A Carla Suárez (Las Palmas de Gran Canaria, 1988) se la ve serena. Hace una semana hizo su última sesión de quimioterapia y siente que todo “está yendo bien”, pero sabe que el partido no se gana hasta que se disputa el último punto.

– Hodgkin. ¿Qué le dice?

– Intenté afrontar la enfermedad de la mejor manera posible y por suerte todo está yendo bien. En ningún momento vi el lado oscuro. Los médicos me dieron mucha confianza y esperanzas. Nunca quieres escuchar algo así. No es agradable pero lo primero que pregunté fue qué debía hacer para curarme.

– ¿No ha tenido miedo?

– En ningún momento. No me he venido abajo con la enfermedad, eso me hace sentir orgullosa. Es algo que siempre asusta, nuevo, que nunca has experimentado.

– ¿Recuerda la primera persona a la que se lo comunicó?

– A mi hermano. Lloramos 15 minutos sin decirnos nada. Le pedí que se lo dijera a mis padres, me sentía incapaz por teléfono.

– ¿Le ha ayudado en este proceso el hecho de ser tenista?

– Creo que sí. Yo estaba acostumbrada a resolver sola los problemas. Cuando sentía dolores o malestar por la enfermedad se parecía a cuando competía con dolor.

– ¿La soledad en la pista se parece a una sesión de quimioterapia?

– Con el tenis sabes lo que va a pasar. Puedes jugar mejor o peor, pero controlas. Cuando fui al hospital por primera vez no sabía lo que iba a sentir ni como reaccionaría mi cuerpo. Soy tranquila, antes de jugar solo me pongo nerviosa cuando voy por el pasillo antes de entrar a la pista. En las sesiones de quimioterapia nunca he conseguido dormir bien el día antes. En la primera sesión se me cayó el pelo. He tenido dolor de barriga, náuseas, vómitos, diarrea y cansancio. No es agradable ni por ti ni por la gente de tu alrededor. Dentro de lo malo he tenido suerte. Siento que todo ha ido sobre ruedas.

– ¿Quién ha estado a su lado?

– Mi madre, Loli. Ha estado conmigo y me ha acompañado a quimioterapia, me ha preparado la comida y me ha mimado. He sentido el apoyo de mi padre, mi hermano y los amigos. Mucha gente me ha mostrado su cariño y muchas rivales han estado en contacto.

– ¿Le ha fallado alguien?

– No, nadie. Seguramente he fallado yo más que me han fallado porque no he respondido un mensaje o no he devuelto una llamada.

– ¿Se ha acabado el sufrimiento?

– Aún no he terminado el tratamiento. Cuando me digan que soy libre, que estoy curada, descansaré.

– ¿Cuándo volvió a una pista?

– Fue con Lourdes Domínguez en diciembre. Empecé con bolas de niño, sin presión, para evitar cualquier riesgo. Aguanté 10 minutos. Los médicos me habían dicho que no podía jugar, coger pesos, pero cuando empecé a ir al gimnasio, me dije: “Si puedes coger pesas también puedes coger una raqueta”. Ahora entreno tres veces a la semana, no más de media hora pero con bolas normales y aguanto más.

– ¿Qué sintió cuando empuñó de nuevo la raqueta?

– Ilusión. Hacía mucho tiempo que no sentía algo así. En los últimos años entrenaba por rutina.

– Anunció su retirada a finales de 2019. Quería disfrutar de su última temporada en el circuito...

– Sí. Quería despedirme con tiempo, jugar el último año tranquila y disfrutar una vez más de esos torneos y de la gente con la que había estado durante más de 10 años, pero ni el coronavirus, ni el cáncer me han dejado. Espero hacerlo en el futuro. Me gustaría despedirme en una pista de tenis y que no me recuerden en un hospital.

– ¿Algún escenario especial para decir adiós en la pista?

