Me he terminado el café. La conciliación, y el deseo de volver a una casa que siempre será la mía, me llevan a levantarme, un día más, en Sigüeiro. Miro por la ventana y no tardo en ver a mi abuelo al otro lado de la verja. Antonio Neira, además de madrugador, es el hombre más empático que conozco. Seguramente, también el más bueno. Está nervioso y se siente frustrado por no poder hacer nada para echar una mano. Es consciente de que últimamente no anda del todo fino y, aunque duela reconocerlo, sé que piensa que esto que le ha pasado a su cuñada podría sucederle a él algún día. En realidad, a cualquiera de nosotros. No dice gran cosa, pero esa capacidad de sentir en carnes propias el sufrimiento de los demás lo está consumiendo.

Mi madre y yo salimos a recibirle. Pregunta si sus bisnietos, que todavía duermen a pierna suelta, están listos para salir a jugar. Los años nos hacen de nuevo niños. Las dos sabemos que, además de este soplo de aire fresco y evasión que le brindan mis dos terremotos, ha venido buscando información.

–Sábese algo máis?

–Non, está todo igual. A ver se hoxe volven co dron e se busca máis polo monte. Polo momento, eles están mandando buscar cerca da nacional.

–Onde se metería María?

Deja la pregunta en el aire, antes de dar media vuelta sobre sus pasos y continuar su caminar pausado y hoy también apesadumbrado. Siento lástima por él, y todavía más por quienes esta mañana de verano se han levantado extenuados, pidiendo al cielo que sea el día en que María Chico Prieto aparezca. Después de ver cómo muchas familias se desesperaban buscando a un familiar desaparecido, esta vez me ha tocado ver a los míos en esa situación. No voy a decir que sea alguien muy cercano a mí, pero sí una persona apreciada, en especial por el lazo que la une a un marido que es hermano de mi abuela y, por tanto, tío de mi madre.

María Prieto Chico desapareció el sábado por la noche.

María Prieto Chico desapareció el sábado por la noche.

Desde la noche del sábado

Cada noche regreso, después del trabajo, e intento ponerme al día de los resultados de unas jornadas de búsqueda que siguen sin dar frutos desde que María, enferma de alzhéimer, desapareció la noche del sábado. La tierra parece habérsela tragado en el lugar de A Torre, en la parroquia compostelana de San Cristobo de Enfesta. Las esperanzas de encontrarla con vida comienzan a flojear, aunque nadie se atreva a verbalizarlo y cada día regresan a una búsqueda con la que se han volcado todos los vecinos.

Manolo y María emigraron hace muchos años a Alemania y regresan a la vivienda que tienen en este lugar compostelano cada verano. Pese a que no residan habitualmente en la aldea, no hay casa que no esté representada en una búsqueda a la que, junto a los efectivos policiales y de Protección Civil, se han sumado perros de rescate, quads, caballería y drones de la Axencia Galega de Emerxencias (Axega).

Tres noches sin prenda de abrigo, altos maizales, áreas forestales y una zona que no conoce juegan en contra de una mujer que se sospecha completamente desorientada, aunque con gran resistencia para caminar, una actividad física que practica habitualmente a sus 76 en la ciudad alemana en la que vive. Cuando cada noche me dan el parte del día y me explican cómo se organizó la búsqueda, no puedo evitar acordarme de Chispa, Louro, Lucía, Pati, Enrique, Marcos y un largo etcétera de profesionales que vivieron la época dorada del Grupo de Cans de Rescate (GCR) durante años ligado al servicio de Emerxencias de A Estrada. Quiere la casualidad que este recuerdo llegue en el mismo mes en el que se cumplen cinco años desde que el municipio estradense perdió esta prestigiosa unidad.

Algunos de los integrantes del desaparecido Grupo de Cans de Rescate (GCR) de A Estrada. Bernabé/Javier Lalín

A Estrada era conocida fuera de sus fronteras por su buen olfato para seguir el rastro de vida, pero en agosto de 2016 la disolución de su unidad canina de rescate derivó en una fuerte congestión de la que el concello todavía no ha podido recuperarse.

