Para responder a la cuestión: ¿de qué va la Educación para la Ciudadanía?, hay que mirar de cerca lo que presupone el concepto de ciudadanía. Con Educación para la Ciudadanía no se designa algo así como educación en buenos modales, normas de urbanidad, etcétera, tampoco hace referencia a un manual de derechos y deberes de los ciudadanos. Se trata más bien de una asignatura de formación moral.

Los autores niegan que se trate de formación moral porque no se trata de moral en sentido propio. Se trata de una especie de moralidad sin trascendencia, moral en sentido débil, esto es, el Estado es la fuente última de moralidad. Desaparece la persona y aparece el ciudadano. El Estado se convierte en el referente último de toda norma de comportamiento. Por eso no se habla de persona (el concepto de persona remite a la trascendencia, a la moralidad en sentido propio) sino de ciudadanía. La persona es un fin en sí misma, el ciudadano es el miembro de un todo. El Estado ya no existe en función de las personas sino que los ciudadanos existen en función del Estado. El comportamiento del ciudadano queda subsumido en el horizonte del Estado. No hay más norma de comportamiento que la norma pública, la norma del Estado.

Dicho esto uno podría pensar: esto ya lo viene haciendo el Estado desde hace mucho tiempo, desarrollar un adoctrinamiento moral: divorcio, aborto, homosexualidad, embriones, preservativos, laicismo, etcétera, no pretenden sencillamente regular jurídicamente la vida social sino imponer un nuevo paradigma moral. ¿A qué viene entonces la Educación para la Ciudadanía? El adoctrinamiento moral de los ciudadanos por parte del Estado tiene un problema, que el ciudadano todavía percibe propuestas morales en sentido propio, en sentido fuerte. Es decir, el ciudadano todavía puede sospechar que las propuestas morales (en sentido débil) del Estado no son propuestas morales (en sentido fuerte), puede sospechar que el Estado no es una fuente de la moralidad. El círculo no está cerrado. El fin de la Educación para la Ciudadanía es cerrar el círculo, convertir la norma pública en la moral sin más. Si el ciudadano no conoce más que la moral ya no le quedarán dudas, el ciudadano perfectamente incluido en el proyecto moral del Estado.

La Educación para la Ciudadanía consagra la permanente minoría de edad de la ciudadanía bajo la tutela del Estado. La verdadera rebeldía se llama responsabilidad moral.