El pasado domingo, día 21 de julio, participé, junto a otras quinientas personas, en el homenaje que se rindió, como todos los años desde hace una década, a quienes sufrieron prisión en el campo de concentración de la isla de San Simón. Prisión en condiciones extremadamente duras. Sufrieron hambre, frío, enfermedades, miedo, soledad? Y silencio. Y aún más que todos, los "vellos", muchos de ellos separados de su tierra y de su familia al final de su vida. Entre ellos se encontraba mi bisabuelo, un hombre bueno en el buen sentido de la palabra, como decía Antonio Machado. Su delito fue ser el alcalde republicano de su pueblo, Pegalajar, una pequeña localidad de Jaén. Cuando acabó la guerra, fue juzgado y fue encarcelado, primero en Jaén, después en Burgos y, finalmente, trasladado a San Simón, tan lejos de todos y de todo.

Y participamos en el acto del día 21 dos biznietas y dos tataranietos, para honrar su memoria, pues solo hace un año que la familia supimos que había estado allí y que allí había muerto. Fue un acto necesario para quienes asistimos y para los familiares que no pudieron acercarse a esa isla, realmente un paraíso convertido en infierno durante aquellos años.

Y el domingo pasado escucho en la radio que en ese lugar de memoria dolorosa para tantas familias, se iba a celebrar un festival de música. Realmente me impactó y me dolió la noticia. Impensable que una actividad así se celebre en Mauthausen o en Auschwtiz. Por respeto.