En no pocos casos las autoridades rumanas, durante los primeros años de comunismo, actuaron con la complicidad de la jerarquía ortodoxa, que aprovechó para apropiarse de iglesias y otras propiedades católicas, un elemento que inevitablemente enrareció las relaciones entre las dos confesiones, si bien esto se compensó después con la persecución que igualmente sufrieron muchos ortodoxos, asesinados por su fe junto a sus hermanos católicos. Esto último es claramente hoy lo que más pesa. Salvo por algunas minorías ruidosas, católicos y ortodoxos se reconocen Iglesias hermanas en el anuncio del Evangelio y la defensa de la dignidad del ser humano. Treinta años después del derrumbe del socialismo, como decía el Papa a su llegada, a durante su viaje a Bulgaria y Rumanía, ambas siguen ejerciendo un influjo importante para resolver importantes retos que Rumanía aún tiene pendientes.