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Contra el plástico, grano a grano

El comercio de proximidad se convierte, con la venta a granel, en aliado para retomar la guerra contra el plástico, que parece haber aprovechado el nuevo frente que abrió el COVID

Plásticos de un solo uso prohibidos por la UE

Pasen y vean, porque a la vista está. Entren en cualquier supermercado y accedan al área de producto fresco. Ahora no se repara en ello porque la protección frente al COVID-19 ha relegado al planeta a un segundo lugar, a algo de lo que hay que ocuparse más tarde. Tiene lógica, claro. La pandemia parece haber frenado la guerra contra el uso excesivo del plástico. Es más, el contrincante ha aprovechado la guardia baja para venirse arriba. El virus le ha venido al plástico, literalmente como un guante.¿Que no? Basta mirar las papeleras que echan por fuera guantes y más guantes en los que enfundamos las manos ahora aunque solo sea para empujar el carrito.

Pasemos por alto los numerosos envases de productos cárnicos, esos que envuelven el pollo o sirven de bandeja para las carnes fileteadas, en tacos, picadas, en hamburguesa, en albóndiga y un largo etcétera. Vayamos a la sección de frutas y verduras, donde cabría esperar que uno tuviese que ponerse el consabido guante para embolsar –ojalá fuese en papel, pero la mayoría opta nuevamente por el plástico– estos productos frescos para subirlos a la pesa antes de pasar por caja. El plástico ha ganado terreno de una manera pasmosa en la sección. Judías, brécol, tomate, lechugas, pimientos de todas las tallas y colores, endivias, limones, zanahorias, patatas de un sinfín de variedades, hasta cinco mallas distintas para otras tantos tipos de ajo, naranjas, cogollos, uvas, arándanos, mango, frambuesa, fresa... Todos y cada uno de estos artículos, ya sin querer reparar en las decenas de lechugas diferentes ya listas para el consumo o los packs de ensalada, lucen presentadas en plástico en los pocos metros cuadrados que ocupa esta oferta en el supermercado. Eso sí, para contrarrestar este exceso, te cobran la bolsa de plástico que te llevas a casa con la marca de toda cadena que se precie y no encontrarás pajitas que no sean de cartón o bambú.

Hay alternativas

Es evidente que para la distribución de toda esta mercancía hay alternativas. Se trata de dar un paso atrás en el tiempo para poder dar un salto hacia delante en materia medioambiental. No cabe duda de que antaño uno no se esperaba otro modo de llevarse a casa unos plátanos que partir antes el manojo para coger los que se necesitasen, ni tampoco cabría esperar que cerezas, uvas o fresas tuviesen otro modo de llegar a la cesta que no fuese la esmerada selección para embolsar la cantidad justamente deseada, no la estandarizada.

Ni que decir tiene que, a base de guantes o envoltorios para mascarillas, por poner solo un ejemplo, el COVID le ha venido de perlas al plástico para acelerar el freno que muchas economías domésticas habían pisado, aunque solo fuese por no pagar en todos lados la bolsa para llevarse la compra a casa. No hace falta saber que existen islas de plástico, un material que representa el 85% de la basura marina. Basta con hacer separación de residuos en casa para ver lo rápido que se llena el colector destinado a plásticos. En, simple y llanamente, exagerado.

Ya estaba inventado

Pasarse a la bolsa de rafia o a la botella de aluminio para llevar el agua a todas partes es una ayuda, pero se queda corta. Es por ello que de un tiempo a esta parte han venido proliferando en las comarcas tiendas en las que se busca realizar un consumo responsable, tratando de reducir plásticos y de que el consumidor pueda comprar más y mejor generando menos residuos. No es algo nuevo. Estaba más que inventado: el comercio a granel.

En el caso de A Estrada, la batalla contra el plástico ha encontrado en una apuesta por lo ecológico todo un aliado. En los últimos años han proliferado una serie de establecimientos comerciales en los que el cliente no sale con bolsas. Es habitual que acuda con sus propios recipientes para que se los rellenen de los artículos que tienen a granel.

Unas de las primeras en dar este paso –organizando cursos para que cunda el ejemplo– fueron las impulsoras de 4EcoLoAn, donde el detergente o el suavizante se vende a granel, favoreciendo el continuo reciclado de los envases. Cuando no queda para poner más lavadoras, los clientes acuden con el recipiente a esta tienda y regresan a casa con él lleno. La tendencia no es solo a nivel particular, sino que hasta profesionales como las lavanderías están sumándose a llevar sus barriles de 25 kilos para rellenarlos en este ciclo en el que todo, también el medio ambiente, queda limpio.

