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ciclismo - BTT

Suárez desciende a los cielos

El vigués logra el primer podio para un español en la Copa del Mundo desde Vigo en 2007, a la que él asistió siendo niño

Ángel Suárez, durante la prueba en Snowshoe.

Mayo de 2007. David Vázquez rueda por Fragoselo a velocidad de relámpago. La bicicleta vuela y se encabrita por las pendientes viguesas. Al catalán solo lo superará el británico Marc Beaumont en la clasificación. Nadie sospecha entonces que se trata del último podio español en una prueba de la Copa del Mundo de descenso –en esa misma cita la coruñesa Eva Castro también subió al cajón en la modalidad 4x–. No lo intuye desde luego el chiquillo de 11 años que contempla a esos fugaces centauros con ojos asombrados. Encrucijadas del destino. Ángel Suárez, aquel inesperado espectador, que entonces soñaba con dedicarse al motocross, acaba de clausurar en Estados Unidos una sequía de 14 años a la vez que se internaba en territorio desconocido: el primer gallego en un cajón mundial de descenso. Ha logrado tal gesta contra el entorno, el infortunio, las lesiones e incluso su altura; impulsado por su inquebrantable convicción.

–A lo mejor te estás pasando con unas expectativas demasiado altas.

Se lo dijo Guillemo Janeiro, polifacético organizador de eventos; el responsable precisamente de que Vigo acogiese aquella Copa del Mundo. Y un devoto de Ángel Suárez, aunque confiese que dudó si tanto esfuerzo recibiría su justa compensación. “Esto es fruto del trabajo y del tesón que ha puesto. Ha creído en sí mismo más que nadie. Lo he hablado con él. Siempre me ha ido demostrando que era capaz de cumplir aquellos objetivos que se iba marcando. Ha apostado él solo, sin ayuda de ningún club”, relata.

El vigués, feliz en el podio.

Janeiro ya había comprobado en los últimos tiempos que Suárez tenía razón apostando por sí mismo, aunque quedase esa anhelada frontera por cruzar: “Que Ángel tenía un podio en sus manos era algo que se veía venir en los últimos meses, en las últimas pruebas de Copa del Mundo. Estaba empezando a tener capacidad para estar asiduamente entre los diez primeros, que es algo muy complicado. Le faltaba quizá ese puntito de suerte”.

El propio “rider” vigués, de 24 años, confirma su progresión mientras espera su vuelo en Washington. Había flirteado incluso con la victoria. La lluvia lo lastró en una ocasión. En otra se cayó cuando oteaba la meta. Las ocasiones se le estaban agotando esta temporada. Snowshoe, una estación de esquí situada en Virginia Occidental, acogía el cierre este fin de semana. “Yo sabía que tenía capacidad. He tenido que adaptarme a un equipo nuevo (Commencal-21) y además estaba sufriendo problemillas. Pero me sentía con confianza”, asegura Suárez.

Todo se alineó en Snowshoe. Ningún meteoro lo perturbó. No hubo deslices desgraciados sobre la tierra. Acertó en el manejo y la táctica. En esta ocasión no se arrastraban tiempos de la clasificatoria a la final, en la que Suárez se metió como 72º. Reservaba su mejor pilotaje para el descenso definitivo. Lo completó a solo 0,6 segundos del francés Loic Bruni y 0,2 del australiano Troy Brosnan. Ningún tercero podría haber igualado su felicidad. Janeiro resume: “Un resultado impresionante”

“Estoy supercontento”, confirma Suárez. “Esto premia ocho años de trabajo; toda una vida esforzándome para hacerlo bien, con la dedicación que me inculcó mi padre”. Los tiempos lo apuntalan además en la creencia de que el triunfo está también cerca, aunque sin agobios: “Hubiera sido raro haber ganado sin haber subido nunca al podio antes. Todo se juega en una oportunidad, con mucha rapidez, y dependes de muchas variables. Yo creo que lo importante es ser consistente y constante. Voy paso a paso”. La clasificación general le confirma en el camino adecuado. El resultado en Snowshoe le ha servido para acabar décimo en la Copa del Mundo de 2021. En la de 2020 había alcanzado la séptima plaza.

Suárez tardará algunas semanas en aparecer por Vigo. Retorna primero a Andorra, donde ha instalado este año su cuartel general junto a su pareja. El principado le ofrece el entorno que necesita. “Los circuitos han evolucionado muchísimo y ahora mismo no se podría hacer una Copa del Mundo en Vigo como hace 14 años”, explica Guillermo Janeiro. “Se organizan en estaciones de esquí, con circuitos adaptados a bicicletas enormes y grandes velocidades. En Andorra tienen esas condiciones y puede disfrutar de diferentes circuitos, con telesillas. Las estaciones de esquí, más con el cambio climático, tiene que apostar también por los deportes de verano. El descenso es uno de ellos. Manzaneda está haciendo un esfuerzo por actualizarse”, ejemplifica.

“Nada es gratis”, indica Suárez sobre mudarse y otros sacrificios. Su cuerpo habla de las facturas que se pagan con la elocuencia de las variadas cicatrices que lo decoran. En 2017 y 2019 no pudo competir. Le realizaron dos intervenciones quirúrgicas en cada hombro, que se le luxaban. Entre medias sufrió una fractura de muñeca. “Algunas lesiones eran tan graves que temíamos que se tuviese que retirar”, menciona Janeiro. “Hace que generes desconfianza en tu bajada y no puedas ir al ritmo que te exige una Copa del Mundo. Pero él siempre ha tenido claro su objetivo”. Janeiro confía en que su apadrinado contagie entusiasmo: “El descenso en España y Galicia ha ido perdiendo esa fuerza. El calendario es más escaso. Esperemos que este resultado sirva de acicate para que haya más clubes y organizadores que se animen a montar descensos”.

Retorna aquel fin de semana de mayo de 2007 en los montes de Coruxo. A Ángel Suárez lo ha llevado a ver la Copa del Mundo su padre, del mismo nombre y propietario de Moto Pasión. En la prueba participan bicicletas de Honda, marca que el progenitor vende en su establecimiento. Esa es la delicada casualidad que germinará lentamente, durante un lustro, y provocará que ese niño obsesionado con las motos se acabe dedicando al descenso desde los 16, incluso aunque haya crecido tanto que las monturas se le queden pequeñas o que la gente intente disuadirlo. “Cuestión de fe”, argumenta.

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