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Un ictus cambia la vida a los afectados y familia

Con motivo del día mundial de esta enfermedad el colectivo Sarela organizó una mesa informativa para concienciar sobre ella

Fernández y Beloso en el puesto informativo del centro de salud de A Estrada. // Bernabé/Cris M.V.

El ictus se presenta de forma brusca e inesperada, generalmente en personas mayores, aunque también puede aparecer en los jóvenes. Los efectos de esta enfermedad pueden ser leves o graves, transitorios o permanentes, si bien es cierto que para afrontar las consecuencias que produce, es necesario tener mucha fuerza de voluntad y contar con mucho apoyo familiar. Los síntomas más habituales se muestran en el habla, porque la persona no es capaz de decir correctamente palabras simples, en la fuerza, porque no puede elevar los brazos a la misma altura más de diez segundos, o en la cara, no muestra todos los dientes al sonreír. Desde el colectivo Sarela estuvieron en el centro de salud de A Estrada para concienciar a la gente sobre los daños cerebrales y conmemorar el Día Mundial del Ictus.

Entre los usuarios del colectivo se encuentra el estradense Diego Fernández que ha sufrido un accidente. Cayó del caballo y sufrió golpes en varias zonas del cerebro. Le afectó al equilibrio y a la vista entre otras funciones. "Yo siempre digo que tiene unas consecuencias similares al ictus, pero es muy distinto, porque lo mío es salvas o no, en un ictus es más difícil", explica. Resalta que no tiene la misma movilidad que tenía y no da asumido ciertos trabajos, aunque afirma que lo más importante "es tener fuerza de voluntad para superarlo". Aunque no sufrió un ictus quiso ofrecer su historia a los que se interesaron por conocer más sobre estas enfermedades, porque "la gente no sabe hasta donde pueden llegar las enfermedades cerebrales, no son conscientes. No es fácil llevarlo", comenta.

En el caso de los ictus sí que hay factores de riesgo en los que se puede actuar, por ejemplo hacer ejercicio, tener una alimentación saludable o controlar la hipertensión. "Hay datos que afirman que se pueden evitar un 80% de los casos de ictus si tomamos estas medidas, es una tasa muy elevada", explica una de las trabajadores sociales de Sarela, Eugenia Beloso. El 60% de los casos tienen consecuencias en su vida diaria, "comer o desplazarse es inviable para ellos", añade. En una misma persona puede haber secuelas relacionadas con la movilidad, pero al mismo tiempo, tener problemas cognitivos o en la memoria. Aunque es verdad que partir de los 50 años es más probable sufrir un ictus, ha aumentado en torno a un 30% los casos de ictus en la franja de edad de entre los 20 y 50 años, "desconocemos las causas", relata Beloso.

El caso de Manuel Valladares, vecino de Oca, es el de un hijo al que le cambió la vida por dedicarse de tiempo completo a su madre tras sufrir un ictus. El cambio empezó en febrero cuando llegó a casa de su madre y la vio tirada "y estaba como drogada. Como trabajo en el Hospital Clínico conozco como poder saber si es un ictus o no. Le hice varios estímulos para ver si reaccionaba, pero no fue posible, cuando llamé a emergencias ya me confirmaron que sí era un ictus", explica. A partir de aquí empezó su cambio de vida para dedicarle todo el tiempo a los cuidados.

Las secuelas que le han quedado se centran en la movilidad, puesto que el lado izquierdo no lo puede mover, y en el habla, "le cuesta mucho poder comunicarse", añade. Un tiempo después sufrió otro pequeño, por lo que actualmente tampoco puede comer comida sin triturar: "Cuando veíamos que estábamos avanzando y que había mejorado, esto nos volvió a trastocar y volver atrás. Esta enfermedad es así, das un paso para adelante y dos para atrás de un momento a otro", comenta Valladares.

Además, resalta que "toda la familia está volcada en el cuidado de mi madre, tiene que estar siempre alguien con ella y nos organizamos como podemos. Nos ha cambiado mucho la vida, todo es en torno a ella". Para la recuperación asiste a numerosas actividades terapéuticas en el centro de Sarela.

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