La lenta agonía de todo un barrio de A Estrada

Dos años después del traslado del centro de salud para A Baiuca, en la Avenida de Santiago aumentan los cierres | De los 23 locales del primer tramo de esta calle, 16 están sin actividad y con carteles para su alquiler o venta

Verjas en locales comerciales de la Avenida de Santiago.

Verjas en locales comerciales de la Avenida de Santiago. / Bernabé/Javier Lalín

Ana Cela

Ana Cela

Sobran plazas de aparcamiento en la zona y el pensamiento surge de inmediato: hace poco más de dos años esto sería algo absolutamente impensable. Habría que dar vueltas y más vueltas buscando un hueco o preguntando de forma insistente a los conductores si dejaban su plaza libre. Sobre el deteriorado asfalto de la Avenida de Santiago –en el tramo que va desde su intersección con Benito Vigo hasta el cruce con la Rúa Antón Losada Diéguez– podrían correr bolas de paja en esta soleada mañana de febrero, al más puro estilo de una película del Oeste. Pasan unos minutos sobre el mediodía y no se ve a nadie, nada que ver con el ajetreo de antes, cuando los usuarios del centro de salud no paraban de cruzar la calle para acudir a consulta o para entrar, directamente, en la farmacia que sigue abierta al otro lado del paso de peatones. En el interior del establecimiento continúa viéndose gente, pero la estampa dista mucho de ser la que era. Ahora, este tramo de avenida ofrece la imagen de un barrio que languidece, que se desangra tras el traslado del servicio público que le dio vida durante más de tres décadas.

Lo medible no es opinable. En el recorrido antes indicado para esta calle –hasta el cruce con la Antón Losada Diéguez– hay 23 bajos comerciales. De ellos, 16 tienen la verja bajada o un cartel de se alquila en su escaparate. La última en sumarse a esta sangría ha sido una librería en la que también se sellan quinielas, si bien un cartel explica –ante los escaparates completamente vacíos de libros– que el cierre es temporal. Los establecimientos que resisten han tenido que adaptarse, incluso variando sus horarios o abriendo –caso de algún local de hostelería– exclusivamente por las tardes.

Dos años perdiendo fuelle

Lo cierto es que, quien vio la calle una mañana de consulta de las de antes y la ve ahora, tiene muy fácil empatizar con los comerciantes y hosteleros que siguen tratando de ganarse el pan en su local del siempre. Pero es que la calle ya no es la misma. Desde hace poco más de dos años ha perdido fuelle, y continúa haciéndolo con cierres sucesivos y el esfuerzo de quienes se quedan para levantar cada mañana la verja.

Evidentemente, los alquileres de bajos comerciales no cuestan en esta calle lo mismo que en otras. Ello ha atraído también a algunos autónomos a cambiar sus negocios de emplazamiento o a atreverse a abrir un establecimiento, si bien en este tipo de casos se trabaja previa cita o se adapta el horario para ajustarse a los momentos en los que el rendimiento de la actividad puede ser mayor. Una cervecería que acaba de abrir sus puertas, por ejemplo, las tiene cerradas en horario de mañana.

De los negocios que todavía se mantienen en la zona, la hostelería es la que tiene una mayor presencia, con tres de los locales ocupados en este primer tramo de la Avenida de Santiago. Lo hace también la farmacia y establecimientos de electrodomésticos o sanitarios, empresas que ya llevan muchos años asentadas en la zona y que, aunque lógicamente se beneficiaban de que la calle tuviese mucha más vida, no tienen una actividad que directamente esté ligada a este tránsito peatonal.

Declive

El declive de este barrio de A Estrada alcanza también a calles perpendiculares, aun cuando no se trate de vías que destacasen por su peso comercial. En la Rúa Forcarei hay cuatro locales cerrados y dos tienen negocio, si bien a ellos se suma un despacho que atendería a través de cita previa. En la Rúa Cerdedo hay un bajo cerrado y otro de hostelería que recuperó recientemente su actividad.

A pie de calle, son muchos los dudan de que el edificio del antiguo ambulatorio vaya a recuperar su actividad. Temen que se deje deteriorar porque no compense su reparación, hasta que su recuperación sea inviable y termine convirtiéndose en lo que es hoy día: un inmueble sin servicio y medio abandonado.

Algunos de los afectados por su situación sí piden que, al menos, se mantenga limpio, temiendo que la maleza se deje medrar y que puedan proliferar roedores. También hay quien augura que, más pronto que tarde, los problemas de accesibilidad harán desaparecer de este edificio la oficina de la Seguridad Social que todavía se mantiene operativa.

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