Una vez concluida la triste campaña 1943-1944 para los colores celestes, durante un largo tiempo se produce un claro vacío de poder en el seno del club. El cual queda relegado a un segundo plano, dada la noticia que salta a todos los teletipos del mundo: ¡Los Aliados han desembarcado en Normandía el 6 de junio!. Noticia que venía a complicar aún más el futuro incierto con el que se vivía en toda España. Lo que no hizo que la junta directiva del Celta se olvidase de sus obligaciones con el club ya que el día 16 de ese mismo mes Luis Iglesias toma la iniciativa y decide formar nueva junta directiva con: Manuel Rodríguez Gómez, Faustino Álvarez Álvarez, Valentín Pérez de la Fuente, César Moyer Feijoo, Carlos Areán Estévez, Eduardo Diaz Campos, José Elissetche Mújica, Ramiro Fernández Valenzuela, Antonio Massó García, Manuel Lago Bastos, Dario Álvarez Blázquez, Ventura Lago Goberna, y Celso Pérez Fernández. Marcándose como principal objetivo el retorno a la Primera División, pese a tener que enfrentarse, especialmente, a la situación económica. Llenos de la ilusión que estaban, por llevar de nuevo al Celta a lo más alto del fútbol español, fijan una campaña de captación de socios infantiles, al mismo tiempo a través de los medios informativos locales se pide colaboración para que Vigo, que es una ciudad importante, pueda contar con un equipo en Primera División.

Comenzando pues para el Real Club Celta una nueva etapa, que se intentaría llevar a cabo a base de tesón, esfuerzo, y cariño, para devolver al Celta a la División de Honor, que era donde creían esos directivos que debería de estar. Mientras, el hijo mayor del panadero se había casado y el resto de la familia se había ido a vivir a otra casa, mucho más bonita, con blancas galerías que miraban a la ría. Ya había comenzado a ir a la escuela del "Pósito", y se iba aficionando, cada día más, al fútbol, al ver a su otro hermano mayor jugar en el "cuarto de los juegos", sus partidos de fútbol con los futbolistas pegados en cartón, y recortados de la "Marca Gráfica". Eran estos unos partidos emocionantes que, poco a poco, hacían despertar la afición al fútbol al benjamín de los hermanos. Pero, con todo, para el muchacho, lo más importante seguía siendo su afición al cine, cuyos programas de mano, heredados de su hermano fallecido, eran para él un verdadero tesoro.

Con aquella luz de esperanza, encendida por la junta de Luis Iglesias, iba a dar comienzo la temporada para la cual se estaba preparando una plantilla que fuese competitiva y con la que se pudiera retornar a la Primera División. Lo que es posible, en gran parte, gracias a esos profesionales que siempre defendían la camiseta celeste, llevados por su gran amor al club. Pues igual que había sucedido en otras temporadas, muchos de ellos renuncian a percibir sus emolumentos, dada la crítica situación económica por la que atraviesa el Celta.

Agustín, Alvarito y Mundo deciden dejar el club al no llegar a un acuerdo con la directiva para renovar sus contratos. Para manejar la plantilla, se contrató a un nuevo técnico, al húngaro Carlos Platko, que había entrenado al Valladolid la temporada anterior, en el que había hecho una magnífica campaña. Había llegado a España como portero del Barcelona y del Recreativo de Huelva, para hacerse luego entrenador, una vez retirado del fútbol activo. Al igual que las anteriores, esta directiva hizo un llamamiento general al comercio e industria, pidiendo colaboración económica, y aunque la respuesta fue bastante escasa, no frenó la ilusión de los directivos. Los entrenamientos dan comienzo a mediados de agosto, sin que la directiva cese en su empeño de la contratación de nuevos jugadores, para conseguir el ansiado retorno a Primera. Pero el mundo se vuelve agitar con la noticia de la liberación de París por las tropas aliadas el día 25.

Al igual que todo Vigo y toda Galicia, así como una buena parte de España, se entristece por la muerte del gran periodista y mejor celtista: Manuel de Castro "Handicap". Hecho luctuoso acaecido el domingo 26 de agosto de este año, cuando el gran periodista salía de una exposición y era arrollado por el tren que iba al puerto, en la zona del "Arenal". El sepelio constituyó una emocionante manifestación de duelo, con la presencia de autoridades civiles, militares y deportivas, como la mayoría de la representación de los clubes gallegos y nacionales. Con el paso del tiempo, vigueses y celtistas le encargarían al escultor madrileño Rafael Álvarez Borras el busto de "Handicap" que hoy preside la rotonda de Balaídos, al final de la misma calle que lleva su nombre. El día 3 de septiembre se juega en Balaídos contra el Deportivo de La Coruña un partido homenaje a Manuel de Castro, "Handicap" de todo el fútbol gallego. Una vez más, ante la escasa presencia de espectadores en sus gradas, ni el celtismo, ni Vigo sabían estar a la altura de las circunstancias y del recuerdo de aquel hombre que tanto les había querido en vida.

