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Los síntomas de la barra vacía

Manifestación del sector hostelero lalinense en noviembre del año pasado. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

El sector de la hostelería representa en torno al 4,5% del Producto Interior Bruto gallego y sus cerca de 21.00 establecimientos dan trabajo a 67.000 personas. Este gremio lleva meses con en cuchillo entre los dientes contra las administraciones públicas por entender que son los principales damnificados de la crisis sanitaria. La pandemia y sus consecuencias sobre el conjunto de la sociedad han resquebrajado la economía y obligado a cambiar forzosamente nuestros hábitos en un territorio que hace tanta vida en la calle como en casa. Las protestas se han sucedido con dos argumentos encima de la mesa: que la hostelería no es la principal responsable de los contagios por SARS-CoV-2 y la demanda de un plan de rescate para un sector clave en la economía.

La cultura del café matinal, el aperitivo, la visita al bar al finalizar la jornada laboral y las comidas y cenas en el restaurante forma parte de la idiosincrasia propia y por eso España es el país con más bares y restaurantes por persona de todo el mundo: uno por cada 175 habitantes; una cifra que a medio plazo parece que será historia porque muchos ya se han visto forzados a bajar la verja. Las comarcas no son una excepción y la actividad económica ligada al sector servicios es relevante, no tanto por ser un polo de atracción de turismo de masas, pero sí por su gastronomía. El Cocido de Lalín o el Salmón de A Estrada son algunos ejemplos, aunque no los únicos. Algunos concellos no disponen de servicios básicos, pero siempre hay donde comer o tomar una caña.

Transcurrido un año desde que todos nos enteramos de que Wuhan era una ciudad china la crisis de la hostelería en Deza y Tabeirós-Montes se constata con la caída de más del 40% en contrataciones de camareros, cocineros y ayudantes de cocina. Así lo indican los datos oficiales de la Xunta y, en concreto en el informe del año pasado elaborado por el Instituto Galego das Cualificacións. En estos tres segmentos de inserción laboral se formalizaron, en 2020, un total de 1.138 contratos, frente a los 1.984 del año anterior; es decir, un 40% menos. Y no conviene perder de vista que hasta marzo el COVID-19 no formaba parte de nuestra realidad cotidiana. Los números de trazo grueso nos indican que en la comarca dezana se cerraron 545 contratos a camareros y otros 326 en la vecina Tabeirós-Montes, cuando en 2019 habían sido 908 y 610 respectivamente. Son casi 650 menos. El organismo autonómico indica que los camareros asalariados tienen un indicador de ocupabilidad media y baja en estabilidad laboral en ambas comarcas. En Deza los contratos pasaron de representar casi el 16% del total a menos del 12 y en Tabeirós, de algo más de dos de cada diez a 14 de cada 100.

Decrecimiento relevante

Los profesionales que trabajan en las entrañas de la restauración también se han visto afectados por las restricciones o los cierres. Como con los camareros, los cocineros también se han resentido por esta crisis, con medio centenar menos de altas laborales que el año anterior. De 169 –112 en Deza y 57 en Tabeirós-Montes– se pasó a 71 y 45 acuerdos en cada comarca. Otra muestra de los malos tiempos para estos empleados cualificados es que tras años con indicadores de estabilidad laboral alta o media, ahora ya es baja. O que en tan solo doce meses estas contrataciones pasaron de representar en Deza dos de cada cien al 1,55%. En la comarca vecina la estabilidad laboral es mejor y el impacto de los contratos de cocineros sobre el total de activos de A Estrada, Forcarei y Cerdedo-Cotobade se mantiene, muestra de que la restauración tiene más peso en Lalín, Silleda, Vila de Cruces, Rodeiro, Agolada y Dozón que en los otros tres ayuntamientos. Por ese motivo el análisis realizado por el servicio dependiente del área del área autonómica de empleo señala que estamos ante un caso de “decrecimiento relevante” en el denominado indicador de tendencia.

La caída en el empleo fue mucho más acusada si cabe en los profesionales incluidos bajo el epígrafe de ayudantes de cocina. De los casi 300 contratos cerrados en 2019 el volumen de acuerdos laborales en las dos comarcas se desplomó a 151. En los dos casos se habían rebasado el centenar de contratos un año antes, con 181 en Deza y 116 en el otro territorio, pasando en los doce meses del pasado ejercicio a 91 y 60.

Mientras la vacuna, ese Santo Grial al que la sociedad se aferra para dejar atrás la “nueva normalidad, los bares y restaurantes de la zona tratan de subsistir, una vez más, a base de cafés y comida para llevar, al menos hasta mediados de mes.

Más paro y menos vecinos que trabajan

Era lo esperado, pero no por eso deja de ser preocupante. El año que despedimos hace poco más de cuatro semanas dejó en las comarcas 421 parados más y 376 cotizantes menos. Son datos que hablan por sí solos de las consecuencias de una pandemia sanitaria que afectó a la economía como nunca. A la espera de conocer cuántos trabajadores de las comarcas se sometieron o están todavía en procesos de regulación temporal de empleo –que no figuran en el cómputo del paro– la zona se aproximó de nuevo al umbral de los 4.000 desocupados y cerró diciembre con 3.886 personas en situación de desempleo frente a los 3.465 que había doce meses atrás. Ahí se incluyen los datos de los nueve concellos y los de Cerdedo-Cotobade como único territorio pese a que la Xunta todavía los desglosa por separado. La caída en las afiliaciones es común en todos los municipios y de 25.254 activos el censo de cotizantes bajó hasta los 24.878 el pasado diciembre.

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