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La hostelería clama por un rescate

Manifestación en favor de la hostelería en las calles de Lalín el pasado noviembre. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN Ana Cela

Un año es mucho tiempo. Cuando se vive una pandemia, son mucho más que 12 meses. El calendario llega a desdibujarse, de manera que uno solo distingue entre el antes y el después de que comenzase una pesadilla cuya duración se antoja, sencillamente, una eternidad. Sin embargo, sectores tan sacudidos por los efectos económicos de la crisis sanitaria como la hostelería llevan muy bien la cuenta de cuántos días les ha robado el pan el coronavirus. Saben perfectamente cuántas jornadas no han podido levantar sus persianas; cuántas pasan de un anuncio de restricciones al siguiente o cuándo llega fin de mes. Esto último lo conocen mejor que nunca porque coincide con ese día amargo en el que el balance de gastos e ingresos arroja una losa más sobre su espalda. La cuenta es sencilla: entra poco –o nada– y sale lo de siempre. ¿Total? La cifra puede variar pero, o lleva un signo menos delante, o está pintada en números rojos.

De la mano de la Plataforma na Defensa da Hostelería Galega, la asociación Hosteleros de A Estrada y la agrupación de profesionales de este sector bajo el paraguas de la Asociación de Empresarios de Deza (AED), tienen convocadas para esta tarde sendas concentraciones ante los consistorios de ambas cabeceras de comarca. Esta movilización coincide con la diseñada en otros 18 municipios gallegos y tiene como principal cometido visibilizar la grave situación que atraviesa esta actividad económica y pedir públicamente un “rescate real” para una hostelería que, simple y llanamente, ya no puede más.

"Muchos ya no levantarán a persiana"

“Es una reivindicación por una apertura justa y un rescate a la hostelería. No necesitamos subvenciones, necesitamos un rescate real”, explica desde la AED el hostelero lalinense Álex Iglesias. “Tras un año de estar como estamos, muchas empresas no pueden mantener el ritmo. Hay muchos que ya no van a poder recuperar la actividad y levantar su persiana”, lamenta. Incide Iglesias en que las ayudas tardan mucho en llegar, subrayando que algunas de las prometidas en diciembre se cobrarán entre marzo y abril. Además, remarca que, hasta ahora, que se realizó una modificación, la ley de subvenciones exigía que los hosteleros, para poder recibir esta aportación económica, no tuviesen deudas. ¿Quién puede permitirse no tenerlas después de casi un año cerrados? Esa es una de sus principales preguntas que, en realidad, lleva implícita su propia respuesta.

“Los ERTE se cobran con dos o tres meses de retraso, pero los bancos no perdonan, la luz no perdona...”, comienza a enumerar Álex Iglesias, que seguidamente hace hincapié en que no se trata solo de la hostelería sino que esta actividad se vincula o afecta a otras muchas, caso del propio comercio o de servicios como las lavanderías o las distribuidoras. “Es una cadena muy grande”, apostilla.

En el caso de Lalín, la concentración en la Praza do Concello está prevista para las 18.30 horas. Se pide a los participantes que lleguen con cacerolas o utensilios para generar un poco de ruido y hacerse escuchar. “Las ventanas de las instituciones son muy buenas, están muy bien aisladas; hay que hacer ruido para que se escuche”, apunta Iglesias. “Hay que salir a luchar y la lucha hay que hacerla desde la calle o desde los despachos, pero nunca desde casa”, concluyó.

Más de un millar de personas apoyan a la hostelería en Lalín

Manifestación de hosteleros de Lalín el pasado noviembre Ana Agra

“No es solo soltar dinero”

“Creemos que no nos están escuchando; por lo menos que nos escuchen y que las cosas que nos den tengan sentido. Nos están dando unas ayudas que son ridículas y que podían facilitar más las cosas”, apunta desde la Asociación de Hosteleros de A Estrada Gonzalo Pose. “No es solo soltar dinero. Tienen otros medios, como por ejemplo congelar pagos de impuestos, alquileres, tarifas de luz o que los ERTE se paguen puntualmente, que los están pagando muy tarde”, subrayan.