La muerte de "Handicap" también sacudió la joven mente del hijo menor del panadero, pues aunque no tenía plena conciencia de quién era "Handicap", por los gestos y palabras de sus hermanos se daba cuenta de que era alguien importante para el Celta. Y llevado por la pasión de celtista que, como niño, generaban en él sus hermanos mayores, con los amigos del barrio del "xojo da bola", hizo un equipo, al que llamó "Pequeño Celta", con el cual poder enfrentarse a los deportivistas del Caramiñal. Pero al ver que los goles que encajaba el portero de su equipo, que eran tomados a burla por los del Caramiñal y por los socios del "Casino de Caballeros", que los veían desde la balconada del edificio, sintió correr algo por su cuerpo, que le indujo a colocarse como portero de su equipo, convirtiéndose, desde aquel entonces, en el mejor portero de todos los infantiles del pueblo. Al que ya consideraban como Izaguirre, el que era el mejor portero de España. El fútbol empezaba a conquistarlo, aunque el cine seguía siendo su más firme deseo.

Para que su padre no viera que había faltado a la escuela, el benjamín de los Padrones se escondió entre la "brosa", amontonada en la huerta, para prender fuego con el que calentar el horno para cocer el pan. El padre sonrió ante la treta de su hijo y lo llevó para la escuela, donde el temido profesor estaba pasando lista. Y a la que hacía quince días que faltaba, ya que ahora prefería ir a jugar al campo del fútbol a ser portero.

-Usted Allegue, lleva quince días faltando a clase- le recordó el maestro levantándose del asiento de su mesa, al mismo tiempo que se acercaba al pupitre donde estaba, de pie, el benjamín del panadero.

-Le tuve que ir a los recados a mí madre- intentó disculparse el muchacho, pero un fuerte bofetón en pleno rostro, que lo volvió a sentar en el pupitre, se lo impidió. Como el maestro seguía con aquello de que "la letra con sangre entra", el chico, con los pantalones mojados, no esperó a recibir más bofetadas y salió corriendo de la escuela.

Fue entonces cuando el padre, que había escuchado toda la paliza, cuando lo llevó al colegio, le cambió de escuela. Pero no por el castigo que el profesor le había dado a su hijo, ya que era la forma, normal y corriente, con la que se trataba, incluso, el profesor a su propio hijo. Con todo, el nuevo maestro no le gustó al muchacho, pues si bien era de un trato más tranquilo y pausado, empleaba métodos más refinados sin ninguna ausencia de dolor. Como era aquella fina y delgada barita, con la que calentaba las nalgas, o las uñas de los dedos de las manos. Así como un trato desigual, del alumno aventajado al que no lo era. Por otra parte, el joven Padrón veía en él un algo cuya sensación no le gustaba, ya que le hacían pensar en aquellas miradas silenciosas, que siempre veía por casi todo el pueblo, llenas de un cierto rencor por ser el hijo de un fascista, que ni evitándoles el hambre que se pasaba podían resistirse a ellas. Sensación esta que aquel niño solo pudo comprender muchos años más tarde. Cuando supo que el maestro que enseñaba con "la sangre con la letra entra" era del Celta, mientras que el otro, el del ego más refinado, parecía vivir más solo con sigo mismo.

El 24 de septiembre el Celta comienza la Liga, jugando en el campo del "Sardineros" contra el Santander, donde consigue un esperanzador empate,2-2. Para luego abrir la temporada en Balaidos contra el Hércules de Alicante, uno de los candidatos al ascenso, al que le infringe una fuerte goleada,5-0, que, junto al anterior resultado, amplía las posibilidades del Celta para su retorno a la División de Honor. La primera derrota el Celta la sufre en el campo de "Atocha" contra la Real sociedad, 4-3, cuando van transcurridas cinco jornadas de Liga. Y aunque la campaña que estaba realizando era buena, cara al ascenso, no lo era así por los aficionados que, una vez más, escamoteaban su presencia en las gradas de Balaidos. A pesar de que las recaudaciones no llegaban para pagar a los árbitros, el Celta vence, 3-1 al Zaragoza, que era uno de los rivales más fuertes de la Liga. Ante todo esto, también hay que pensar en los desplazamientos interminables e incómodos, que había que hacerlos en los pesados autocares de la época, en la que escaseaba todo y por supuesto la gasolina. Ya que no debemos echar en saco roto que los Aliados habían suspendido los envíos de petróleo a España, lo que hacía que muchos automóviles y autocares tuviesen que funcionar con el popular "gasógeno". Por lo que, en los desplazamientos, se tenía que salir el martes o el miércoles, para estar el sábado por la tarde en la ciudad en el que se celebraba el partido. Y como los viajes por tren resultaban más caros, no dejaban de ser, al mismo tiempo, toda una aventura en esta época de escasez de todo, menos de nieve y de lluvias en los puertos de montaña por los que había que pasar. En la séptima jornada de Liga, el Celta sufre su segunda derrota, 4-2, en Jerez de la Frontera. Vence luego en Balaídos, 4-2, al Racing de Ferrol, hasta que pierde,4-0, el liderato en Sevilla contra el Betis, en el que debuta el nuevo guardameta que procedía del Real Madrid, Gonzalo Marzá. Para terminar la primera vuelta del campeonato con una nueva derrota, 1-0, en Ceuta, que se encaja muy mal en el seno de la directiva, que no duda en enviarle un telegrama al delegado del equipo, que leyó en presencia de todos: "Mete a los jugadores en el Tercio y regresa solo". Pero el delegado volvió con todos los jugadores a Vigo, para vencer, 3-0, en Balaidos a la Cultural Leonesa en el último encuentro de la primera vuelta de Liga.

