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Un año que agua la fiesta hasta su última noche

El 2020 se despide dando otro varapalo a la hostelería: sin bailes ni cotillones de Nochevieja ni un madrugador chocolate con churros | Las peluquerías, salones de estética y tiendas de moda, otros sectores damnificados

La moda más festiva se quedará este año en el armario o en los escaparates. | // BERNABÉ/ANA AGRA

De normal, el 2020 solo tuvo dos meses. Y, para eso, más o menos. Enero y febrero de este año ya obligaron a estar pendientes de cómo un virus que parecía cebarse con un mercado de Wuhan se iba extendiendo por todos los países hasta llamar, sin necesidad de ser invitado, a las puertas del mundo entero. El coronavirus, el SARS-CoV-2 o el bicho. Da igual cómo se le llame. Ha puesto la vida patas arriba, secuestrando todo lo hermoso y festivo. La normalidad que pudo salvarse tiene que parapetarse detrás de una mascarilla y lleva siempre en el bolsillo un bote de gel hidroalcohólico. Nos ha dejado sin primavera, sin incontables fiestas, sin verdaderas vacaciones de verano, Samaín y, ya que estaba, tiene medio retenida la Navidad. Ahora llega para dar la campanada. Después de llevarse a muchos de los nuestros y de poner en jaque muchas economías familiares, la pandemia no descansa y vuelve a sacudir en la última noche del año a negocios que tienen en la Nochevieja uno de sus nichos de mercado.

Hay cosas que el coronavirus no podrá cambiar. La cena será, dentro lo posible y en el marco de todas las limitaciones que operarán también en la última noche de este 2020, como siempre. Quien acostumbre a cenar marisco, también lo hará en esta ocasión y, el que más y el que menos, cumplirá con sus rituales para conjurar la buena suerte cuando suenen las campanadas de medianoche, desde las uvas al color rojo en alguna de sus prendas. Sin embargo, el toque de queda aguará al fiesta. La hostelería tendrá que cerrar sus puertas a la hora de costumbre –las 23.00– y a las 01.30 todo el mundo ha de estar metido en casa. Por tanto, después de tomarse las 12 uvas, quedará el momento de brindar por que el 2021 nos haga olvidar todo lo malo que ha traído su antecesor. “A poco que haga, lo tiene fácil para ser mejor”, aseguraba ayer un estradense.

Tal y como está a día de hoy la situación , todos los hosteleros de Deza y Tabeirós-Terra de Montes podrán hacer caja hasta una hora antes de la medianoche. Sin embargo, al día siguiente –como sucederá en toda Galicia– no podrán abrir sus puertas hasta las 11.00 horas. ¿En qué se traduce esto? Pues el sector lo tiene claro: nada de cenas-baile de Nochevieja, nada de cotillones y, a mayores, nada de chocolate con churros a primera hora de la mañana para empezar el año con fuerza.

“Hubo bastante confusión”, reconoció el presidente de Hosteleiros A Estrada, Manuel Bascuas, que señaló que en un primer momento en el sector se llegó a pensar en que podrían ampliar su actividad hasta la hora del toque de queda para Nochevieja, esto es, las 01.30 horas. Sin embargo, esta ampliación se refiere exclusivamente a la hora máxima para movilidad en esa noche, debiendo la hostelería cerrar a las 23.00 en municipios como los de la comarca, sin restricciones especiales. Explicó que el sector estradense no tiene previsto cenas de Fin de Año y auguró el que el Año Nuevo será una jornada similar a la de Navidad, con muchos locales cerrados. Avanzó Bascuas que las voces más pesimistas del sector comienzan a prepararse para que la normalidad no llegue, al menos, “hasta el verano”.

Las peluquerías también se llevan un buen palo para despedir el año. Algunas ya optaron por reducir el horario en una jornada en la que, hasta ahora, no había horas que llegasen para atender todas las citas solicitadas para despedir el año con el mejor peinado y maquillaje. “Pasamos de evitar coger tintes y cortes ese día a coger todo lo que venga”, explica Cristina Agrelo, desde la firma estradense Domínguez Peluqueros. Indica que hasta ahora el día de Fin de Año este negocio, con casi 20 años de trayectoria en la capital estradense, abría sus puertas a las ocho de la mañana y a las nueve de la noche continuaba abierto. “Trabajábamos sin parar, picoteando algo aquí cuando teníamos un hueco; este año, en cambio, es devastador”, expone. De las cinco personas trabajando un día como el de mañana, en 2020 serán tres; de meter tres clientes cada media hora a tener huecos todavía libres en una agenda que ahora contempla abrir solo hasta las 15.00.

