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Los últimos reductos de las mascarillas

Casi cuatro meses después de que se anulara la obligatoriedad de su utilización en los espacios cerrados, la mayoría de establecimientos ya han olvidado el uso de esta medida

Una clienta realizando una compra, con mascarilla, en la Farmacia Eirín de A Estrada. | // BERNABÉ / JAVIER LALÍN

El pasado 20 de abril pasará a la historia como el día en el que el uso de las mascarillas en interiores dejó de ser, salvo contadas excepciones, obligatorio. Casi cuatro meses después, aún resulta habitual ver personas que siguen utilizando la máscara, con total normalidad, cada vez que salen a la calle.

Es cierto que en algunos lugares, como en los centros de salud o en el transporte público, el uso de la mascarilla sigue siendo forzoso, en la mayoría de establecimientos está permitido prescindir de ella, aunque cierta parte de la clientela aún la siga poniendo. Cuando en el mes de abril la obligatoriedad de la mascarilla se anuló para la mayor parte de locales comerciales, muchos negocios decidieron que se mantuviera su uso entre los trabajadores. Desde entonces se está viviendo una relajación gradual que provoca, sobre todo en verano, que los dependientes, monitores, y demás empleados dejen sus bocas al aire libre, siempre que su puesto de trabajo se lo permita.

Deporte con mascarilla

Uno de las grandes dudas en el momento que se implantó el uso obligatorio de la mascarilla era qué pasaría con las instalaciones deportivas. En los gimnasios, su utilización fue un verdadero quebradero de cabeza para muchos deportistas durante varios meses. Cuando se anuló la obligatoriedad de la medida, la mayoría de los usuarios de las instalaciones deportivas dejaron de utilizarlas. En el Gimnasio Absolute, por ejemplo, las mascarillas están prácticamente desterradas, salvo en ciertos grupos. En las clases de la tercera edad o en sesiones de deporte adaptado, donde participa gente con problemas de salud, aún están muy presentes. Los monitores ya no las suelen llevar, a no ser que sufran de catarro u otros síntomas similares a los del COVID-19.

Supermercados y comercios

En los supermercados aún se pueden ver mascarillas. Quizás, porque los clientes están en contacto directo con los productos, muchas personas todavía prefieren utilizar protección cuando van a comprar. Desde que se permitió prescindir de la mascarilla, los empleados de Gadis son libres de decidir si utilizarla o no. La mayoría no ponen mascarilla, a no ser que convivan con personas enfermas o que tengan síntomas preocupantes.

En el resto de establecimientos comerciales, el uso de estos dispositivos de seguridad ya es, prácticamente, residual. En varios comercios, como en Calzados A Esquina, señalan que los clientes suelen preguntar si es necesario ponerla antes de entrar, pero al ver a los dependientes de la tienda sin ella, lo más habitual es que no la utilicen.

La "lucha" de farmacias y transporte público

Hoy, además de en los centros médicos, la mayoría de la población sólo pone la mascarilla al entrar en una farmacia o cuando utiliza el transporte público. Aunque en estos ámbitos su uso sigue siendo obligatorio, en Farmacia Durán reconocen que “el 70% de los clientes vienen a comprar sin ella”, teniendo que adquirir una allí mismo. En esta farmacia estradense también perciben, dicen, un cambio en los gustos de los consumidores. Antes se compraban más las FFP2, mientras que ahora, la mayoría de los clientes las prefieren quirúrgicas. Por otro lado, en el transporte público el uso de las mascarillas es obligatorio. En empresas como Troitiño o Expréss de Vea no permiten viajar a ningún cliente que no la utilice. En los taxis, también hay que taparse la boca. El taxista Juan Rey, sin embargo, reconoce que “a altas horas” es más complicado que la gente la utilice.

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