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La odisea de Poseidón

mirador de lobeira

La odisea de Poseidón

Algo parecido a una aleta metálica en medio de una gran mancha de aceite alertó a un avezado marinero de Cambados sobre el artefacto que esta semana tuvo en vilo a las fuerzas de seguridad que a vuela pluma atisban que fue utilizado para ocultar un enorme cargamento de cocaína transportado bajo las aguas desde Sudamérica.

Aquella esquinita de la proa descubría un submarino de factura artesanal, de endeble fibra de vidrio, que quedó clavado sobre el fango a una milla de Vilaxoán, un final demasiado previsible y poco novelesco para un artilugio que tendría que haber recorrido miles de millas al atravesar todo el Atlántico cargado hasta los topes.

Julio Verne se escandalizaría si el editor de su libro le pidiera que sus “Veinte mil leguas de viaje submarino” tuvieran que desarrollarse en algo parecido a este troncomóvil de los Picapiedra. Y a Jacques Cousteau le daría un soponcio tener que viajar en esta botella para difundir los descubrimientos que solo pudo hacer desde el espectacular Calypso.

El Nautilus era sofisticado, tenía escotilla, periscopio, timón dorado y maderas nobles en su interior, y eso que se ideó en el siglo XIX. En suma, estaba preparado para un viaje en condiciones, con cartas marinas, cornamusas y cuantos ingenios requiere el mundo náutico, pues viajar sumergido en un cacharro como el descubierto en Vilaxoán, durante días, semanas e incluso meses solo puede dejar de ser claustrofóbico por el aroma de la cocaína que guardara en su interior.

Bromas aparte, resulta chocante que una embarcación de más de 23 metros de eslora resulte indetectable durante todo un mes, por muy de camuflaje que los pinten, que es el tiempo que se estima del periplo entre ambos hemisferios, por mucho que navegue bajo las aguas.

Con tanto satélite en la órbita, con radares superpotentes en cada esquina, con un denso tráfico marítimo en todos los océanos, y con cetáceos igual de grandes en el camino, parece un poco extraño que nadie, en todo ese tiempo, se haya percatado de la presencia de este bidón sumergible que arribó a la costa gallega, donde la dejaron para achatarrar, porque poco más se puede hacer si la tripulación desapareció bajo el firmamento.

Y como no hay capitán pues, básicamente, no hay caso de momento ni para el juzgado de Vilagarcía que estuviere de guardia ni para la Audiencia Nacional a quien le suelen corresponder estos casos de alijos a gran escala y mayor dimensión mediática.

No parece fácil que vayan ahora a descubrir si la organización se ha tomado las molestias de fabricar en secreto un batiscafo tan fiable que no solo recorre miles de millas bajo el agua, sino que transporta un cargamento de 5.000 kilos en sus entrañas y aún por encima esquiva cualquier control y pone en evidencia la vigilancia de cualquier potencia mundial en época de crisis como la actual.

Quizá sea Poseidón el dios que lo guio en su destino. pues el nombre con el que fue bautizado es lo único serio de lo ocurrido en esta odisea bajo los mares que vuelve a dejar en evidencia la buena fama que le corresponde a la muy trabajadora y honesta comarca de Arousa.

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