La vida del estradense David Coto Magariños dio hace poco más de una semana un vuelco. Comenzó a encontrarse mal y, como había pasado por varios aeropuertos por motivos laborales, decidió consultar. Ahí comenzó su encierro. Tras varios días sin salir de su habitación, le practicaron la prueba del Covid-19. Él y su esposa dieron positivo y su hijo de tres años -al menor se la hicieron días después-, negativo. Ambos evolucionan favorablemente, cumpliendo una rutina diaria que les obliga a pasar un estricto confinamiento con paracetamol cada ocho horas y un control monitorizado de temperatura, pulsaciones y saturación de oxígeno. David no sabe si es afortunado por pasar con síntomas leves una enfermedad que tiene atemorizado a todo el país. Insiste en que se sabe muy poco de este coronavirus y que se desconocen cuestiones como la reinfección. De lo que sí está seguro es que esto marcará, para él y para todos, un antes y un después.

-¿Cómo lo vivió?

-Fue como una gripe suave. Empecé a encontrarme mal, como con escalofríos. Al principio no notaba ni cansancio ni nada, hasta que fueron pasando las horas que empecé a sentirme un poco cansado, los músculos, las articulaciones, la cabeza? pero no una cosa exagerada tampoco, un malestar simple.

-¿Tenía ya conocimiento de que uno de sus compañeros estaba infectado?

--No. Yo fui el segundo. El primero fue un compañero que estuvo en Dublín y pasó por Madrid. Nos conocemos y eso, pero no tuve contacto con él,

-¿Cómo comenzó todo?

-Los síntomas empezaron el miércoles de la semana pasada, antes de que se decretase la alarma. Cuando me desperté noté un poco de frío pero eran las cinco de la mañana y a veces también me pasa. Tenía el termómetro encima de la mesa porque mi hijo había estado con fiebre la semana anterior, que tuvo catarro, y la miré mientras desayunaba. No tenía. Estuve bastante bien, pero a medida mañana ya me empecé a sentirme cansado y con escalofríos. Después de comer sí que ya estaba mal, pero tampoco muy mal. No tenía tos ni los síntomas que decían en televisión así pensé que sería una gripe. Tomé precauciones y llamé a la empresa. Me dijeron que no fuese. Como decían que la gente no acudiese a urgencias, llamé por teléfono. Venía de una ruta por el Reino Unido, saliendo de Oporto. Vine de Londres a Madrid y de Madrid, a Coruña. Entonces en el teléfono del coronavirus, por el hecho de haber estado en Madrid, me dijeron que no fuese a trabajar, que me quedase en casa que me venían a hacer la prueba.

-¿Cuánto tardó en saberlo?

-Estuve esperando desde el miércoles hasta el sábado en mi habitación, sin tener contacto con mi mujer ni con mi hijo. Vinieron el sábado a las seis de la tarde y mi mujer dijo, ya que están aquí, que me la hagan a mí también. Ella estaba bien pero se encontraba un poco rara. Le miraron la fiebre y tenía unas décimas. No llegaba ni a 37,5. Le hicieron la prueba a ella también y nos llamaron el domingo a las once de la noche dándonos el positivo de los dos.

-¿Cómo fue la evolución?

-Estuve con fiebre nada más que el miércoles y el jueves. El viernes ya fui recuperando a lo largo del día. Pero como estaba esperando por la prueba, seguí en casa. Y así llevo desde entonces.

-¿Cómo se las arreglaron?

-Mi mujer que dejaba la comida en la cocina y ellos se iban para otra habitación. Yo comía y tenía que desinfectar todo muy bien, como me dijeron. Los platos lavarlos a más de 60 grados, mi ropa lavarla a más de 50? Aun así no llegó lo que hicimos para que mi mujer no se contagiase. Es que es muy difícil viviendo en la misma casa. A lo mejor ya estaba de antes y a ella le dio un poco más tarde.

-¿Su evolución también fue buena?