Desde el colectivo estradense se hizo ayer un llamamiento a los ciudadanos para que secunden esta movilización, remarcando que son muchos los que están ligados a la actividad de este sector tan dañado por la pandemia. “La hostelería no solo abarca camareros y cocineros como piensa la gente. Esto está afectando a muchos sectores. De hecho, pedimos el apoyo del comercio, del pequeño autónomo, porque lo que estamos pidiendo es también para ellos”, señaló Gonzalo Pose. Incidió en que personas que tienen gimnasios, que se dedican a los espectáculos, a la hostelería nocturna o autónomos que se vieron afectados por la pandemia serán bien recibidos en esta protesta, programada para las 19.00 horas ante el consistorio de A Estrada.

“Cada vez la gente está más concienciada de que tenemos que ir todos juntos. Es cuando más agrupados estamos. Aquí no hay grandes empresas, multinacionales que vayan a presionar al gobierno. Esta vez vamos todos a una”, señaló el vocal de Hosteleros de A Estrada. Desde el colectivo se comprende que el bien común y la salud están por delante de todo. “Pero, si no me dejas trabajar, no me hagas pagar el 100% de los impuestos”, señalan, ante de augurar: “el problema va a ser que cuando pase todo esto la lista del paro se va a disparar”.

El sector estradense pide apoyo para no tener que despedir a gente y asume que, en estos momentos, todos los hosteleros están endeudados después de un año ciertamente difícil. Esta tarde, desde A Estrada o desde Lalín, sumarán sus voces en un SOS para que la ayuda los pille todavía a tiempo para poder salir a flote.

Javier Rey, de la café Alameda. | // BERNABÉ/J.LALÍN

“Puedes ir a un centro comercial pero no aquí al bar”

“El año se lleva con la tensión alta y sin dormir”, bromea –o quizás no– el hostelero estradense Javier Rey. Regenta tres establecimientos en la capital de Tabeirós: las cafeterías Alameda e Invictus y otro local con este mismo nombre en la Avenida de Santiago. Después de las últimas medidas anunciadas en relación a la hostelería, su enfado era ayer evidente. “Se están riendo de nosotros. Puedes ir a Santiago a un centro comercial hasta las nueve de la noche pero no a un bar de aquí a las siete”, expuso. En cuanto a la posibilidad de abrir el interior de los locales con el 30% del aforo, Rey fue también tajante: “Dentro no nos da para nada. ¿Vamos a pagar un 70% menos en la Seguridad Social o en autónomo?”, ironizó, para luego precisar que en el caso del Alameda esta limitación supone que puedan consumir en las mesas 15 personas. Este hostelero es, además, plenamente consciente de que la vigilancia va a ser intensa, subrayando el papelón que supone para los hosteleros estar diciéndole a la gente que se levante o se vaya. “Desde las tres de la tarde hasta las seis en una cafetería poco se trabaja”, asume Javier Rey, que todavía no tiene decidido si abrirá todos sus locales. Precisa que su facturación cayó en un año un 70% pasando de casi un millón de euros en 2019 a unos 444.000 en 2020. Más claro, agua. Reconoce este profesional que con la apertura del interior de los locales tan limitada, los hosteleros ganan más cerrados y sirviendo cafés para llevar. “Compensa tener cerrado y no un 30% de aforo dentro. Con solo esa gente, en el mismo tiempo en que te tomas el café en una mesa puedo vender 30 cafés”, señala. “Estamos hartos de tirar mercancía caducada. Cada vez que se nos cerró tiramos entre 2.000 y 3.000 euros”, precisó.

Natalia González, del Café Ina. // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

“La pérdida es muy notable en un café situado en zona de paso de peregrinos”

