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¡Camarero, por favor!

En el sector de la hostelería se libra una “guerra de fichajes” por hacerse con profesionales a las puertas de las celebraciones de Navidad | Los eventos se incrementan tras dos años con restricciones, pero la carencia de trabajadores cualificados es cada vez más acusada

Un camarero sirve la mesa de un bar de A Estrada con las restricciones del Covid. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Al acabarse el verano hubo un alto el fuego. Fue casi un pacto de no agresión en unos meses que no se caracterizan, precisamente, por las opciones que la hostelería tiene para “hacer el agosto”. Algunos profesionales del sector garantizan que noviembre es un mes “malísimo” para sus cajas registradoras, de gran contención en el consumo antes de que comience la algarabía navideña. Si en casa uno se aprieta el cinturón estos días con el fin de poder desabrochárselo en cenas y comidas con compañeros de trabajo y amigos para celebrar estas fechas señaladas y despedir el año, al otro lado de la barra los hosteleros se atrincheran, preparándose para el momento de desplegar sus tropas. A las puertas de la traca final de 2022, la “guerra de fichajes” se recrudece entre bares y restaurantes. Hacen falta más bandejas y los buenos camareros son el arma más codiciada, pero también la más escasa.

“Ahora mismo, un camarero bueno pone él el precio y las condiciones”, asegura Javier Rey, gerente de cinco establecimientos hosteleros en A Estrada. Conoce como pocos en el municipio las dificultades de contar con profesionales para garantizar un buen servicio a sus clientes. Reconoce que los dueños de los distintos locales terminan echando el ojo a los camareros de otros negocios, de manera que estos trabajadores no dejan de recibir tentadoras ofertas para fichar por la competencia. Si la fama hace justicia al talento, al final algunos profesionales terminan fijando no solo su salario, sino también horarios que permiten conciliar sin malabarismos y hasta fines de semana libres, algo difícil de encajar con la propia naturaleza de esta actividad económica.

De 30, se quedan dos

“A nosotros nunca nos costó tener personal como nos cuesta ahora. Antes éramos nosotros los que elegíamos de entre los muchos currículos que nos llegaban. Ahora te tienes que quedar con lo salvable entre lo que te llega”, apunta Óscar Rivas, del Grupo Valenciaga. Este estradense celebrará el próximo 7 de diciembre el 15º aniversario de Valenciaga Catering, junto con los cinco años de Fonte Valenciaga, en Piñeiro (Silleda). En todos estos años ha podido granjearse una buena cantera de trabajadores. La empresa tiene en nómina a 15 empleados, a los que se añaden numerosos extras. Para las fiestas de Navidad aguardan arreglar con un equipo de entre 30 y 40, tirando de las agrupaciones con las que suelen trabajar para cubrir los eventos que programan. “En invierno aun cubrimos bien porque tenemos un equipo bien consolidado y suele llegar, pero es ahora cuando tenemos que buscar también para el verano”, explica.

La falta de experiencia y las pocas ganas de trabajar son dos de las cualidades que los hosteleros aseguran encontrar entre los profesionales a los que contratan para ampliar sus plantillas. “Antes, de 15 o 20, te salían 10 camareros buenos; ahora de 30 te salen dos”, indica Rivas. “Los que vienen llegan sin experiencia y sin ganas de trabajar”, señala Rey. “De cada 10 que formas, se quedan dos”, apostilla.

“El problema es que la gente que sale de las escuelas de hotelería sale formada para irse a hoteles, poca gente nos toca en cafeterías y restaurantes”, asumen desde el sector hostelero de las comarcas. “Antes un chaval no quería estudiar y se ponía a trabajar en la hostelería para tener un oficio. Eso ahora no pasa”, añaden. “Te vienen a trabajar un sábado, lo cobran, y al día siguiente ya no te vienen”, argumenta otro profesional. Inciden en que problemáticas como que los camareros que se contratan de forma extraordinaria no se presenten al trabajo o que lo hagan en malas condiciones son habituales.