– Madrid. He jugado muchos años allí y me he sentido como en casa y es bonito despedirse con tu gente. Es una ilusión. Como ir a los Juegos. Tener metas me sirve para llevar la enfermedad mejor y estar más feliz. Pero los días van pasando y el tiempo va en contra…

– ¿Tiene fecha límite?

– La línea roja para volver a la pista es mayo, aunque soy realista y sé que va a ser muy difícil.

– ¿Qué echa de menos del tenis?

– El público. El tenis me ha dado muchísimo. Le he dedicado una vida. Pero fuera hay más cosas.

– ¿Cree que ha valido la pena?

– Sí, aunque posiblemente con la experiencia de ahora cambiaría algunas cosas como perderme tantas Navidades con los míos, no estar en muchos cumpleaños...

– Un sacrificio necesario, ¿no?

– Seguramente, aunque en algunas ocasiones eran evitables porque no iban a cambiar mi rendimiento. Evitaría las prisas y escucharía aquellos consejos. Pequeños detalles que quizás me habrían ayudado a aguantar hasta 2022.

– ¿Qué planes tiene?

– Tengo varios proyectos, pero nada relacionado con el tenis. Me veo en Gran Canaria, ojalá que sana. Formando una familia, haciendo abuelos a mis padres y trabajando en el restaurante que hemos montado con mi hermano. Voy día a día, semana a semana.

“De niña no soñaba con ser tenista”

“Agüita” le pide a la pontevedresa Lourdes Domínguez tras un largo peloteo. Carla Suárez se siente feliz. Desde hace una semana ya puede entrenarse con bolas de verdad. “Ya no te aguanto el ritmo”, bromea su amiga, excompañera en el circuito y ahora entrenadora de Aliona Bolsova y Meritxell Guiomar. “Me siento bien. Es mi mejor día”, dice cansada Carla después de media hora de entrenamiento.

– ¿Por qué decidió colgar la raqueta tan joven?

–Era lo que sentía, lo que el corazón me pidió. Llevaba muchísimos años fuera de casa, desde los 18. Mi motivación no era la misma y no me apetecía vivir esa vida más. Me sentía sola, los viajes se hacían pesados. Tenía claro que, si quería estar arriba, debía estar al cien por cien y que si no me sacrificaba sabía que no me daba. Me dije: ‘Carla, ya está’.

– ¿Le costó?

– Fue un proceso. Hacía tiempo que veía que algo no iba bien. Me costaba ir a entrenar. Competía sin ilusión y salía desilusionada de los partidos. No merecía la pena sentirme así.

– ¿Le ha faltado alguna cosa?

– Tenía objetivos en mente. Algunos los he cumplido y otros no. Siempre te queda una espinita clavada.

– ¿Cuál?

– Ganar un Grand Slam. Lo tenía entre ceja y ceja pero siempre me quedaba frenada en cuartos. Esa espinita la tengo. Eso no quiere decir que no esté orgullosa de lo que he conseguido.

– ¿Alguna rival imposible?

– Serena, sin duda. Era uno de mis mayores retos pero nunca he podido ganarle ni un set. Me marcho sin lograrlo.

– Serena con 39 años y una hija sigue ahí ¿Cómo lo ve?

–A eso se le llama pasión, ilusión, dedicación, querer superarse, querer ser la mejor, pero no todos queremos ser número uno o acumular 25 Grand Slams. Ahora el tenis no es su prioridad sino ser madre pero consigue hacer las dos cosas muy bien.

– ¿Nada que ver con usted?

– El tenis nunca ha sido una pasión para mí. De niña no soñaba con ser tenista, yo jugaba a ser dependienta de El Corte Inglés. Empecé a soñar en tenis cuando llegué por primera vez a Roland Garros.

– ¿De que se siente más orgullosa como tenista?

– De estar entre las 10 mejores del mundo, estar en los Grand Slams, ganar torneos, rendir como he rendido midiendo lo que mido, jugando con el revés a una sola mano. El saco está lleno, he tenido una carrera con mucho éxito y no ha sido fácil. Muchos se quedan en el camino y poder conseguir todo eso para mí es todo un orgullo.