En este mi pueblo, Muy Leal y Noble de Negreira, desde siempre han existido tabernas, bares y cafés que han ido evolucionando a través de los tiempos, la mayoría para bien y otros, igual que sus dueños, se han quedado estancados en lo más cutre, mugriento y roñoso que uno pueda imaginarse. Ejemplos hay a la vista, y a lo largo de sus calles principales se pueden ver y visitar.

Las tapas, desde siempre, se acompañan con las consumiciones totalmente gratis. También las hay para todos los gustos y paladares; empanada, callos (mejor garbanzos), tortilla, jamón, zorza, "rinchóns", sardinillas, empanadillas, bollo preñado y un largo etcétera salen a diario para todos los parroquianos. Como quien se sacude la caspa, así el potencial cliente elige el bar de turno por su tapa diaria. Que solo alguno no dé tapa, también es cierto y verdadero. Están a otra cosa. Ya se sabe.

Que los camareros o propietarios sean educados y serviciales no es noticia. A algunos les avalan muchos años de trasiego tras los mostradores con clientela afija y constante. Otros hay que pasado han por la escuela de hostelería y solo la confianza y hermandad diaria del roce puede restarle algún punto. Igual que hay, -muy pocos pero haylos- que más que camareros talmente que parecen que en lugar de servir consumiciones estén despachando a las vacas en granjas donde crecieron, medraron y practicaron por lo indecente y desapropiado servir y despachar de que hacen y acostumbran a servir mesa y barra. El jubilado que siempre existe y no ve que pierde clientes y dinero sigue arre que arre, igual que ese camarero, que viendo que nadie le invita, él solito se lo echaba.

Como dice mi amigo, el más viejo de la parroquia, cuando viene al pueblo de rogativa por las tabernas; hay días tontos y tontos todos los días, o, de camarero a cabrón, solo hay un escalón.