A Madroa registra una actividad frenética. El campus de la Fundación Celta ha reunido otra semana más a cien jóvenes. Todos ellos reciben una información especial, la misma que la que se aplica en las categorías inferiores del club vigués. Esos cien nuevos futbolistas se dividen en ocho grupos, cada uno con un técnico que aplica el sistema sin concesiones. Resulta especialmente llamativo el comportamiento e interés de los más pequeños, enfundados en la camiseta céltica y que no dudan en realizar todos aquellos ejercicios que se les pide. También existe un apartado especial para los porteros.
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Alex Abalde, uno de los responsables del campus, desvela que "es un ritmo frenético. Pero que produce grandes satisfacciones. Hay que vivirlo en toda su intensidad". Los técnicos deben estar concentrados al cien por cien. Comprobar que ninguno se vaya del grupo o controlar las bebidas, aspecto fundamental en los días de fuerte calor. Cada detalle está controlado al milímetro.
Entre los jóvenes hay diversidad de opiniones. Lo que menos les gusta son los ejercicios de coordinación o aquellos donde el balón está ausente. Cuando el esférico tiene el protagonismo cambian muchas cosas. Alex Abalde entiende que "es normal ese comportamiento. Lo que tratamos de explicarles es que ambas cosas son necesarias y complementarias".
El nivel de exigencia varia según la edad. Los más pequeños están sujetos a un poco más de libertad. Conforme aumenta la edad, también se pide más. Y los ejercicios son distintos, con mayor dificultad. "Es un campus con muchas aristas, por decirlo de alguna forma. No podemos, ni debemos, exigir lo mismo a todos. Van cambiando las cosas según la edad. Es lo lógico. Pero todos siguen un mismo planteamiento y patrón", señala Alex Abalde. Los grupos se cambian de campos, de zonas, de material que utilizan e incluso realizan juegos. Así durante cinco días.