También de fe vive el Celta que ayer superó una de las pruebas más duras a las que le ha sometido la temporada en los últimos meses y que viene a confirmar su proceso de aduración. Los vigueses mantienen su ritmo espectacular de puntuación –siete victorias y dos empates en las últimas nueve jornadas– tras remontar en un furioso segundo tiempo a un Recreativo que se fue al descanso por delante tras aprovechar la desbocada puesta en escena de los de Herrera, pero que se vieron arrollados en el segundo tiempo por un equipo que, en una noche discreta, no dejó de empujar hasta el último suspiro. Jugó en el alambre toda la noche, pero su fe y su furia le condujeron a ese segundo puesto en el que se acostaron.

El primer tiempo fue un despropósito. El Celta quiso combatir con velocidad su alarmante falta de ideas para encontrar espacio entre las dos líneas que el Recreativo había montado frente a su área. Un absurdo. Sin circulación, sin precisión, sin profundidad y sin desborde, su producción fue ridícula. Solo una vez hizo las cosas con sentido. Rompió Oubiña –colosal una vez más–, entregó en un costado a Aspas que puso el centro al borde del área pequeña a De Lucas que de forma incomprensible éste estrelló contra el portero rival. Un aviso de que el catalán iba a vivir una mala noche. Aunque la suya no fue la única "ausencia" del Celta. Alex López ofreció una imagen impropia en él; Bellvís naufragó en el lateral derecho; Bermejo estuvo discreto y Orellana, descontrolado a la espera de su instante de lucidez.

El Recre se sintió si cabe más feliz porque le iba comiendo terreno a un Celta que tenía la pelota, pero no el control del partido. Los vigueses empezaron a acumular imprecisiones de modo sangrante en el medio del campo y cada ataque de los andaluces llegaba cinco metros más lejos. Se le puso mala cara al partido porque lejos de serenarse y de intentar madurar el partido el Celta se obsesionó por resolver aquello cuanto antes, en saltarse los pasos intermedios. Y fracasó. El Recre avisó una vez y a la segunda, en una falta de coordinación de la defensa, Pablo Sánchez puso a los andaluces por delante.

Herrera en el descanso dio entrada a Vila para que Oier ocupase el espacio de un superado e inexistente Bellvís en el lateral derecho. El partido tal vez reclamaba la búsqueda de una solución en el ataque, pero el técnico prefirió afianzar primero la retaguardia, darle seguridad al equipo y a partir de ahí comenzar a edificar una remontada que sobre todo fue un acto de fe. Está el Celta en esa fase eufórica de la temporada en la que vive convencido de que todo le va a salir bien. El gol del empate es un ejemplo de ello. Se habían enredado en la banda tras el saque de un córner y cuando parecía que la jugada se moría De Lucas conectó un centro desde la línea de fondo que no tenía mal aspecto. Manolo Martínez, el central del Recreativo, en su intento por despejar, colocó el balón en la escuadra de su propia portería.

El empate, afortunado, recompensaba la salida briosa de un Celta al que le sentó bien la llamada al orden del descanso por parte de Herrera. Hubo jugadores como Alex López o De Lucas que siguieron instalados en la mediocridad y la imprecisión. Pero el equipo fue otro. Tuvo más ritmo y movimiento en ataque; profundidad en los laterales y empuje. Aunque el juego siguió siendo algo atropellado, el Celta manejó con más inteligencia la velocidad en sus ataques. Corrió mucho porque es algo que lleva en su carga genética, pero al menos ya había espacio para hacerlo, no como en el primer tiempo. El Recre cometió entonces el error de desorganizarse. Separó sus líneas más de los debido y por allí empezaron a colarse Orellana y Aspas para meterles en problemas. No acertaban los vigueses con el último pase, pero la situación del partido era radicalmente opuesta. Los andaluces sufrían en cada ataque céltico, empezaron a tener pánico. En una de esas acciones Iago Aspas llegó un instante antes que el portero del Recreativo a un mal despeje de Córcoles. El moañés regateó al meta con un ingenio técnico y marcó a puerta vacía.

El Celta había remontado en poco más de veinte minutos y se enfrentaba a la difícil coyuntura de cómo comportarse a partir de ese momento. Generoso, osado incluso, el grupo de Herrera no dio ni un paso atrás. Una decisión que sale de su instinto, pero que también suponía un riesgo porque el partido se transformó en un permanente viaje de ida y vuelta. El Recre pisó el área del Celta, incluso Sergio salvó el empate en un disparo de Pablo Sánchez y por momentos parecía que aquello podía terminar mal. Pero los vigueses suelen salir de pie de los intercambios de golpes. Su puño es más poderoso. Toni, que había entrado por De Lucas, conectó un pase sensacional a Orellana que con un toque delicado superó la salida del portero para sentenciar el choque antes de que Aspas redondease la goleada en el descuento.