En varios establecimientos, como en Casa Xorxeira o Sabia Natura las bolsas de plástico están en peligro de extinción y son muchos los clientes que acuden con sus recipientes para llevarse a casa una amplia gama de productos. Lo mismo sucede en peluquerías como Xeloira, con productos para el cabello con certificado Green Plastic.

Los plásticos van encontrando cada vez más fronteras y lo ecológico, lejos de ser una moda, es una filosofía de vida que se enraíza para favorecer una alimentación más saludable, tanto para el cuerpo como para el medio. Sin embargo, la pandemia ha traído consigo nuevos residuos de plástico que se han incrementado y que exigen tomar conciencia para no dar un paso atrás en todo el camino que se había avanzado. Menos puede ser mucho más.

Ana Belén Legido, en su tienda O Gran da Terra, en las Galerías 2000 de A Estrada. Bernabé / Ana Agra

Grano a grano: una forma de comprar lo mejor, en su justa medida y sin pagar de más

Volver la vista atrás es bueno a veces. Lo decía la mítica canción de Karina y lo demuestra el paso del tiempo. Abrir la puerta de O Gran da Terra, una nueva tienda en las Galerías 2000 de A Estrada, te invita a viajar varias décadas atrás en el tiempo. A mí me llevó más de tres 30 años atrás y a la Zona Vella de Santiago, donde las varias tiendas ya entonces con solera ofrecían sus productos a granel. No hace falta recordar el nombre ni el producto. La memoria se refresca con el aroma. Y en este nuevo negocio estradense huele a aquel establecimiento de infancia adonde se acudía a comprar lo bueno.

Entre los muchos, aromáticos y vistosos sacos de esta tienda está Ana Belén Legido. Su experiencia en la cocina la hace apreciar las materias primas , consciente de que escogerlas bien garantiza el éxito de un buen plato. Se decidió a montar O Gran da Terra porque se confiesa enamorada de este tipo de negocios, que permiten el acceso a “productos de calidad superior” pero sin hacer temblar el bolsillo. Lo bueno, al alcance de todos. Y es que, si uno sabe que va a consumir 100 gramos de arroz, igual prefiere escoger uno rosa, salvaje o negro que un kilo de uno igual más corriente del que va a tener que guardar 900 gramos que no necesita.

De aquí uno sale sin plásticos. Todo lo que se vende se dispensa a granel en bolsas de papel o, si el cliente lo desea, se rellena directamente el envase que va a utilizar en casa.

Pasear entre estos sacos es un deleite para los sentidos. Entra por la vista y la mascarilla es incapaz de impedir que también goce el olfato. Basta con que Ana Belén mueva la pala para servir el producto y el aroma de una canela de cinco ceros –la de mejor calidad porque procede de los 17 primeros centímetros del tronco– impregna el ambiente. En O Gran da Terra todas las especias que se comercializan son puras, sin mezclas que las desvirtúen, desde el curry londinense que también se deja oler a distancia hasta un pimentón de la Vera que se las promete delicioso.

El surtido es también un viaje a través de distintos países del mundo. Esta estradense aboga por aprovechar la posibilidad que brindan hoy día los tiempos para disfrutar de lo mejor con procedencia de origen, desde un arroz ecológico de Alemania hasta el cacahuete de Egipto.

No hace falta ser un cocinillas para apreciar que la calidad salta a la vista. El brillo y la tersura en la piel de habas, medallones o alubias hacen pensar en una buena fabada, sin despreciar los distintos garbanzos, frijoles o lentejas para los amantes de los platos de cuchara.

“Es dar un paso atrás. En lugar de lanzarte a esas ofertas de 2x1, realizas un consumo responsable y de calidad”, apunta esta comerciante. Incide en que el cliente puede llevarse la cantidad de producto que desee, sin que exista un mínimo. De este modo, uno puede probar y, si le convence, repetir. O darse el capricho de experimentar. Desde llevar solo la punta de la palita a la bolsa entera. El cliente decide.

Frutos secos y fruta deshidratada son otra de las tentaciones. El local ofrece también mezclas de especias, infusiones que solo con abrir el bote desprenden un olor exquisito o una cantidad de harinas inimaginables para los legos en la materia. De trigo integral, de maíz blanco, de maíz amarillo, de centeno, de superfuerza, de chía, de espelta, de castaña, de arroz, de quinoa, de avena... Fermentos para veganos, ecológicos y sin gluten se unen a una sección pensada para quienes no quieren o no toleran el gluten en su dieta, justo al lado de un apartado en el que absolutamente todo es ecológico, hasta los cornflakes para empezar el día.

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