Un año más, y aquí estoy de nuevo para recordar a mi madre y a mi hermano Telmo, que hicieron de estas fiestas uno de los recuerdos más maravillosos de mi vida.

Lo he prometido y FARO me está ayudando a llevarlo a cabo publicándolo. Gracias.

En mi balcón ya tengo a los Reyes Magos, el Nacimiento y el árbol, intentando, solo intentando, imitar a lo que yo viví en aquella casa de Bouzas; lo recuerdo con gran cariño y una enorme añoranza.

En estas fiestas mi casa se transformaba, se llenaba de magia, aquel olor, aquel Nacimiento que mi madre hacía, con agua, sin los recursos que hoy tenemos, el árbol?

Una noche, mientras cenábamos, vi cómo las estrellas caían del cielo en nuestro balcón. Yo no me lo podía creer, y comencé a contar los que estábamos en la mesa, y estábamos todos, es cierto, no sé cómo, pero ocurrió. Todo lo que allí ocurría era increíble. Escuché música celestial, no sabía de dónde procedía; petardos que parecían bombas ¿Qué pasé miedo?

Muchísimo, pero esto formaba parte de la maravillosa aventura que Telmo, mi Spielberg, nos creaba, porque él era un genio.

Por eso y por miles de cosas más, siempre echaré de menos esas madrugadas en las que buscaba los regalos soñados y que siempre encontré. Y llegué a pensar, tonta de mí, que jamás me separaría de vosotros, y cuántos se han ido ya.

Jamás olvidaré, no podría. Por eso, gracias por la cruz negra, cuando fui mala, por la cruz dorada, cuando fui buena, por las estrellas que cayeron en mi balcón, por la música celestial, por el miedo, por no dudar jamás, por vuestra entrega, por vuestro amor.

El pasado jueves fue Santa. Lucía. No me olvido, es cuando sale la estrella que guiará a los Reyes en su camino a Belen. Me lo contó Telmo. Es la más grande, la que más brilla y con él la buscábamos desde el balcón. Telmo, yo saldré al balcón de mi casa, con mis nietos, y buscaré la estrella.

Jamás, jamás podría olvidaros. Me hicisteis la niña más feliz.