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El equipo que nunca existió

Manolo Seoane posee los cromos del Celta que debía haber debutado en Primera en 1936

Manolo Seoane, con varias de las joyas futbolísticas de su colección. // Adrián Irago

"Nuestra más sincera y cordial enhorabuena por el brillante triunfo alcanzado para el fútbol gallego. ¡Hurra por el Celta!". El telegrama lo envía el Deportivo. Abril de 1936. El equipo celeste ha conquistado el ascenso a Primera División el día 19. Será la primera escuadra gallega en la máxima categoría. Una gesta con aires de venganza. Al Celta se le había negado la plaza en la temporada fundacional 28-29, pese a que al club vigués le correspondían por herencia los derechos históricos del Real Vigo Sporting. En 1936 parece disiparse el sinsabor de tantos asaltos frustrados. Pero ya se sabe que la guerra civil se interpondrá. El 18 de julio se produce el golpe de estado. La Liga quedará interrumpida. Muchos célticos son movilizados: Nolete, Machicha I, Machicha II, Toro, Agustín, Chicha, Venancio, Pirelo, Álvaro, Cons, Ignacio y Varela. No todos podrán reintegrarse al equipo cuando la competición se reanude en 1939 y el Celta, al fin, debute en Primera ante el Zaragoza.

Manolo Seoane contempla los rostros de aquel anhelo frustrado. El presidente del Rápido de Bouzas acaba de adquirir los únicos cromos que se conocen del Celta que hubiera debido competir en la temporada 36-37. Dos se los compró a un anticuario de Madrid; diez a otro de Barcelona. Posee los de Jarabo, González Montes, Calibre, Gonzalo Lorenzo, Nolete, Machicha I, Venancio, Bisagras, Gonzalo Varela, Márquez Ligorri, José Vega y Pirelo. Le faltan al menos otros cuatro cromos, según sus cuentas, entre ellos el del legendario portero Lilo, uno de los que no regresó en 1939, y el de su tío Toro. "Quizás nunca los encuentre", anticipa Seoane, aunque nunca dejará de buscarlos.

La colección Seoane-Prado se ha alimentado, joya a joya, hociqueando en los corrillos entendidos. Abunda en material del mar y el ferrocarril, o en historia viguesa y gallega. Seoane atesora los 2.500 cristales de Thomas y Arribas con imágenes del Vigo más antiguo, por ejemplo, o los ejemplares de "Vida Gallega", que Castelao dirigía. Se emociona al hablar de las hojas de ruta de las diligencias entre Galicia y Madrid que guarda en sus cajones. El pase personal de tren de José García Barbón es su último descubrimiento.

Seoane revela los engranajes de su pasión. "Esto funciona por el boca a boca. La gente te conoce y te llama", explica. Contactos y paciencia componen la fórmula, en una especie de ciclo sin fin: "Los coleccionistas acaban vendiendo para conseguir dinero con el que comprar otros objetos y aguantar su vicio".

De Seoane se sabe en el mundillo que todo aquello relacionado con el fútbol gallego le apasiona. Para conservarlo mayormente, pero también como regalos especiales a los amigos. A Santi Domínguez, ya concluida su etapa política, le dio un día una medalla, como las entregadas a los jugadores del Fortuna cuando ganaron el Campeonato Gallego de 1905.

- Gracias por la reproducción-, le agradeció Domínguez, ya entusiasmado.

- No es ninguna reproducción-, le reveló Seoane, aumentando su pasmo.

En lo concreto de los cromos, el presidente del Rápido ya tenía dos series muy especiales: la primera que se conoce del Celta, editada en 1924 por Chocolates Galiana de Jijona, con cinco estampas en sepia de un partido contra el Athletic -aunque se sabe que los célticos visten de camiseta roja y pantalón negro-; y la de la campaña 35-36, en vivos colores. Difíciles de encontrar, pero factibles y ya en varias manos. La de la temporada 36-37, la que nunca se llegó a jugar, era en cambio la rareza perseguida por todos, el "mirlo blanco". "Los cromos se confeccionaron para Tabacalera, que los ponía en las cajas de cerillas. Debieron hacerse un mes o quince días antes de que estallase la guerra", calcula Seoane, que oculta el precio. "Si no, mi mujer me echa de casa. Yo le digo que he dejado de fumar y ya no tomo copas. Pero ni así le salen las cuentas".

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