Euforia y penurias sobre la arena

Los arousanos Elías Barreiro y Santiago Serantes marchan quintos en el Panda Raid

Elías Barreiro, al volante del Panda de los arousanos, por el desierto.

Elías Barreiro, al volante del Panda de los arousanos, por el desierto. / Cedida

El cambadés Elías Barreiro y el vilagarciano Santiago Serantes están exultantes. Están sufriendo mucho en el desierto marroquí, pero hacen lo que llevaban mucho tiempo deseando. Ambos participan en el Panda Raid, uno de los más conocidos ralis de navegación que se celebran en el norte de África. “Es impresionante”, afirma Elías Barreiro, conmocionado aún por la vastedad de los paisajes que está conociendo por primera vez. “Sales de un lugar habitado, de una aldea con tres casuchas, y después de conducir durante sesenta kilómetros, te paras a descansar en el medio del desierto y de repente te aparece un marroquí, no se sabe de dónde”, relata.

Los nativos están muy pendientes de los participantes en el Panda Raid. Algunos incluso tratan de orientar a los pilotos hacia las zonas más complejas del trazado, con la esperanza de que tengan algún contratiempo y necesiten después ayuda para salir y volver a la carrera. Lógicamente, ellos estarán dispuestos a ayudarles con un todoterreno, a cambio de algo de dinero. Los arosanos se vieron en esta tesitura, pero finalmente lograron salir solos del escollo.

Santiago Serantes al final de la etapa, junto al camión taller.

Santiago Serantes al final de la etapa, junto al camión taller. / Cedida

Elías Barreiro y Santiago Serantes conducen un Fiat Panda de 2003. El primero es novel en la prueba, mientras que el vilagarciano repite. Por el momento, las cosas no les van mal y de hecho tras la segunda etapa iban quintos en la clasificación general, y segundos en su categoría de coches de tracción a dos ruedas. La mayoría son 4x4, que lógicamente están más preparados para circular por lugares como el desierto.

Averías y pinchazos

Pero esto no significa que la prueba esté siendo para ellos un paseo. La etapa de ayer, de 190 kilómetros, “fue complicadísima”, en palabras de Elías Barreiro, por la dificultad de la navegación. Los participantes reciben a primera hora de la mañana un libro de carrera con unas indicaciones básicas del recorrido. Con eso, una brújula y su intuición deberán orientarse por un océano de arena y dunas, sin apenas caminos marcados, y sin el auxilio del GPS, que está prohibido.

La etapa fue dura desde el principio. Poco antes de llegar al punto de control, el coche les quedó enterrado, “y en ese momento ya piensas de todo”, advierte Santiago Serantes. Hubo más contratiempos. En una zona con mucha arena se vieron obligados a quitar aire de las ruedas para poder avanzar, pero eso hizo que al pasar sobre una piedra pinchasen y doblasen una llanta. Por fortuna, unos martillazos y un poco de aire les permitió continuar. También estropearon el cubrecárter tras caer en un escalón del terreno. “Nos quedó como un acordeón, juntamos el motor con el capó”, contaba Santiago Serantes al final de la etapa, junto al camión taller.

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