Enriqueta lee sin gafas a los 100

Huérfana de uno de los asesinados en la Volta dos Nove, esta vecina de San Pedro celebra el centenario con su familia

Enriqueta celebró ayer su centenario con sus hijos y nietos.

Enriqueta celebró ayer su centenario con sus hijos y nietos. / Cedida

Ha perdido oído pero su vista apenas ha notado el paso de los años. Cien, nada menos. Enriqueta Fernández Rodríguez lee y ve la tele sin necesidad de gafas. Ayer celebró su centenario rodeada de los suyos, sopló las velas al son del 'Cumpleaños feliz' y no quiso dejar pasar la ocasión de repasar la actualidad del día de su aniversario a través de FARO. Recibió además la visita del alcalde, Juan González, que la felicitó en nombre de todos los vecinos y le entregó una placa.

Conserva una salud de hierro que le ha permitido superar dos enfermedades graves y dos roturas de cadera pasados ya los 90. Su familia cree que esa fortaleza física se debe a las largas caminatas que hacía hasta hace bien poco desde su casa en A Cabreira hasta Mallón, donde vive ahora con su hijo.

Quizás tenga algo que ver también en esa resistencia la tragedia que marcó su vida. Enriqueta es una de las tres supervivientes que quedan de los 31 huérfanos que dejó la matanza falangista de nueve miñoranos la madrugada del 16 de octubre de 1936 en la curva de A Bombardeira, en Baiona, la que se conoce desde entonces como A Volta dos Nove.

Enriqueta Fernández echa un vistazo al ejemplar de FARO DE VIGO del día de su cumpleaños, ayer.

Enriqueta Fernández echa un vistazo al ejemplar de FARO del día de su cumpleaños, ayer. / Cedida

Faltaban 3 días para que ella cumpliese los 13 años y su padre, Modesto Fernández Rodríguez, marinero de Panxón más conocido como Rei Chiquito, tenía 46. Tras el asesinato, su madre, Rosalía Rodríguez Iglesias, tuvo que sacar adelante sola a 7 hijos, de los que solo vive Enriqueta, la cuarta.

Guarda muchos recuerdos amargos de aquella época y vivió con ese pesar en silencio durante toda la dictadura. Hizo su vida en el barrio de A Cabreira, en San Pedro, junto con su marido, Olimpio, y se dedicó siempre al trabajo en casa.

Habló de aquello cuando ya peinaba canas y lo hizo para el libro “Nigrán. Memoria dunha guerra 1936-1939”, escrito por el alcalde, historiador especialista en la Guerra Civil. En una de las entrevistas recordaba a su progenitor. “Nunca fixera nada, era mariñeiro e gustáballe defender os dereitos dos obreiros, non permitía que se cometeran inxustizas que ás veces querían facer os patróns”, contó.

Junto al padre de Enriqueta fueron fusilados aquella noche otros ocho vecinos de Nigrán, Baiona y Gondomar, casi todos marineros. Durante más de 40 años, nueve cruces aparecían pintadas en ese punto como homenaje a los fallecidos, por mucho que el régimen las borrara y buscase a los autores.