Salgo en defensa de los profesionales de Salvamento Marítimo: los españoles, argentinos y británicos y todos aquellos que a lo largo de mi vida en la mar, con riesgo de la suya, no han dudado en salir y prestar su ayuda siempre que nos fue necesaria. Nuestros barcos y sus tripulantes pueden dar fe de ello. Hoy están en la piqueta de la crítica cuando es de agradecer su esfuerzo y trabajo, siempre en condiciones adversas y con medios no muy sobrantes en lugares y ocasiones donde jamás habrá nada suficiente. Lo que falta, lo suplen con valentía y un coraje más allá de todo salario.

Otra cosa es que podemos hacer por nosotros mismos, ya que nada impide y es obligación del mando formar a sus tripulantes y adiestrarles para que una vez el peligro se cierne sobre el barco y sus gentes, no se convierta en accidente macabro. Un tripulación entrenada sabrá automáticamente cómo enfrentar las malas situaciones y el riesgo siempre presente en la mar, podrá ser minimizado y manejable. La prevención a bordo y los ejercicios rutinarios, llevan tiempo y nos roban unos minutos al ya poco descanso, pero nos facilitará la vida y es posible que nos la salve. Las empresas deberán exigir la realización de estos simulacros rutinarios y las autoridades marítimas obligar a su registro en el Diario de Navegación, así como su comprobación por sorpresa antes de la salida o a la llegada del buque a puerto. Todo tripulante en cubierta debe estar provisto de su correspondiente casco y chaleco salvavidas. Todo esto convertido en rutina, se convierte en nuestro mejor seguro de vida. Créanme, quien les habla lo sabe por propia experiencia.