A pie de obra, sobre todo en las grandes promociones inmobiliarias, brotaron muchas de las oficinas que los bancos abrieron durante la etapa de bonanza. Estalló la burbuja del ladrillo y las entidades tuvieron que digerir terrenos, viviendas construidas o a medio levantar, hipotecas con graves problemas de pago y también esa parte de la red comercial que alimentó los excesos y, de repente, se quedó sin negocio y hasta arriba de morosidad. En el caso de las antiguas cajas de ahorros, la reestructuración pasó por las fusiones bajo la justificación de que había que ganar competitividad. Con todo lo que las operaciones de integración, más en aquellas en un mismo territorio como sucedió en Galicia, suponen para el empleo. Desde 2008, cuando se registró el máximo de oficinas operativas, la comunidad perdió casi cuatro de cada diez. Echaron el cierre un total de 935. La corrección de lo que en el argot financiero se viene llamando "exceso de capacidad instalada" se llevó por delante el acceso al servicio en 128 concellos, con 220.000 habitantes, que actualmente cuentan con una sola sucursal o, directamente ninguna, según los datos que acaba de publicar el Instituto Galego de Estatística (IGE).
El golpe afecta al 40% de los municipios gallegos y con especial intensidad allí donde las entidades consideran que es difícil aprovechar la actividad por el declive demográfico y la renta disponible.
Sin ningún banco funcionando están 41 ayuntamientos, que reúnen 53.800 habitantes. La mayoría, en la provincia de Ourense. Exactamente 25: Xunqueira de Ambía, Xunqueira de Espadanedo, Lobeira, Piñor, Punxín, Baltar, Os Blancos, Porqueira, Rairiz de Veiga, Trasmiras, Taboadela, A Arnoia, Beade, Carballeda de Avia, Cenlle, Melón, A Bola, Pontedeva, Verea, Chandrexa de Queixa, Larouco, Petín, Castrelo do Val, Monterrei y Oímbra. Todos tienen en común el cada vez mayor déficit de población y la pérdida paulatina de servicios.
En A Coruña se ubica otra decena. Los de Aranga, Coirós, Paderne, Vilarmaior, Vilasantar, Cabanas, Lousame, Dodro, Santiso y Toques. Cuatro en la provincia luguesa: Negueira de Muñiz, Ribeira de Piquín, Ribas de Sil y O Páramo. Y dos en Pontevedra: Mondariz-Balneario y Dozón.
La reconversión financiera barrió la competencia en 87 concellos. Alrededor de 174.000 gallegos viven con únicamente una oficina cerca. De nuevo Ourense se lleva la peor parte, con 39 del total. En A Coruña y Lugo son 18. Doce en Pontevedra.
Por comarcas, el ajuste en los últimos ocho años de la red comercial de la banca llega al 60% en la Baixa Limia y al 50% en las de Verín o Viana.
Los cierres del pasado ejercicio se concentran en las ciudades más grandes, donde las entidades tenían todavía margen para agrupar oficinas sueltas y acabar con posibles redundancias. En Vigo fueron 25; 19 en A Coruña; 10 en Santiago de Compostela; 9 en Ourense; 6 en Pontevedra; 5 en Ferrol; y 3 en Lugo. Entre las localidades medianas destacan Ponteareas, Cangas, A Estrada, Forcarei y Carballo, con dos clausuras de oficinas cada una.
Oficina todavía "fundamental"
En un reciente informe publicado por Mediterráneo Económico, el conocido economista Joaquín Maudos, uno de los principales expertos en sector financiero en España, alerta de las consecuencias de la exclusión financiera, aunque sea "indiscutible" la necesidad del ajuste. La posibilidad de usar las nuevas tecnologías como alternativa a carecer de un espacio físico mitiga el problema. El porcentaje de población que emplea la banca online en España se duplicó desde 2008, hasta situarse en 2015 en el 39,4%. "No obstante, el grado de penetración de internet y, por tanto, también de la banca online , es menor en aquellos segmentos de población avanzada, con menores niveles de estudio, y con niveles de renta más reducidos, que en muchas ocasiones tienen más peso en los municipios más pequeños y de menor nivel de renta" , apunta. Siguen siendo más los que no usan los canales multimedia del sector, "por lo que la oficina bancaria sigue cumpliendo un papel fundamental en el acceso a los servicios financieros".
