Dentro de la Unión Europea ya no somos un país de la pera, sino de la repera. Mientras otros países endurecen sus leyes y reglas migratorias, España, muy alegremente -casi diría que a ritmo de jota-, no solo abre las puertas de par en par a un coladero de emigrantes, quitando ya las velutinas por carteles anunciando bienvenida.

Y como quiera que nos parezcan pocas las pateras que semanalmente están llegando, tanto por el Mediterráneo como por Canarias, en pleno éxtasis de buenísim, -aprovechando también para dar nota e impronta de nuevo Gobierno-, y ante el estupor e incomprensión de Mauritania y Marruecos, que se deben estar partiendo de risa -que esta es otra-, viendo incrédulos cómo aún vamos a buscar más emigrantes a las mismas puertas de salida frente a Grecia, preguntándose qué sentido tiene prestarnos colaboración y ayuda. Increíble, pero cierto e histórico.

Remedios falsos que resultan peores que la enfermedad que dicen sanar.

Sánchez y su Gobierno están destapando, como si fuese a hurtadillas, pero muy alegremente, la caja de Pandora de la emigración. Sigan dando papeles para todos, incluida la sanidad universal, pero luego no se echen las manos a la cabeza por tanto gasto y descontrol que están iniciando. Fuegos artificiales o pólvora del rey para salir en la foto y al, o de paso, tener a la gente entretenida, ya que con el Mundial de Rusia parece que no es suficiente. Ahora solo falta declarar fiesta nacional la llegada del "Aquiarius". Se echó de menos la ausencia de Sánchez dándole la bienvenida. Qué menos para la foto.

Mi amigo y vecino -el más viejo de la parroquia-, me dice solo dos cosas. Por sus hechos los conoceréis, y, como decía aquel presidente, "sentidiño".