Aunque en el momento en el que la unidad comenzó a desmoronarse se pensó en la posibilidad de buscar una pronta solución para impedir la pérdida de una altruista y profesional prestación que costó mucho tiempo y esfuerzo conseguir, todas las perspectivas de recuperación se fueron desvaneciendo. Era aquella una labor completamente voluntaria, que los integrantes del servicio realizaban a base de sacrificar horas de su tiempo libre.

Sin embargo, el cansancio –y no el físico, precisamente– terminó haciendo mella en ellos, hasta que el 23 de agosto de 2016 sus dimisiones hicieron suyo el efecto dominó, después de que el coordinador del grupo, Manuel González Chedas “Chispa”, y el guía José López Louro anunciaran su renuncia a continuar formando parte de la unidad.

Desencanto

González no quiso entonces entrar en las causas que le llevan a tomar esta decisión y aludió a “motivos personales”. Sin embargo, López Louro no ocultó que tras su marcha se escondía un gran descontento ante la falta de apoyo que observó por parte del Concello a esta unidad de salvamento, nacida al abrigo de Protección Civil de A Estrada. El desencanto se dibujó como la tónica dominante entre quienes decidieron abandonar una unidad a la que durante años dedicaron una parte importantísima de su tiempo libre, en beneficio de todos. Algunos de estos profesionales reconocieron estar “cansados de la falta de apoyo” y apuntaron que el coordinador de la unidad venía siendo quien alentaba a los guías a continuar con este trabajo voluntario y altruista, toda vez que los logros alcanzados por Louro les motivaban a seguir esforzándose por llevar esta labor al más alto nivel.

En cinco años no trascendieron intentos de recuperación ni acercamientos de posturas que se saben encontradas. Sin embargo, sean cuales sean los motivos, la pérdida, para A Estrada en particular y para Galicia en general, es grande. No hay que olvidar que, durante su última década en activo, el Grupo de Cans de Rescate participó en más de 200 operativos de búsqueda de personas desaparecidas. La unidad estradense encontró en esos años a 18 desaparecidos.

Su apuesta por actuar con el aval de la formación fue clara y decidida. El ente se disolvió en un momento en el que sumaba 17 homologaciones de la International Rescue Organisation (IRO), la entidad más prestigiosa dentro del mundo del perro de salvamento, y otras 10 de la Asociación Nacional de Grupos del Perro de Salvamento (Angps). A mayores, el guía José López Louro participó en tres campeonatos del mundo de rescate canino y se clasificó para el de Turín (Italia), al que renunció tras su marcha del GCR. En paralelo, la unidad asumió la organización de seis pruebas de homologación –tres de ellas de la IRO y otras tantas de la Angps– en A Estrada. De este esplendor queda hoy solo el recuerdo y, con él, el lamento de todos los que puedan verse en una situación como la que hoy afecta a mi familia y mañana puede afectar a la suya.

Desesperación

Perder a alguien es doloroso. Siempre. Que desaparezca, además de doler, desespera. Uno puede luchar con todos los medios al alcance, pero la cabeza siempre juega en contra. Desesperación, incertidumbre y pensamientos que llegan como un torbellino y levantan emociones que hieren. Por eso, estos días desearía que, ya que yo no puedo hacerlo, al lado de los míos estuviese aquel equipo que vi trabajar tantas veces y cuyos logros aplaudí. Me consuela ser consciente de que sobre el terreno se está haciendo todo lo posible y un poco más. Me tranquiliza que a los mandos de uno de los drones de la Axega esté otro estradense de sobresaliente: Manuel Silva Cordo, que ha demostrado su profesionalidad y pericia buscando vida con la tecnología en la mano. Solo queda esperar, desesperar y pedir suerte. Lo mismo para A Estrada. Pedir que vuelva la vista para poder recuperar el olfato.