La situación que describe Lurdes Regengo desde Xeloira es bastante similar. Reconoce, no obstante, que el Fin de Año lleva ya una temporada siendo diferente. Aun así, explica que ese día no se suelen coger tintes ni cortes de pelo, de manera que la gente a la que se atiende llega solo para peinar y maquillar. Años atrás, Xeloira podía preparar para la última noche del año a entre 60 y 70 personas. “Ya comíamos allí. Hace años tengo tomado las uvas antes de poder cenar porque llegaba muy justa. Pero eso ya pasó a la historia. Cambió mucho”, rememora. Aun así, reconoce Lurdes Regengo que preveía que la campaña de Navidad fuese peor de lo que está siendo para el sector, después de un año en el que un elevadísimo número de eventos tuvieron que cancelarse .“A principios de mes pensé que no habría nada, pero después de fue animando. Ahora hay gente que viene a última hora para teñirse o cortarse el pelo y, de paso, ya se queda peinada para ese día”, dice en relación a las fechas señaladas en este año difícil.

¿Y qué ponerse la última noche de este año? Pues algunos no pasarán del chándal, otros se arreglarán, pero sin pasarse, y los trajes de fiesta serán –de haberlos– casi anecdóticos. “Pasamos de cien a cero”, dice Isabel, una de las propietarias de Mi Vestidor Azul en A Estrada. “La gente no está comprando nada de traje de fiesta. No sería solo para Fin de Año, sería todo un mes de ventas para cenas de empresa o comidas a las que ir arreglado. Para nosotros suele ser desde mediados de noviembre en adelante pero este año es cero. Este año la gente no se arregla como lo haría un año normal”, explica.

Karen Fernández regenta desde hace 16 años una tienda en Lalín que lleva su mismo nombre. Está especializada en moda de fiesta. Se define como una persona optimista, de esas que siempre tienen la expresión “ya vendrán tiempos mejores” en la boca. Sin embargo, este 2020 habrá tenido que repetírselo como un mantra varias veces. Reconoce que la sucesiva cancelación de eventos la hizo plantearse la posibilidad de cerrar una temporada. “Tengo la tienda a tope de ropa y tengo que venderla”, indica, antes de señalar que decidió dar ejemplo y no tirar la toalla. “Es el peor año de mi vida en cuanto a la tienda; un año trabajando sin hacer un duro”, reconoce, aunque también asume que los 15 anteriores fueron, uno tras otro, siempre a mejor. Su negocio se centraba en Fin de Año en modelos más glamurosos para eventos con que los celebrar la Nochevieja. Este año fue “cero, cero” en este tipo de ventas. En todo caso, Karen concentra energías en que el ánimo no decaiga.

La extensión del cierre hasta las 11.00 horas de Año Nuevo amarga las chocolatadas

Después de una noche de fiesta, alrededor de las seis de la mañana llega el momento de comenzar el año con un reparador chocolate con churros. Es una tradición que este año, tampoco será posible, al menos si se pretende hacer fuera de casa o a una hora que preste para desayunar. El estradense Javier Rey regenta tres negocios en el casco urbano de A Estrada. Este año tenía previsto abrir a las nueve de la mañana para ofrecer este chocolate con churros a sus clientes, contando con que muchos se levantasen temprano teniendo en cuenta el toque de queda. Sin embargo, ayer le pilló por sorpresa que este no termine a las seis de la mañana, sino que se ampliará hasta las 11.00 horas del día Año Nuevo en lo que a la apertura de establecimientos hosteleros se refiere. “Compré chocolate esta misma mañana y estaba pensando en si me llegaría, pero ahora estoy seguro de que me va a sobrar”, dijo Rey. “No puedo entender qué mal hacemos abriendo a las nueve de la mañana, como un día normal”, apunta, después de lamentar: “perdemos todo; es una pena”. “Ya se notó en Nochebuena en la facturación, con un bajón del 50% con respecto al año anterior”. Este hostelero solía abrir solo uno de los locales y repartir más de 200 litros de chocolate, más de 500 raciones y 2.000 churros.

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