-Sí, ella también estaba bien. Cuando vinieron a hacernos la prueba estaba el niño en casa y le dijimos de hacerla, pero nos dijeron que los niños no corrían riesgo. No se la hicieron. El niño está bien. Empezamos a recibir llamadas de madres de niños que estuvieron con él que, claro, tenían miedo. Es normal. Anteayer [por el martes] nos llamaron diciéndonos que iban a venir a hacerle la prueba porque había ya algún síntoma en el ambulatorio, porque él había estado allí y su pediatra pidió que se la viniesen a hacer. Se la hicieron y ayer [miércoles] nos llamaron diciendo que era negativo.

-¿Imagina dónde pudo infectarse?

-No lo sé. Creo que fue en un viaje de trabajo pero no aquí en A Estrada. Pasé por Oporto, cogí diez taxis, el metro, fui a tren a Heathrow, me crucé con millones de personas. En cualquiera de esos sitios fácilmente. De hecho, la gente que estuvo trabajando conmigo está toda perfectamente, sin ningún síntoma ni nada. Solamente mi mujer. Dónde cogí el bicho no lo sé y nunca lo voy a saber.

-¿Que medidas tienen que tomar ahora?

-Tenemos que estar con las mascarillas. Estamos todos juntos pero sin contacto. Nos recomendaron las mascarillas, quitar las toallas de secar las manos del baño y de la cocina, porque son un foco. Nosotros lo que tenemos es que ir eliminando el bicho, como quien dice, pero no dejarlo otra vez en casa. Entonces lo que hacemos es lavarnos continuamente las manos, desinfectar con agua, lejía y alcohol lo que tocamos. Rollos de cocina sustituyendo las toallas y cada vez que te lavas la manos secarlas con papel y por el retrete o en un cubo que tenemos apartado y deshacerse de él. Nada de andar tocando nada. Contacto directo, aun que sea con la mujer, no puedo tener. Y el niño puede estar con nosotros pero... Tenemos que guardar los 14 días de encierro y nada más. Nos irán diciendo porque tampoco se arriesgan a decirnos nada. Estamos un poco a la espera.

-¿Y les hacen seguimiento?

-Nos trajeron un aparato a casa para medir las pulsaciones y saturación de oxígeno. Con una aplicación y los códigos que nos dan se abren mi expediente y en ese momento estoy en contacto con un médico del hospital. De ocho de la mañana a diez tengo que medir la temperatura y meter el dedo en el aparato para medir saturación y pulsaciones. Meto mis datos, comentarios, puedo mandarles mensajes y ellos me responden. Me hacen un pequeño test que son tres preguntas: si noté cambio en el color de los mocos, si estoy más cansado... Ellos me responden si todo en orden, o si va mal. De momento siempre nos contestaron que evolucionamos favorablemente.

-¿Se siente, de algún modo, afortunado?

-Pues esa es una buena pregunta. Mi teléfono no para en todo el día y unos me dicen que soy afortunado y otros que no. No sé si por ser de los primeros lo saco antes de delante, no lo sé? porque como está todavía en estudio no se sabe si lo puedes volver a coger. Después de mi trabajo -en Martínez Otero-, un 10. Me llama el jefe, la responsable de recursos humanos, la de seguridad... todos los días. Me siento muy arropado.

-¿Cómo recuerda el momento del positivo?

-Cuando me dieron la noticia el bajón fue bestial. Lo primero que me vino a la cabeza fue mi abuela (tiene 91 años) y mi madre, que está con alguna patología. Por el resto no tuve miedo, por las noticias que escuchas. Me pasó un detalle con el ambulatorio de A Estrada que me sentó fatal. El día que me dieron positivo fue un domingo a las once de la noche. El lunes por la mañana intenté hablar con mi doctora para que me pusiese el paracetamol en la cartilla. Estuve toda la mañana llamando al ambulatorio. Dejaban sonar el teléfono hasta el final y no me cogían. Con el último tono volvía a empezar y ya me daba comunicando. No paré de insistir, porque yo tenía que hablar con mi doctora, no podía salir de casa. Me pusieron la música y terminé llamando a la policía. Le expliqué que estaba infectado y que, por el bien de todos, no quería mandar a nadie de mi familia al ambulatorio, porque no sabía si podían estar infectados. Aurelio [Aurelio Fernández, el jefe del servicio] me tranquilizó. Fue allí y se lo explicó, habló con mi doctora y ella me llamó a mí. Vamos, que tuve que llamar a la policía para hablar con ellos. Es un teléfono público. Tienen que cogerlo.