Al termino de esta primera vuelta, la directiva volvió a tener, una vez más, graves problemas económicos, pues los desplazamientos realizados a Mallorca, Ceuta, Sevilla, y Jerez, habían dejado vacías las arcas del club, por lo que hubo que aumentar el precio de las cuotas de socios. Al igual que el gobierno español tenía serios problemas, que se le habían aumentado con los guerrilleros antifranquistas procedentes de Francia, y conocidos como maquis. En este ambiente, ya de postguerra mundial, la primera eliminatoria de la "Copa del Generalísimo" la juega en Balaídos, el 31 de diciembre, frente al Español de Barcelona, que gana, 2-3, para empatar en Barcelona,1-1, y dejar fuera de la competición al cuadro vigués. Cuya segunda vuelta del campeonato liguero se reanuda, sin que se le vea al Celta una marcha firme hacia el ascenso, que si no se logra pondría en peligro la supervivencia del club. Esperanzas que siguen vivas al empatar,3-3, en Baracaldo y al endosarle al Betis, en Balaídos, un 4-0. Por cuyos resultados el Celta está dispuesto a conseguir uno de los dos puestos que le puedan dar el ascenso. Por el cual también disputan la Real Sociedad y el Jerez. Dado que el primer puesto ya nadie se lo podía arrebatar al Alcoyano. Para conseguir el ascenso, el Celta necesitaba vencer en los tres último partidos que faltaban para la conclusión del campeonato, dos a jugar en Balaidos, contra el Mallorca y Ceuta, y uno fuera de casa contra la Cultural Leonesa. El Celta consigue alzarse con la victoria en las dos confrontaciones a jugar en Balaídos, y juega a tope, buscando con gran ahínco el triunfo, tan deseado, ante la Cultural leonesa, a la que se logra vencer por 1-2. Victoria que es acogida con gran júbilo por parte de los jugadores, directivos y por los aficionados que habían acudido a ver el partido a León. Al igual que a los aficionados que se habían quedado en Vigo, escuchando por la radio el desarrollo del parido. Muchos eran los aficionados, como siempre ocurre en estos casos, los que se subían al carro de la victoria, pero que dejaban a sus espaldas al equipo, cuando esta no se producía. Tal vez por ser celosos guardianes, de la fama de quienes se alzaban con el triunfo en el terreno de juego.

Ascendidos Alcoyano y Hércules, que también había ganado su último partido de Liga, al Celta le esperaba jugar la promoción contra el Granada, cuyo partido era la última oportunidad para los celestes, cara al retorno a la Primera División. Entre tanto, en Europa, había estallado la paz, una paz con grandes nubarrones negros para España, dado la delicada situación de Franco cara al futuro, que con la muerte de Roosevelt, Hitler, y Mussolini, se le acentúa mucho más negro, después de la capitulación de Alemania. Pero en aquella tarde del 17 de junio de 1945, en Vigo y en casi toda Galicia, ningún aficionado al fútbol se acordaba de tales transcendentales acontecimientos, ni de las consecuencias que estos tendrían para España. Ya que todos estaban pendientes del partido de promoción que el Celta disputaba en Madrid, en el estadio Metropolitano contra el Granada. Un partido en el cual ambos equipos intentan buscar la victoria, por unos cauces de buen juego y deportividad. Y es Fuentes el que abre el marcador a los 36 minutos de juego, gol con el que terminaría la primera parte del encuentro. Pahiño establece el 2-0 en la segunda mitad del partido, con cuyo gol el Celta ya toca nuevamente la Primera División. Consolidando con dos goles más de Pahiño y Aretio el definitivo ascenso, a pesar de las expulsiones de Fuentes y Pahiño y del gol granadino. Al conocerse el resultado por las ondas de "Radio Vigo", toda la ciudad de Vigo se tiró a la calle para celebrarlo, lo mismo que hicieron los muchos seguidores que el Celta tenía en Ourense y Santiago de Compostela, siendo esta una noche apoteósica para todo el celtismo.