Con este mismo título, Jürgen Habermas publicó hace algunos años un libro en el que advertía de los riesgos de la ingeniería genética aplicada a seres humanos. Uno de ellos sería la pérdida de la condición de igualdad básica de los miembros de la especie debida a la bifurcación de la humanidad en dos ramas: la natural y la técnicamente modificada, ya que esta última dispondría de un ADN mutado expresamente para hacerla superior. Además, la manipulación del genoma conlleva la cosificación de quienes han sido objeto de diseño por parte del genetista, convertido en "autor" de esos seres humanos modificados (lo cual implica otra forma de asimetría: la de "diseñadores" y "diseñados").

Por tanto, y por lo que todo ello supone para la desvirtuación de la naturaleza humana y su condición natural de igualdad (la homogeneidad de la especie, cifrada en un 99% del genoma compartido por todos los humanos), así como para la identidad biológica individual que se asienta sobre la espontaneidad del azar (las probabilidades de que nazcan aleatoriamente dos seres genéticamente iguales son prácticamente nulas), es preciso que se abra un debate social y político sobre la legitimidad del uso en humanos de la tecnología CRISPR-Cas9, que ha permitido al doctor chino He Jiankui alterar la herencia genética de dos hermanas gemelas, lo que podría constituir tan solo el principio de una serie de mutaciones provocadas de consecuencias imprevisibles.