El fútbol inglés ha dado pocos personajes como Brian Clough. El arrogante y polémico entrenador se convirtió en una celebridad gracias a su trabajo con dos equipos modestos como el Derby County y el Nottingham Forest, a los que condujo desde la Segunda División al título en la Premier League. Pero Clough siempre tuvo clavada la espina de su estrepitoso fracaso en el Leeds United, donde sólo resistió 44 días en el banquillo y donde pagó caro su complicado carácter.

Brian Clough nunca fue capaz de asumir que su carrera como goleador se truncase a los 26 años de edad cuando era uno de los futbolistas más prometedores de Inglaterra. Se destrozó la rodilla en un choque contra un portero rival. Aunque dos años después trató de regresar, sólo alcanzó a disputar tres partidos antes de tomar la decisión de cerrar esa etapa de su vida.

El resentimiento marcó su brillante trayectoria como entrenador. Clough se convirtió en un personaje atormentado, conflictivo y provocador que en ocasiones parecía disfrutar generando a su alrededor amor y odio a partes iguales. La polémica fue su permanente compañera en un viaje que terminó por convertirle en uno de los técnicos más grandes que ha dado la historia del fútbol en Inglaterra. Sólo un puñado (Chapman, Shankly, Busby, Paisley o Ferguson) pueden mirarle a los ojos. Pero Clough, a diferencia de quienes siempre dirigieron a las grandes dinastías del fútbol inglés, hizo algo impensable, asombroso: coger a dos equipos perdidos de la Segunda División (Derby County y Nottingham Forest) y conducirles al título en la Premier League e incluso, en el caso del Nottingham, a conquistar dos veces la Copa de Europa en lo que muchos consideran el mayor milagro que ha vivido el fútbol continental a nivel de clubes.

Pero Clough tiene también un episodio negro en su trayectoria y que le dejó una herida que según sus mejores biógrafos nunca fue capaz de cicatrizar: los 44 días que sólo resistió al frente del Leeds United, el que a comienzos de los setenta era el mejor equipo de Inglaterra y al frente del cual el técnico de Middlesbrough aspiraba a formar una de los grandes imperios del fútbol mundial y hacer olvidar así la figura de Don Revie, técnico que había hecho campeón al Leeds y al que odiaba profundamente. Pero no pudo con un vestuario al que declaró la guerra desde el primer día.

Clough llegó a Leeds en verano de 1974 después de haber dirigido durante seis años al Derby County y un año al Brighton. En el Derby había protagonizado el primer milagro de su carrera y también se había comenzado a construir la fama de personaje conflictivo que le acompañaría para siempre. Cogió al equipo en las catacumbas de la Segunda División y cinco años después lo convirtió en campeón de la Premier tras una intensa pelea contra el Liverpool y el Leeds que sólo se resolvió en la última jornada, cuando sus futbolistas disfrutaban de unas vacaciones en Palma incrédulos de que se produjese la carambola necesaria para ser campeones.

Aquella increíble etapa y el resto de la carrera de Clough no se pueden entender sin la figura de Peter Taylor, su segundo, pero también su casi hermano. Fueron compañeros en el Middlesbrough y comenzaron juntos en los banquillos. Taylor tenía un olfato especial para encontrar futbolistas. Era su don. Clough sabía dirigir y sobre todo motivar mejor que nadie, pero era su ayudante el que encontraba los ingredientes para construir equipos campeones. El Derby fue campeón gracias a jugadores rescatados de equipos de cuarta como John McGovern o John O’Hare o medio retirados como Dave Mackay. Siempre fue Taylor el que inspiró aquellas contrataciones. El problema en el Derby fue que Clough comenzó a enfrentarse con el presidente, Sam Longson, por cualquier cosa. Contrataba a sus espaldas, hacía declaraciones en las que sólo se ganaba enemigos, atacaba a sus propios aficionados y el presidente acabó por convertirse en el bombero que apagaba los incendios que creaba su tecnico. El año siguiente al título de Liga llegaron a las semifinales de la Copa de Europa, en las que cayeron en una eliminatoria muy polémica con la Juventus. Al poco tiempo Clough dimitió y se marchó a entrenar al Brighton con su inseparable Taylor mientras los aficionados del Derby organizaban manifestaciones en las calles para reclamar su continuidad.

Un estilo desagradable

Por aquel entonces el Leeds era el equipo hegemónico de Inglaterra. De la mano del irascible Don Revie el equipo de Yorkshire se había convertido en el campeón inglés aunque su juego despertaba pocas simpatías. Pese a tener jugadores de enorme calidad, su exceso de dureza y su estilo desagradable les convirió en el conjunto más odiado de las islas. Revie fue llamado para dirigir a la selección inglesa y el técnico, tras dieciséis años en el club, se marchó. A Clough le llegó la oferta para sucederle y no se lo pensó. Aquel equipo y su entrenador representaban todo lo que odiaba en el mundo del fútbol y se propuso cambiar los cimientos del club y enterrar para siempre la figura del hombre cuya imagen inundaba las dependencias del club y parecía vigilarle desde las paredes. En esta ocasión Taylor no le quiso acompañar y Clough se enfrentó solo a un vestuario que se sentía ligado emocionalmente a Revie. El primer día les dijo a los jugadores que le daba igual la cantidad de títulos que habían ganado: “Por mí los podéis tirar a la basura porque los habéis logrado robando”. En la Charity Shield se enfrentaba al Liverpool y Clough quería que el público viese que las cosas habían cambiado en Leeds para bien. Sucedió todo lo contrario, uno de los partidos más bochornosos de la historia de Wembley. Billy Bremmer, un mito en Elland Road y el mejor jugador de quel Leeds, agredió a Kevin Keegan y le persiguió con saña hasta que acabaron ambos expulsados. Eran los primeros jugadores que se iban antes de tiempo a la caseta en Wembley. Fue la prueba de que Clough estaba muy lejos de conseguir su objetivo pese a que el club había accedido a su deseo de contratar a algunos de los chicos que le acompañaron en el Derby como McGovern o John O’Hare. Bremmer fue castigado con casi dos meses de suspensión y durante ese tiempo se dedicó a conspirar contra su técnico, a poner a todo el club en su contra. Clough peleó hasta donde pudo, pero al séptimo partido de Liga el Leeds sólo había ganado uno, empatado tres y perdido tres. La directiva dijo basta y fue despedido. “Hoy es un día espantadoso…para el Leeds United” dijo a los periodistas que le aguardaban en el exterior. Habían sido sólo 44 los días que había resistido al frente del equipo. Una puñalada difícil de resitir para alguien tan arrogante como él. Los años pasaron, Clough volvió a juntarse con Peter Taylor y su ojo clínico en un pequeño equipo de Segunda División: el Nottingham Forest. Lo llevaron en tres años a la Premier, contrataron a McGovern, a O’Hare, a Gemmil (que ya había estado con ellos en el Derby), fueron campeones de Inglaterra y en 1979 y 1980 conquistaron la Copa de Europa. Esa fue su obra maestra, la que definitivamente le puso por encima de su odiado Don Revie y con la que apagó en parte la amargura de aquellos 44 días en el infierno de Leeds.