“Mi novio acaba de acuchillarme”

Noelia Míguez Vázquez presenta en A Estrada su libro “Ocho señales”, una por cada puñalada de su expareja

La autora, compartiendo su experiencia.   | // A.C.

La autora, compartiendo su experiencia. | // A.C. / ana cela

Ana Cela

Ana Cela

Lorena mira a su amiga Noelia desde el otro lado de la sala. La escucha contar, de forma resumida y para tantas personas extrañas, el calvario por el que tuvo que pasar al lado de Juan, alguien completamente diferente a aquel chico que un día creyó conocer. Nada sabía de que, cuando se cerraba la puerta y la pareja se quedaba a solas, él se transformaba en un ser capaz de hacer que un día Lorena observase a su amiga también desde el otro lado de la habitación: la 331 del Hospital Clínico de Santiago. Allí acabó Noelia Míguez Vázquez después de recibir ocho puñaladas a manos de quien todos creían que era el amor de su vida. En algún momento él consiguió hacerla olvidar que el amor no tiene que doler.

lego tarde. La charla ya ha empezado, pero no tardo en engancharme a sus palabras. Es como un imán. Me sorprende la serenidad con la que habla Noelia, natural de Boqueixón, muy cerca de A Estrada, hasta donde esta mañana lluviosa ha querido desplazarse. Invitada por el centro socioeducativo Anacos, comparte la experiencia que la ha llevado a escribir su primer libro, Ocho señales. Una señal por cada una de las puñaladas que Juan –es un nombre ficticio– le asestó un día. Su vivencia te hiela la sangre. Resulta increíble que consiga sacar ese humor negro –dice que herencia de su padre– mientras muchas caras desconocidas la miran tratando de contener las lágrimas. Pero es así como ella decidió luchar contra la violencia de género: negándole a su agresor un silencio cómplice. Contando todo aquello que le hizo durante tres años para que, si alguna otra mujer se siente identificada con estas páginas, no se piense dos veces pedir ayuda.

Para ayudar

Le pregunto cuándo tomó la decisión de contar, sin esconder su nombre ni su rostro, el infierno en el que vivió. “En el momento en el que empiezo a ser bastante consciente de todo lo que me pasó. Cuando yo viví esto no había ninguna charla en la que verme reflejada. Me dije que, si mueren y matan a tantas mujeres, iba a intentarlo; que, si alguien se ve identificada con mi caso, pida ayuda antes de que le pase lo último que me pasó a mí, o, incluso, antes de que la maten”, me responde.

–112 Galicia, ¿en qué le puedo ayudar?

–Hola, me llamo Noelia Míguez Vázquez. Mi novio acaba de acuchillarme. Me estoy muriendo, me sangra mucho el cuello...

Así comienza la conversación en la que, tras pedir ayuda a su vecino, Noelia pide auxilio a los servicios de emergencia. Les cuenta que cree tener algo clavado en la cabeza, pero no sabe de qué se trata. Solo sabe que la sangre le sale a borbotones por el cuello y la garganta. Solo sabe que su final está cerca.

Noelia Míguez Vázquez, ayer, con su libro en Anacos.   | // A.C.

Noelia Míguez Vázquez, ayer, con su libro en Anacos. | // A.C. / ana cela

En varios momentos de nuestra charla –unos minutos que le robo en un descanso entre su intervención y la mesa redonda que la sucede– percibo que no me escucha con claridad y gira la cabeza antes de pedirme que le repita la pregunta. Estuvo en el hospital casi dos meses. Es obvio que las cicatrices son solo una de las muchas secuelas. “No oigo del oído izquierdo y no puedo ponerme audífonos porque el nervio está reventado. El único que me valdría es el coclear, que no lo puedo poner porque en la cabeza tengo meningocele, que es una bola de líquido al lado de la médula. Tengo vértigos y mareos por culpa de esa acumulación de líquido y necesito medicación”, explica. Añade que, lógicamente, tiene cicatrices. “Y las rodillas quemadas, porque me quemó cuando intenté escapar”, añade.

