abran mi nevera -ofrece-, a ver si hay recuperación".

En ella hay "lo justo y necesario".

-"Sobrevivimos", cuenta.

-"Esa es la palabra -subraya Mercedes-. La mayoría sobrevivimos y mucha ni siquiera eso".

-"Siempre hubo desigualdad y pobreza, pero desde que empezó la crisis aumentó todo -remarca Virginia-. La pobreza es más severa y la desigualdad mucho mayor".

De hecho, hay ya tres millones de residentes en el país en situación de pobreza severa, con menos de 307 euros al mes. El colectivo más afectado son los menores. Entre ellos la tasa de riesgo se dispara al 30,1%. Los ingresos del 20% que más tiene son 6,8 veces mayores a los del 20% de menor renta, según el INE. No hay mejor ejemplo de la dureza de la situación que la rebaja aplicada al umbral que diferencia entre alguien considerado pobre y el que no.

"Ahora voy yo", reclama Mariló Pintos. Fue una de las pioneras en la creación de Boa Vida. La atención en la tienda apenas le dejó tiempo y no quiere que la conversación se acabe sin poner sobre la mesa la incoherencia de que la vivienda que heredó le impida acceder a la Renta de Inserción de Galicia (Risga). "Lo poco que me dejaron, cuatro piedras, y no tengo derecho a nada. ¿Qué como? ¿Las piedras?", apunta, muy enfadada. Mariló va tirando con lo que saca en la asociación y el cuidado "dos horitas" por la tarde a una señora. Su madre está en una residencia. No se mueve, no habla, hay que darle la comida triturada, cambiarle el pañal... Demasiado para una mujer con un clavo "de 37 centímetros" en la pierna y la salud renqueante. "Me levanto muchas veces y lloro de impotencia porque no tengo 60 céntimos para una barra de pan. Y el coraje...". Silencio.

En el marco de su campaña Pobreza 0: objetivo compartido, Boa Vida logró reunirse en estas últimas semanas con casi todos los partidos políticos. La organización defiende la creación de una renta básica universal y que las administraciones se impliquen en ayudar a "evolucionar", en palabras de Josué, al colectivo. "La ciudadanía responde, pero esto que hacemos no es la solución para siempre. ¿Es un trabajo bonito? Sí. ¿Nos apoyamos los unos a los otros? Sí. Pero no nos gustaría estar viviendo así eternamente", destaca Virginia.

-"Al presidente que venga le diría que cada día el será más rico y los pobres más pobres", asegura Mariló.

-"Yo -continúa Mercedes- no le diría nada. Le pondría a vivir con 300 euros".

-"La gente va a mejorar. Creo en las personas, que están empezando a despertar y a moverse, a salir a la calle cuando van a echar a alguien de su casa. No podemos quedarnos con miedo y perder la esperanza. Hay que participar. En la política y en la vida. Es muy fácil decir que todos los políticos son iguales. Pero si tenemos eso tan claro, pues vamos a cambiarlo", proclama Virginia.

-"Los cambios los verá mi hijo, que tiene ocho meses. Cuando tenga 26 como yo verá el resultado de tu lucha, Virginia, de la mía, de la nuestra. Voy a luchar por el cambio para él", apunta Josué.

-"No olvides -le recuerda Virginia- que si luchas por ti, también lucharás por tu hijo".

En la tienda de Boa Vida sigue llegando gente. Un cliente mira las camisas. No le convence ninguna y le pide a Mariló que si les llega alguna "en negro y malva" se la reserve. "Creo -dice al marcharse el hombre- que no sabe dónde está".

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