Natalia González tiene siempre el café dispuesto para quienes quienes necesitan energía para empezar la jornada laboral o para quienes han de recargar las pilas antes de continuar. Esta hostelera de Silleda da gracias por no ser de las más perjudicadas, al estar su negocio centrado específicamente en el servicio de cafetería. “Yo no me veo muy afectada por ser cafetería, pero otros locales ya ni abren porque no les compensa”, expone. “Esto se está haciendo largo pero lo tomamos con resignación y para delante”, apunta, optimista, reconociendo que las medidas de relajación de las restricciones anunciadas por el gobierno de Alberto Núñez Feijóo este lunes “son las que se esperaban”. En su caso, el hecho de cerrar a las seis de la tarde no le supone un agravio especialmente grande, dado que habitualmente baja la verja a las 21.00. Pese a todo, asume esta hostelera de Trasdeza que “la pérdida es muy notable”. Remarca que su establecimiento se encuentra en una zona de paso de peregrinos, clientes que acostumbran a apostar por comenzar el día con un buen desayuno para afrontar la jors peregrinos, pierdes gente de paso... En el verano, al ser un espacio natural venía mucha gente a practicar senderismo, la coral, los opositores...”, enumera esta hostelera echando la vista atrás. Pese a todo, su establecimiento ha brindado todos estos meses ese café irrenunciable.nada de camino. “El año pasado tuve grupos de peregrinos grandes y eso lo notas mucho, sobre todo el peregrino, que gasta en su primera comida del día”, incide. Calcula Natalia González que las pérdidas ocasiones por las restricciones derivadas de la pandemia son fácilmente del 50%. “Pierde

Pedro Díaz, de cervecería Eureka. / Bernabé/ Javier Lalín

“Es un alivio poder ir respirando un poco más, sobre todo de cara al fin de semana”

Desde la estradense Cervecería Eureka, Pedro Díaz recibió con agrado la decisión de que se suavicen, al menos de momento, las medidas para la hostelería en las comarcas de Deza y Tabeirós-Terra de Montes. Apunta de forma especial a que se permita el consumo en le interior del local, en un establecimiento como el suyo, en el que el servicio de cafetería es importante, pero en el que la cocina tiene un protagonismo especial. “Por lo menos para ir respirando un poco”, apuntó este hostelero de A Estrada. Pedro señala que las pérdidas derivadas de este año tan complicado son cuantiosas. “Perdimos mucho más de la mitad”, explica en relación a la facturación habitual. Exceptúa dos momentos en 2020: el verano y la Navidad, estimando que permitieron remontar un poco el decaimiento de la actividad que trajo consigo la crisis sanitaria y los constantes cambios en el régimen de apertura y funcionamiento de la hostelería. Con todo, Eureka ha estado al lado de sus clientes con comida para llevar, salvando un poco la situación. El establecimiento tiene en estos momentos a cinco trabajadores en un ERTE y dos personas en cocina trabajando a media jornada. Pedro Díaz le ha echado todas las horas posibles, asumiendo el trabajo como autónomo para intentar seguir adelante. “Cuando se amplíe el horario a ver si entramos todos”, deseó ayer. Con todo, el hecho de poder abrir el interior de su local es para este hostelero “un alivio para respirar un poco el fin de semana porque la gente sale a comer”, aunque reconoce que lo ideal sería poder contar con más horas de servicio. El local cuenta también con el Eureka Park, aunque el propietario se mostró convencido de que el parque “hasta última hora no se abre; hasta que esté todo el mundo vacunado”.

Daniel Límia, de la parrillada Rabasa. / Bernabé / Javier Lalín

“Fue dejar mi trabajo en el hospital para unirme al negocio y empezó la pandemia”

Salir de la zona de confort es complicado. Sin embargo, Daniel Limia decidió hacerlo hace poco más de un año. Trabajaba en el hospital como auxiliar de Enfermería. Su familia regenta desde hace 23 años la Parrillada Rabasa, en Taboada (Silleda). Daniel decidió dejar su empleo y sumarse al negocio que un buen día abrieron sus padres. Sin embargo, quiso la casualidad de que, cuando se animó a dar el paso, la pandemia del coronavirus llevase el ámbito sanitario prácticamente al colapso y dejase vacíos los comedores de restaurantes como el de esta familia de Trasdeza. “Fue dejar el hospital y empezó esto, algo con lo que nadie contaba”, apuntó este hostelero, mientras en el interior del local se apura la limpieza y los preparativos para poder reabrir, el viernes, al público. El Rabasa cumplió el 20 de febrero un mes de puertas cerradas. Explican que apostaron por no continuar con la actividad por la experiencia que tuvieron en el mes de noviembre. “Entonces hicimos comida para llevar y la verdad es que muy bien, pero cuando nos tocó cerrar otra vez nos vinimos abajo”, confiesa Limia. “Perdimos la ilusión”, reconoce. Sin embargo, ahora sus padres y él han tomado la decisión de volver a ponerse detrás de la barra y al frente de la parrilla. ”Desde que nos dejen, hacia delante, sin miedo”, expuso Dani, indicando que las ganas de volver al trabajo los mantiene ahora mismo ocupados en limpiar todo el local y en comprar la carne que asarán para sus clientes. Calcular las pérdidas de todo este tiempo es difícil, pero no le caben dudas de que ha sido mucho dinero. “Estábamos trabajando muy bien y este año era muy bueno: Xacobeo y el Camino nos pasa por delante”, indican. Hoy tocará sumarse a la manifestación para pedir un rescate para el sector.