Le pregunto por lo que no se ve. Por todas las cicatrices que Juan le hizo en el alma, dejándola también con depresión y trastornos, de esas secuelas que se ocultan con humor negro, mucha valentía y muchísima terapia. “Los malos tratos empezaron a los pocos meses, con el maltrato psicológico. El maltrato psicológico deja el doble de marca que el físico. El físico te duele en el momento y lo curas, pero para mí la violencia psicológica es la peor”, confiesa.

Diez años de condena

Noelia tardó muchos meses en ser consciente de lo que le había pasado, por mucho que el dolor tratase de explicárselo. Cuando llegó el juicio, pasados dos años desde la más brutal de las agresiones, todavía no lo tenía ni medio digerido. “Fue poco a poco”, reflexiona. No se cansa de animar a cualquier mujer que esté pasando por algo similar a que acuda a un Centro de Información á Muller (CIM), a la Guardia Civil... que pida ayuda antes de que sea tarde.

En esos tres años de calvario, ¿intentaste tú hacerlo?, pregunto. “No, no lo pides porque tienes vergüenza, porque tienes miedo, porque te amenaza y crees que nadie te va a creer. Fuera, los maltratadores son megabuenos, súper simpáticos y agradables. Y, además, te dicen lo típico: si tan malo es, déjalo. Nadie va a entender por qué sigues con él”. Ella intentó dejarlo “unas cuantas veces” hacia el final de esa relación tan tóxica, pero no dio escapado antes de que Juan la pusiese entre la vida y la muerte.

Durante la presentación de Ocho señales, Noelia cuenta que Juan fue condenado a 10 años en un centro penitenciario psiquiátrico. Explica que, justo el día antes de la publicación, él salía de permiso. No puedo evitar preguntarle si siente miedo. Si lo ha tenido a la hora de decidirse a dar el paso de hacer público todo este infierno. “Ahora ya no. Al final, no digo nada que no se sepa. Está juzgado”, responde.

Respeto, lo primero

Enfermera de profesión –y también de corazón– Noelia Míguez pide que no se confunda “a las malas personas con gente que necesita un psiquiatra”, en relación al módulo de ingreso de su agresor. “Me da mucha rabia porque la gente que tiene problemas mentales, psicológicos y psiquiátricos necesita sus cuidados y su respeto”, apunta.

Noelia divide su historia en señales, una por cada puñalada recibida. No tiene duda cuando se le pregunta cuál debería ser la primera señal ante la que hay que activar todas las alarmas. “La primera que nos debe poner sobre alerta es la falta de respeto. Eso es lo primordial”. Ole, ole y ole.

El libro que Noelia presentó ayer en A Estrada se encuentra ya agotado. Salgo por la puerta con uno firmado bajo el brazo y pienso que ojalá me llevase a casa una novela pero, por desgracia, este un testimonio real. De esos que tienen una cara y un nombre. De esos que hay que poner en altavoz porque nos han de doler y hacer pensar a todos, pero que también ofrecen ayuda e insuflan valor.

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El Centro de Información á Muller (CIM) de A Estrada dio a conocer la programación que el Concello celebrará para conmemorar el próximo viernes, 25 de noviembre, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia de Género. Como todos los años, el acto central será una concentración simbólica, a las 20.00 horas, en recuerdo de las víctimas y como repulsa contra la violencia machista.

Para lograr una mayor visibilidad a este acto, se colgará una pancarta en la fachada del Concello durante toda la semana y, por la noche, el consistorio estará iluminado con luces de color violeta. Durante la concentración la edil Amalia Goldar leerá el manifiesto aprobado por la corporación municipal. Desde el CIM se invita a la participación en esta concentración para poner de relieve que este es un problema cuya erradicación precisa la implicación de toda la ciudadanía. Conscientes de la importancia de la detección precoz de las conductas violentas, el CIM organiza la actividad denominada “Estacións da igualdade” con el alumnado de 3º y 4º de la ESO de los IES Manuel García Barros, IES Antón Losada Diéguez e IES Nº1. Será los días 25 de noviembre y 1 de diciembre.

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