El Blusens Networks pierde en casa del Peña La Única por 18-7 desde el minuto 51. El XV del Olivo percute con insistencia en busca de la remontada. Consigue el 18-14 en el 60. Le siguen veinte minutos de jugadas que mueren en la orilla: avants, errores, faltas... Los cántabros se alivian la presión pateando el oval a campo contrario. Casi con el tiempo cumplido salen de su guarida y se aproximan hasta la línea de cinco viguesa. Les ilusiona lograr el bonus ofensivo del cuarto ensayo. El Blusens recupera la posesión y se lanza a la última avalancha. Son más de veinte fases ganando cada metro a dentelladas, horadando con la delantera, basculando en la zaga. Ya se está en la prolongación. Cualquier desliz resultará mortal. El oval recorre todo el frente, en una transmisión precisa, y encuentra a Valentín Gutiérrez pegado a la banda. Él se quita importancia: "Me cayó a mí como le pudo caer a cualquiera".

Valentín, más allá de que le corresponda como ala, no se encuentran en ese extremo por casualidad. Se antoja su ubicación natural. Es miembro de una de las sagas rugbiers de la ciudad. De familia argentina, él y su hermano Santiago, los Gutiérrez Bonifato, ya nacieron en Galicia. Comenzaron en el rugby a la estela de sus primos mayores, Nacho y Alejandro Gutiérrez Muller, estos sí recién llegados desde Argentina y hoy internacionales españoles, uno en el Quesos y otro en La Vila.

Valentín y Santiago, en cambio, jamás han vestido otra casaca que la del Vigo Rugby. Abandonaron, sin embargo, por cuestión de estudios y trabajo. Santiago, enfermero, se reintegró a la disciplina del equipo el pasado verano. Valentín, fisioterapeuta, iba a verlo a los partidos. "Y ya fue demasiado. Me entró el gusanillo", explica el mayor, de 23 años. En noviembre comenzó a entrenarse. Poco después, en Durango, debutaba.

Fue el día 23 de noviembre, con derrota por 12-0, en el peor momento de la temporada. El Blusens, que había arrancado con fuerza, llegó a desplomarse hasta los puestos peligrosos. Fueron seis jornadas consecutivas sin puntuar. "Hay muchos chicos nuevos", explica Valentín sobre el proceso que implicaba conjuntar a todos. Además, Norm Maxwell apenas tenía efectivos para organizar entrenamientos competitivos. Pesaban las lesiones "y también que los jóvenes estaban en época de exámenes".

Valentín ha recibido el oval en esa esquina del campo de la Universidad Pública de Navarra, con la victoria a su alcance. No es la primera vez que le sucede. Pasó también en su segundo partido, el 29 de noviembre, en As Lagoas, ante el Aparejadores de Burgos. Se preveía escabechina, con los burgaleses discutiéndole el liderato al Zarautz y el Blusens en fase depresiva. Contra pronóstico, a dos minutos del final el XV del Olivo estaba 20-25, con el bonus defensivo en su mano, acariciando la gloria. Pero a Valentín, a tres metros del ensayo, se le cae el balón de las manos y en la contra posterior el Aparejadores les deja sin premio alguno. El ala se recuerda contrariado tras el partido, "con un sabor amargo". Aunque lo cierto es que el equipo ha iniciado la reacción. Perderán en casa del Zarautz por 43-29 prolongando las buenas sensaciones: "Ya estábamos jugando bien". Después, tres victorias consecutivas, todas en casa.

El Blusens ruge en As Lagoas y ronronea fuera. No es de ahora. En División de Honor, en los años de gloria, no logró su primer triunfo a domicilio hasta el decimoquinto desplazamiento. Fue en la mejor época, a comienzos de 2013, con Talakai, Moeke, Taifua... La última alegría a domicilio data del 13 de abril de 2014, en La Cartuja, por 36-40 sobre el Cajasol. Temporada y media de sequía. "No sabría decir por qué, pero los rivales siempre nos resultan complicados en su casa. Se crecen ante el público", acepta Valentín. El Blusens, por contra, tiene a sus fieles muy alejados en As Lagoas. Pero se aprovecha de su conocimiento del microclima del Cuvi: sus vientos cambiantes, sus aguaceros y nieblas repentinas.

El calendario ofrece una buena posibilidad de remediar ese lastre, con dos salidas asequibles. Ante El Salvador B fallan. El filial vallisoletano, al estar detenida la máxima categoría, puede contar con sus mejores talentos. Valentín añade: "Y nosotros no habíamos podido entrenar en Navidades".

Pamplona es la gran cita, con el botín añadido de alejar a un adversario directo en la pelea por la permanencia. No existe ninguna otra prioridad por parte de la directiva a medio plazo. Babé y los suyos quieren que el grupo crezca poco a poco. Valentín lo entiende: "Tenemos un grupo joven. Se va notando el trabajo con la cantera. Empiezan a incorporarse chicos que han empezado a jugar al rugby a los cinco años, lo que antes no era normal".

Y ahí está Valentín, con el oval bien agarrado, respirando a bocanadas el frío aire navarro en el minuto 82. Quizás, en esas milésimas de segundo, desfilan por su cabeza el balón huidizo ante el Aparejadores, los veinte meses sin ganar fuera de casa, la importancia de asentarse en mitad de la tabla, aquella añoranza del rugby durante su retirada temporal... Quizás no piensa en nada. Posa y los compañeros se le echan encima. Y el calor de ese júbilo sí puede retratarlo con precisión: "Es una sensación increíble".