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El "Folk no Alobre" crece, pero sin perder su esencia

La romería urbana de Vilagarcía propone una jornada con música, una ruta histórica guiada y un taller de baile

Xurxo Souto hace sonar una caracola abriendo la comitiva de la ruta guiada. | // N.PARGA

El “Folk no Alobre” es un festival, pero no se parece a los demás festivales, ni quiere parecerse. El “Folk no Alobre” es una fiesta de la música y la cultura tradicionales para disfrutar en un ambiente familiar, distendido. Para comer entre amigos, a la sombra de los árboles, y para escuchar la música sentado en el suelo, sobre la aún mullida hierba del parque de O Castriño. El colectivo Pés de Barro y la Concellería de Cultura de Vilagarcía organizaron ayer una nueva edición de “Folk no Alobre”, en una jornada que combinó historia, paisaje y buena música.

El “Folk no Alobre”, organizado por el colectivo Pés de Barro y la Concellería de Cultura de Vilagarcía arrancó a media a media mañana de ayer con una visita guiada por la historia de la ciudad. El músico, actor y escritor Xurxo Souto, y el grupo Os Demos da Petaca fueron los cicerones de una actividad que arrancó en la plaza de A Independencia, y que concluyó en el jardín botánico de O Castriño. Entre ambos hitos, se hicieron paradas en la plaza de España, el conjunto monumental de Vista Alegre y el yacimiento arqueológico de Castro Alobre, el primer asentamiento humano conocido de Vilagarcía.

Os Demos da Petaca, saliendo de la plaza de A Independencia. | // NOÉ PARGA

Nelson Quinteiro se vistió después del señor Patajullo, y protagonizó una sesión vermú especialmente pensada para los niños. Mediante los instrumentos de la música tradicional, se les explicaban algunos conceptos clave de esta cultura. La comida de la romería se celebró en la parte posterior del prado. La organización dispuso una veintena de mesas con asientos, que fueron ocupadas por familias y grupos de amigos, que llevaron su propia comida.

Un momento de la explicación histórica, en la plaza de España. | // NOÉ PARGA

Para desperezarse tras el almuerzo, Luis Prego dirigió un taller de iniciación al baile tradicional. Fue la antesala del festival propiamente dicho. Los conciertos fueron en la parte baja del prado, sobre un escenario colocado a la entrada del parque. Pese a la proximidad de la calle Valle Inclán, el ruido del tráfico no interfería en la acústica.

Os Demos da Petaca fueron los primeros en tocar, y tras ellos fue el turno de Miguel Cadavieco, un músico cántabro que canta y toca el rabel, un instrumento de cuerda similar al violín. Cadavieco hizo disfrutar al público con unos “romances y cantares” llenos de humor y sensualidad. Sus improvisaciones, para las cuales buscó la complicidad del público, hicieron recordar a los asistentes las “regueifas” gallegas. Sabela Caamaño y Antía Ameixeiras, y posteriormente, el grupo coruñés Maghúa, se encargaron de prolongar la fiesta hasta bien entrada la noche.

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