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El pajarito que voló

De la mítica casa de los tiempos en que A Estrada era “villa airista” solo quedan ya las puertas de entrada

Del antiguo sanatorio naturista conocido como la Casa do Paxariño, solo quedan hoy estas trespuertas. Ana Cela

A veces una sale a dar un paseo y se vuelve a casa acompañada por la tristeza y la incomprensión. Años atrás, pasar frente al número 56 de la Avenida Fernando Conde obligaba a detener la marcha. Allí se erigía una vivienda de comienzos del siglo XX, con unas hermosas galerías en su parte posterior que invitaban a fantasear con cómo sería la vida en aquella A Estrada que estaba considerada “villa airista”, siendo esta edificación una construcción emblemática, ya que en ella instaló el doctor Jesús Portela Fares su sanatorio naturista. Resulta fácil imaginar que tras los cristales de aquellas grandes galerías se encontrarían salas de reposo llenas de luz en las que podrían descansar las personas enfermas de tuberculosis o aquejadas de otras afecciones pulmonares o respiratorias que acudían en las primeras décadas del siglo pasado a la localidad para “tomar los aires” saludables que se atribuían a la altura media de estas tierras.

De aquel sanatorio del doctor Portela solo quedan las tres puertas que daban acceso a su planta baja. Abrirlas supondría ahora acceder a un solar en construcción. Esas puertas son lo único que queda de la también conocida como Casa do Paxariño, nombre del bar que un día se instaló en este bajo, si bien la combinación entre esta referencia y sus galerías posteriores hace que algunos la bautizasen también como La Pajarera.

Detalle de los ventanales de sus galerías. | // MELARINS

Pasear ahora frente a ella, en el barrio que muchos conocen como Villa Brasil, genera nostalgia. Y también pena. Aquel pajarito voló y, con él, se llevó el recuerdo de un pasado de A Estrada que ya no volverá. La consulta de Jesús Portela Fares corrió la misma suerte que el desaparecido Sanatorio Nuestra Señora del Carmen, ambos testigos de esa fama “airista” que hacía llegar hasta A Estrada a muchos visitantes cada año. Hasta el filántropo Fernando Conde, que ahora da nombre a esta avenida, fundó no muy lejos de aquí el edificio Las Colonias, para que niños de Vigo pudiesen acudir a gozar de una saludable estancia.

Tras las puertas que se conservan hacia Fernando Conde, un solar en construcción. Ana Cela

La historiadora del arte y socia fundadora de Etnoga Patrimonio Cultural, Carmela Sánchez Arines, tuvo ocasión de visitar esta mítica casa antes de que las máquinas se la llevasen para siempre. En su blog Melarins se atesoran algunas imágenes que permiten recordar cómo era la construcción y que, además, ofrecen alguna perspectiva desconocida para quienes no pudieron nunca acceder al interior. Ella sí lo hizo. Fue en el año 2001, cuando sus propietarias se la mostraron. En aquel momento la casa estaba a la venta y sus dueñas acudían con cierta frecuencia “a ventilarla y favorecer su conservación”.

Vista desde el jardín de toda la zona de galerías que tenía el sanatorio naturista del doctor Portela. Melarins

Años después, el inmueble fue vendido a una promotora. En una finca anexa a la Casa de Portela o Casa do Paxariño comenzó a construirse un edificio de viviendas. La construcción de 1910 se mantuvo en pie un poco más. Y eso que llegó a desplomársele encima una grúa. Sin embargo, en 2014 la comisión de gobierno de A Estrada decidió declarar esta casa como ruina, un aspecto clave para permitir su demolición. La petición de derribo había comenzado ya en 2010. Se estimó que la construcción se encontraba en situación de ruina técnica y económica.

La vivienda, de 1910, estaba emplazada en el número 56 de Fernando Conde, en un barrio conocido como Villa Brasil. Melarins

Sin embargo, por tratarse de una edificación tan antigua, estaba protegida por las entonces vigentes normas transitorias en el urbanismo estradense, que exigían que la demolición de una construcción de esta naturaleza tenía que obtener el visto bueno de Patrimonio. Por este motivo, en el año 2010 se remitió el expediente al organismo autonómico para conseguir el permiso. Tres años después, el gobierno municipal y la firma propietaria seguían sin obtener el permiso, por lo que, considerando vencido en exceso el plazo legalmente previsto, el Concello envió un comunicado a Patrimonio pidiendo la devolución del expediente para realizar su tramitación a nivel municipal. La caída de las normas transitorias por el fallo del Tribunal Supremo y el regreso a las Normas Subsidiarias, redactadas por Juan Rico Lenza en 1978, hizo que ya no fuese necesario pedir la autorización de Patrimonio para construcciones realizadas antes de 1940.

Sus escaleras interiores y buhardilla para luces. Melarins

Ruina: clave en su sentencia

El gobierno municipal apoyó su declaración de ruina en los informes técnicos. Se estimaba una ruina técnica y económica. En el aspecto económico indicaban que el precio de las obras de reparación necesarias excedía de la mitad del coste de reposición de la edificación o de nueva construcción con características similares, excluyendo el valor del suelo. En cuanto al aspecto técnico, su decisión se basó en el agotamiento generalizado de los elementos estructurales fundamentales. Sea como fuere, el permiso de demolición sentenció al pajarito. Y voló.

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