José Antonio, del bar Onde Antonio Asorey. | // Bernabé/Javier Lalín

“En una jornada buena, igual facturas el 50% de un día de antes, pero lo normal es el 20 o 30%”

José Antonio Asorey Torres regenta un establecimiento hostelero situado en la Ciudad del Transporte de Lalín, en el parque empresarial de la capital dezana. Ello le posibilita prestar servicios mínimos a aquellos que presenten el CAP, el carné de transportistas profesionales que se exige para que puedan pasar al interior de su local –el Onde Antonio– a fin de disfrutar de una comida caliente. Han de mantenerse las debidas distancias de seguridad y solo puede sentarse una persona por mesa. El resto del negocio se concentra en la comida, bocadillos o bebidas para llevar. Y aun hay que dar gracias. “Esto es un caos. Dentro de lo que cabe, sé que no me puedo quejar, pero lo peor de todo esto es la incertidumbre; el estar siempre preguntándote cuándo y cómo vas a poder abrir”, explica José Antonio. “Tener cerrado una temporada no es problema; el problema es no saber cuándo vas a poder abrir y cómo podrás hacerlo”, continúa este hostelero lalinense. La otra cara de la moneda la pone la incomprensión y la frustración de ver cómo, en este mar incierto, hay cosas cantadas: “los impuestos nos los están metiendo igual y las ayudas no terminan de llegar”, señala. Este hostelero apunta que es difícil calcular cuánto habrá podido perder en este año de desconcierto. Indica que hay momentos en los que la facturación puede bajar hasta el 70% y otros en los que se sitúa en el 50. “Cuando hay un día bueno, igual llegas al 50% de lo que facturabas antes en una jornada normal; pero lo habitual es facturar un 20 o un 30%”, indica. Mientras confía en que la vacuna pueda poner fin a esta situación, asume este hostelero que “los hábitos van a cambiar”. “Esto no va a ser lo que era hace más de un año. Hay gente que dice que está con muchas ganas de volver, pero otra se va a quedar con el miedo”, sospecha.

Silvia Gómez, del bar La Rosaleda. / Bernabé/Javier Lalín

“Lo peor es la demonización del sector. ¿Qué importa una ayuda si te dan caña todo el año?”

“Lo llevamos fatal”. La franqueza de Silvia Gómez, de la cafetería lalinense La Rosaleda, resume el sentir de muchos compañeros de su gremio. Incide en que los pagos no se han reducido y que esta intermitencia en las medidas de restricción para la hostelería termina haciendo que uno no sepa muy bien a qué atenerse. Con todo, para estas hostelera de Lalín, “lo peor es esta demonización de la hostelería”. “¿Qué importa que te den una ayuda si te dan caña todo el año?, cuestiona. Considera que con las medidas acordadas desde que comenzó la crisis sanitaria lo que se busca es “quitar a la gente de la calle”, de tal manera que los bares terminan pagando el pato. La responsable de esta cafetería de la capital dezana comparte con muchos de sus compañeros las quejas en relación a las ayudas. Explica que, de momento, han sido “un desastre”, para luego detallar que recibió “una pequeña y mitad de otra”. El café para llevar se ha convertido en estos meses en el único consuelo, si bien Silvia incide en que su local sería suficientemente grande para permitirle tener un aforo nada despreciable en el interior. Cosa distinta es el horario. Incide en que desde las tres de la tarde hasta las seis que han de cerrar ahora los bares supone una franja horaria de poco consumo. “Desde las tres la gente se va a comer y no tienes clientes”, indica, para luego señalar que a la hora de tomar algo después de salir de trabajar se obliga a tener la puerta cerrada. “Hay que aguantar y pedir que no estén abriendo y cerrando continuamente. Ya coges las mercancías con miedo porque, ¿para que quieres la bebida aquí parada?, plantea.


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