El derbi gallego lleva unos años siendo un ejemplo de convivencia entre dos aficiones. Un elemento que alimenta la rivalidad cada vez más sana entre celtistas y deportivistas es el himno gallego. Un año más volvieron a sonar los acordes de "Os Pinos", la obra compuesta por Eduardo Pondal, en un estadio de fútbol. Más de 30.000 gargantas entonaron al únisono el himno de todos los gallegos en O Noso Derbi, olvidando durante unos minutos si defendían los colores blanquiazules o celestes.

Casi un millar de aficionados del Celta siguieron en directo en Riazor el choque entre el Deportivo de la Coruña y el Celta. Desde una esquina del estadio desplegaron sus bufandas y banderas para completar junto a toda la hinchada coruñesa el acto solemne que supone cantar el himno gallego.

Un himno, 30.000 cartulinas y dos sentimientos

Un himno, el gallego, cantado a capela por las aficiones del Deportivo y el Celta de Vigo, 30.000 cartulinas para recibir a los equipos y dos sentimientos se dieron cita este sábado en el estadio Riazor para vivir el derbi gallego, que fue el encargado de cerrar el año 2017 en LaLiga Santander.

El partido declarado de alto riesgo por la Comisión Estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, movilizó a un amplio dispositivo de seguridad que veló por que no se produjeran incidentes entre las aficiones de los dos equipos gallegos de Primera División.

El derbi vino precedido por las pancartas que a lo largo de la semana los seguidores del Deportivo fueron colocando en los entrenamientos del equipo coruñés para 'picar' y motivar a sus jugadores con leyendas impresas a gran tamaño con frases del entrenador del Celta, Juan Carlos Unzué, el alcalde de Vigo o el jugador más emblemático del equipo vigués, Iago Aspas.

La chispa del derbi también la prendieron jugadores como Lucas Pérez, quien respondió el jueves a los pronósticos del primer edil de Vigo sobre el derbi gallego y le recomendó preocuparse por que "no se le inunde Balaídos todos los años y que no se le vaya el Celta de la ciudad".

Lucas y el resto de jugadores del conjunto blanquiazul llegaron al escenario del partido casi dos horas antes de derbi.

En las inmediaciones del campo, los seguidores les recibieron con un pasillo de bengalas. El autobús del Deportivo atravesó el humo teñido de rojo hasta llegar a la puerta de acceso al interior de las instalaciones.

Un cuarto de hora después, llegó el Celta flanqueado por las fuerzas del orden, que fijaron un cordón de seguridad para impedir cualquier tipo de incidente.

Los futbolistas del equipo vigués bajaron del autobús entre abucheos y cánticos de la afición del Deportivo y poco después los dos equipos pisaron el césped en el que iban a dirimir diferencias una hora más tarde.

Los cerca de mil aficionados del Celta que acudieron a Riazor fueron de los primeros en ocupar sus asientos y poco a poco lo hicieron también los deportivistas para empezar el intercambio de letras.

Las gargantas de unos y otros se unieron para entonar el himno gallego que precedió el pitido inicial y después siguieron animando cada una a su equipo.

El Celta no tardó en darle la primera alegría de la tarde a su afición, que fue la que más celebró. Tras el 0-2, antes del descanso, cantaban en Riazor "que bote Balaídos" y después del 0-3, pedían, con socarronería, que la afición del Deportivo sacara "otra pancarta".

La afición del Deportivo no dejó de animar a sus jugadores a pesar de la goleada en contra y, con el gol de Andone, que puso el 1-3, intentó espolearles hacia una remontada que no llegó y que deja al equipo coruñés en posiciones de descenso en Navidad.