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Los ángeles de la guarda llegan a tiempo en As Travesas

Alba López y su novio Alejandro Rodríguez salvaron al presidente del Ganomagoga de un episodio de muerte súbita

Alejandro Rodríguez, Miguel Comesaña y Alba López // Alba Villar

La terquedad y la lluvia le han salvado la vida a Miguel Comesaña, presidente del Ganomagoga Vigo IES Coruxo; un fichaje y el abarrote de un comercio. Miguel contempla de otra manera esa delicada urdimbre de casualidades que determina la existencia desde que superó un episodio de muerte súbita el 19 de octubre de 2019, durante un partido del equipo. "Hay que aprender a vivir con ello", consigna su mujer, Loida, de la certeza de lo efímero y del desfibrilador automático implantable (DAI) que acompañan por igual a su marido bajo la piel. Frente a ellos, Alba López y Alejandro Rodríguez: "Nuestros ángeles". Se reúnen en el Central, donde todo sucedió. Por vacaciones y ajetreos no habían vuelto a verse desde aquel sábado de otoño. Miguel se ha enternecido con el reencuentro. Loida revela: "Lleva todo el día con el estómago revuelto".

Miguel Comesaña preside desde hace años el Ganomagoga Vigo IES Coruxo, fundado en 1988 y que ha atravesado diversas formulaciones institucionales. En la actualidad ejerce de principal referente del fútbol sala vigués en Tercera División, en cuyos puestos altos habita regularmente.

Es precisamente el liderato del grupo 1 lo que se dirime en esa quinta jornada, contra el Culleredo. Miguel acude temprano al pabellón y se afana en sus múltiples tareas de presidente de club modesto, atento a las equipaciones, a las exigencias de los árbitros? También se encarga de la música. Detalla: "Bachata y reggaetón".

En el ajetreo se le ha olvidado excepcionalmente la pastilla que siempre porta en los bolsillos. Miguel sufre una arritmia desde hace 13 años. "La tengo controlada entre comillas", acepta. Cualquier "acelerón, esfuerzo o estrés" le provoca taquicardia. "Me sucedía en todos los partidos, también en los del Celta. Me tomaba la pastilla para bajar un poco las pulsaciones y seguía", confiesa.

El partido entre Ganomagoga y Culleredo resulta competido. El cuadro local se ha adelantado gracias a Alexis. Los visitantes han remontado después. Miguel confía en un último arreón de su equipo; en que anote tal vez Pedro Rodríguez, uno de sus fichajes recientes. Pedro se formó en el Vigo2015. Miguel le echó el ojo ya en juveniles. Ha intentado captarlo en numerosas ocasiones, con empeño invulnerable a las negativas. En verano al fin lo ha convencido. El Ganomagoga aprieta a mediados de la segunda mitad. "Y de repente se me apagó la luz. Lo único que sé es que estaba sentado; me doy cuenta de que me fui", describe.

Alejandro, hermano mayor de Pedro, y su novia, Alba López, habían planeado ir de compras a Decathlon. Se encuentran el comercio atestado de gente.

-Lo dejamos para otro día.

Diluvia, lo que limita las alternativas. "No suelo ir mucho a los partidos de Pedro. Pero no teníamos nada que hacer y mi padre estaba en el pabellón", explica Alejandro.

-Vamos a ver a mi hermano y luego nos tomamos una caña por allí-, propone.

Alba acepta la propuesta. Es el primer partido de Pedro al que asiste. Llegan mediada ya la primera mitad. Se ubican en la misma grada que Miguel, en asientos más elevados. Desde allí distinguirán el movimiento de gente, el rumor de inquietud. "En esos momentos no sabes si alguien se mareó o si perdieron algo. Esperamos unos segundos y empezamos a asomar la cabeza", describe Alba.

Bajan las gradas. Cuando llegan, el hermano de Miguel, Pachi, ha empezado a reclamar:

-¡Un médico, un médico!

-Pues yo-, contesta Alba.

Ella es médico residente en el Hospital Álvaro Cunqueiro, especializada en radiodiagnóstico. Alejandro, enfermero también en el HAC, rota entre urgencias y planta. Miguel jadea en esos momentos. Alba le pregunta a Pachi por las enfermedades que pueda tener. En ese instante Miguel deja de respirar.

"Aunque sabes lo que tienes que hacer, te pones nervioso igual", admite Alba. "En rayos no estás mucho con el paciente, en ecografías o así. Solo había vivido una situación similar una vez en el hospital". Alejandro matiza: "En el hospital resulta distinto, es un entorno más controlado y posees más medios".

Ambos se esfuerzan en aparentar serenidad. Alba pide a los que se arremolinan alrededor que se aparten. Comienza con la reanimación cardiopulmonar. Alejandro reclama que alguien vaya a por el desfibrilador externo automático (DEA). Varios jugadores corren hacia conserjería. El bedel trae el aparato. Mientras Alejandro le está colocando las pegatinas en el pecho, Miguel abre brevemente los ojos, pero enseguida desfallece. El DEA detecta que el ritmo es desfibrilable, suelta su descarga y Miguel reacciona.

-Estoy cansadísimo. Acabad pronto, que me voy de vacaciones-, les musita, desorientado, al recobrar el sentido.

Alba y Alejandro permanecerán con él hasta que lo lleven a Povisa. Difícil precisar la duración de la escena, segundos o siglos, a cámara lenta o en frenesí según la adrenalina y la memoria. Alejandro precisa: "Mi padre me ha dicho que habrán sido quince minutos entre que bajamos y llegó la ambulancia".

A Miguel le queda un largo proceso por delante. Lo trasladan puntualmente al Cunqueiro para practicarle un cateterismo, que descarta el infarto y confirma el diagnóstico de muerte súbita. Mediante ablación le reparan la microrrotura que ha provocado el episodio. La implantación del desfibrilador intradérmico se retrasa. Se necesitan el informe del DEA para ajustar bien la máquina. No lo envían. El aparato de As Travesas ha sido enviado a la central de la empresa responsable, en Madrid. A Miguel le dicen que el técnico no ha podido leer los datos por culpa del software, muy anticuado. Miguel exige al Concello "que solucione" esta carencia "para que no vuelva a pasar". Argumenta: "No quiero que se dé esta situación con otra persona y tengamos la duda de si funcionaría bien".

Aunque sin esos datos, finalmente le implantan el DAI. Diecinueve centímetros de cable abrazan ahora amorosamente su corazón. "Tiene una seguridad, por si vuelve a pasar", agradece su mujer.

La existencia retoma poco a poco su ritmo habitual. Loida había animado a Miguel a que volviese al pabellón: "No se sentía preparado, lo forzaba un poco pero no le apetecía". Regresó el pasado 11 de enero, en el partido contra el Baíña. "Fui porque en el rival hay amigos y chavales que jugaron con nosotros. Ha sido emocionante", reconoce Miguel. Con Alba y Alejandro solo había podido hablar en Navidad, por teléfono. Los jóvenes exclaman: "Estamos encantadísimos de que todo haya salido bien". Loida elogia: "Son dos ángeles que le han salvado la vida; estaban en el sitio y en el momento en que tenían que estar". Donde y cuando quiso la lluvia,

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