Pío Moa no porta un sable ni adorna sus palabras con insultos. Lleva en la mano un periódico, muchos números en la cabeza y una "traición" en la memoria. Con eso le basta -y sobra- para revelarse contra la "estafa" que sufrió en Pescanova. Compró 300 acciones a 25 euros cada una. 7.500 euros atrapados en la compañía, bastante más que los 5.177 euros que invirtió Carolina Masaveu en el último año y medio para tomar el 7,133% de la multinacional. Antolín Franco, "más optimista" que Pío, guarda en su casa un pisapapeles que le regaló Pescanova cuando acudió a la última ampliación de capital, en 2012, cuando la compañía ya estaba en quiebra técnica. Reacciona, quizás por inercia, con media sonrisa cada vez que se acuerda de las "mentiras" que escuchó de la antigua cúpula de la compañía. Son dos vigueses jubilados, miembros de la asociación de accionistas minoritarios de Pescanova AMAP. Caminan despacio, pero su asociación pisa fuerte. Son un pequeño ejército contra una gran mentira, entre enormes patrimonios y con ganas de hacerse oír. Siempre.

Antolín Franco, antiguo profesor de inglés, es accionista de Pescanova desde hace unos veinte años. Tiene atrapados entre 12 y 20.000 euros. "Empecé metiendo dinero y continué hasta la última ampliación de capital, en 2012, cuando ya sabía él que la cosa no iba bien. Ahí nos traicionó". Tanto Antolín como Pío, cuyas viviendas están próximas, se refieren reiteradamente a Manuel Fernández de Sousa. Es a quien señalan como el culpable de su situación, y les quema más la sensación de sentirse "estafados" que la de pelear con la AMAP. Confían en el portavoz de esta asociación, Carlos Sanz. "Lo ayudaremos en todo lo que podamos, él es quien pone mucho entusiasmo". Con los años fallan las fuerzas y surgen achaques. Pero no olvidan.

"Don José [por José Fernández López, fundador de la compañía y padre de Sousa] tiene que revolverse en la tumba. Mira qué hijo le salió", espeta Pío Moa. Él es un extrabajador de la antigua Caja de Ahorros de Vigo, y es el "pesimista" de este dueto. "Si fuera un robagallinas estaría en la cárcel". En la AMAP hay más de 200 accionistas minoritarios de Pescanova que reclaman no sufrir una dilución de su capital, que apenas roza el 3% de la sociedad. Hay socios que adquirieron títulos cuando la pesquera estaba en preconcurso, pero también pequeños dueños de un gigante empresarial que decidieron apostar por su futuro con sus ahorros. A ellos es a quien la banca quiere resarcir de algún modo, de ahí que el representante de los acreedores, Jacobo González-Robatto, haya accedido a "colaborar" con ellos.

¿Por qué invirtieron en Pescanova? "Nos fiábamos de la empresa, se presumía mucho de que era la única multinacional gallega cuando Inditex aún no estaba tan fuerte", detalla Moa. "Vimos que tenía una actividad estable y coincidía con lo que nos decía Sousa en las juntas generales", asiente Franco. Ambos parafrasean las frases de Sousa cuando la empresa era un remanso de paz y una gallina de huevos de oro. "Somos los terceros del mundo, tenemos ventaja", habla Pío imitando al expresidente del grupo. "Chorradas así, todo pura falsedad. Él ha inventado una contabilidad B".

Pío tuvo la ocasión de hablar en varias ocasiones con Sousa. "Una vez le pregunté a qué venía eso de tener tantas filiales por todo el mundo y me dijo que era para tener más facilidades para pescar. Pero no era verdad, les servían para engañar a la gente con transacciones entre empresas. Hacía lo que le daba la gana". Y mientras confiaban en los milagros de la compañía Pío y Antolín iban a las juntas cada año. "Él salía a hablar siempre para exponer cómo iban las cosas, y dijo una vez que se habían facturado 780 millones de euros. Era mentira". Pero ellos, al igual que otros pequeños socios, no podían sospechar nada. "Era impensable creer que Pescanova estaba en esa situación, nadie lo sabía. Bueno, ellos sí".

No perdonan lo que sucedió con la última ampliación cuando, como publicó FARO, la cúpula de la empresa estaba intentando vender una de las granjas acuícolas de Chile ante la precaria situación de tesorería de la sociedad. "Nos metió en la ampliación y nos mintió", condena Antolín. Para Moa "hay una cosa cierta: existe un delito claro de estafa porque ellos sabían de la delicada situación, y aún así nos metieron". Él también puso dinero en la última ampliación. Y ahí se ha quedado, en un limbo societario y entre los múltiples dígitos de números rojos que amasó el Grupo Pescanova desde, al menos, el año 2009. Pío mira fijamente y dice: "Juzga estas palabras. Pregunté una vez al secretario si tenían un plan de expansión, estratégico, y me dijo que sí. Pero me dijo que hacían uno todos los años. ¿Qué plan estratégico es ese?", se cuestiona.

También recuerda cómo, hace menos de dos años, se topó con Sousa por la calle. "Le dije que en menudo lío estaba metido, pero me dijo que eran cosas pequeñas". ¿Y sobre el actual consejo? Ambos accionistas coinciden en su escepticismo. "No cuentan con la representación de los minoritarios, no tenemos nadie con quien hablar, salvo con Carlos [Sanz]". A ellos no les han oído ni lo hacen ahora. Tal vez nunca lo hagan. Pero no dejarán de pelear.