Sueldo y convenio

Afirman que los salarios no son el problema. Óscar Rivas reconoció que siempre apostó por ofrecer unas buenas condiciones para tener a sus trabajadores contentos y, por tanto, de una forma estable. No obstante, reconoce que ahora esa política es más generalizada. “Antes la gente venía aquí por las condiciones, pero ahora mismo la mayor parte de la hostería paga y tiene convenios dignos”, apunta el gerente de Valenciaga.

Los hosteleros asumen que los extras lleguen sin formación, reconociendo que fue algo que siempre sucedió. “Sin experiencia ni formación hubo extras toda la vida y no hay problema. Nosotros le damos una formación previa en A Fonte y luego pasan a cobrar 10,50 euros la hora, como cualquier otro camarero”, sostiene Óscar Rivas. Considera que las condiciones del sector no son las mismas que hace una década. “Sí que es cierto que trabajas cuando nadie trabaja y que para llevar una vida social o tener hijos es más difícil, pero ahora el trabajo no es tan malo. La gente se marcha para tener los fines de semana libres. Aquí tienen sus 40 horas y las extras se pagan todas, con sus días libres correspondientes”, recalca.

“Ahora nos obligan a que un chaval de 16 años no pueda estar trabajando a partir de las 22.30 horas, pero puede estar en la alameda haciendo botellón a las dos de la mañana”, lamenta un hostelero, haciendo hincapié en que todas las exigencias recaen sobre el empresario que contrata en un sector que también se enfrenta ahora al encarecimiento de las materias primas y justo a la vuelta de cierres continuados por la pandemia.

La Navidad arranca con fuerza

Hosteleros de las comarcas reconocen que desde este fin de semana arrancan ya las cenas de Navidad, en una campaña que nada tiene que ver con la de los dos años anteriores. “Las cenas aumentaron. Desde esta semana tenemos todos los fines de semana eventos, algunos con 300 y 500 personas. El año pasado en invierno no hicimos nada”. explica Rivas.

Javier Rey no ve el panorama nada fácil para el sector. “Andamos apretados por la subida de los precios. La luz está a unos precios que no son normales; el aceite de girasol cuesta más del doble; la leche subió 30 céntimos por litro y todo lo derivado de los cereales mete pánico. Estamos a ver si aguantamos pero, si queremos salvar empresas vamos a tener que subir los precios”, vaticina. Mientras, para capear el temporal y salir bien parados en Navidad, no quedará otra que pedir: ¡camarero, por favor!.

Daniel, junto a sus padres, en el Rabasa. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Un enfermero con gran experiencia como hostelero que no deja de recibir ofertas

Daniel creció viendo a sus padres trabajar en la Parrillada Rabasa, en Silleda. Manuel Limia Conde y Celia Iglesias Iglesias, decidieron el pasado mes de septiembre poner punto y final a sus años al frente de la parrilla y los fogones, respectivamente. Su negocio funcionaba a la perfección y, aunque tenían en su hijo pequeño un relevo garantizado, le aconsejaron cambiar la hostelería por la consulta de enfermería.

Desde que el popular Parrillada Rabasa, con 25 años de trayectoria, cerró sus puertas, este trasdezano no ha parado de recibir ofertas de trabajo. “La última me llegó aun ayer” [por el lunes], apunta. Haber mamado esta profesión hace que a Daniel le guste la hostelería. Sin embargo, cuando sus padres anunciaron que se jubilaban se vio en la tesitura de tener que contratar “como mínimo a cuatro o cinco personas” para seguir él con el negocio familiar. “Yo quería seguir, pero mis padres me lo sacaron de la cabeza. Me dijeron que, tal y como se está poniendo todo, que mejor me fuese a trabajar al hospital”, confiesa este enfermero. “Ellos me dicen que no tuvieron vida; aunque libres un lunes o un martes, trabajas cuando la gente libra. Cuando cerramos el bar me sentía raro yendo a cenar un sábado”, explica.

Sin embargo, Daniel Limia Iglesias reconoce que siente gran pesar al ver el bar cerrado. Recuerda con nostalgia los años que pasó cambiando turnos para ayudar a sus padres y los últimos cinco de total entrega. Sin embargo, no deja de reconocer que la contratación de un equipo entero sería complicada. “El trabajo que hace la familia no te lo hace la gente de fuera”, asume.

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