Bajar a la calle un sábado o un domingo por la mañana y tener que salir del portal haciendo números para esquivar vómitos, orines o incluso heces no es, desde luego, plato de buen gusto. Pero es la realidad que padecen muchos vecinos del núcleo urbano de Lalín, sobre todo aquellos que viven en callejones o calles estrechas, las preferidas por parte de quienes desean actuar al amparo de la impunidad nocturna y sin atisbo de civismo. Los afectados exigen a las autoridades municipales que tomen cartas en el asunto de una vez por todas. “Estamos cansados de votar a los alcaldes y que luego estén más pendientes de hacer entroidos que de las necesidades importantes, como la seguridad ciudadana o la sanidad, que tenemos falta de médicos en Lalín”, lamenta la presidenta de la comunidad de residentes en el número 3 del Paso da Cacharela.

Este portal amaneció ayer, sábado, con el cristal inferior roto, cuando aún no habían tenido tiempo de reparar el de la parte superior, destrozado en la madrugada del domingo anterior. “Los del seguro vinieron ayer (por el viernes) a poner cinta adhesiva para tapar el agujero y esta mañana nos encontramos también roto el cristal de la parte de abajo de la puerta”, denuncia la mujer. Y los daños no paran ahí, sino que también los ha habido en coches estacionados dentro de los garajes y en el interior de edificios. “No podemos ni dormir tranquilos, ya tememos que nos puedan entrar en casa”, confiesa una vecina.

Tanto es así que hasta hay quien decide mudarse. “Hace unos días, una señora que vive aquí de alquiler venía a la una de la madrugada, vio a cinco chicos en la entrada de su casa y dio la vuelta, no se atrevió a entrar. Y eso después de dejar el coche aparcado en otro lado, porque ya se lo habían rayado otro día. Así que fue a la inmobiliaria para que le busquen otro apartamento”, relata la presidenta de la comunidad.

“Antes era solo los fines de semana, ahora toda la semana hay tres o cuatro chavales por la noche en la calle –declara la mujer–. Y los viernes y los sábados hacen botellón y por la mañana nos encontramos meadas, excrementos, vomitones... Nos pasa a nosotros y les pasa en el edificio de al lado, que vemos a los vecinos los domingos por la mañana dando manguerazos para limpiar la porquería que dejan o recogiendo vasos rotos. ¡Es un desastre!”, denuncia.

Estos episodios no son de ahora, sino que ya se venían produciendo antes de la pandemia. Y muchos no quieren denunciar porque “tienen miedo” o porque “son los hijos de gente conocida o con poder en el pueblo”. “Estamos desesperados porque por la noche no hay nadie patrullando, nos sentimos desprotegidos”, alega un vecino, que asegura que no vale de nada llamar a la Policía por la noche. “Nos sale el contestador automático y nos dicen que no tienen gente”, aduce.

El Paso da Cacharela es paradigmático en cuanto a daños de botellón y vandalismo –que a veces van juntos y otras, por separado–, pero no es el único. También hay quejas de residentes de otras calles interiores, y no solo por actos nocturnos. Para ejemplo, lo que sucedió hará un par de semanas a pleno día en la calle Z: Una mujer se paró a defecar contra una pared y fue recriminada por un viandante, tal como relata una vecina de esta vía poco transitada que fue asombrada testigo de la escatológica escena.