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Las historias más amargas del director Eloy Domínguez

Sus dos películas recogen los trances que se viven en la pesca o en los campamentos del Sahara

Eloy Domínguez Serán ante el público que asistió a las proyecciones en Dena. | // FDV

Con el corto “Rompente” y la película documental “Hamada” se visibilizaban la cara amarga de dos mundos. El primero, el de una pareja muy joven que, con un bebé, lucha por abrirse paso en una vida donde todo puede complicársele aún más. Era el extracto de tres días de la pareja que presentan la vida y heridas de Santi y Lucía, y que se traducía en 26 minutos de película, con un final tan abierto como incierto, crudo como la vida de los protagonistas.

“Rompente”, que obtenía esta primavera sendos primeros premios de la modalidad en los preciados festivales de Málaga y Cans, viajará ahora a Portugal donde el día 13 se presenta a concurso en el “XX Festival Internacional de Cortometrajes de Vila do Conde”, uno de los más prestigiosos del país vecino, y que se ha ganado a pulso un lugar en la escena europea. Luego, tras el verano, el corto retomará su itinerario por diversas salas de Galicia, teniendo concertadas más de una veintena de proyecciones.

Por su parte “Hamada” responde a una película documental grabada en los campamentos saharauis de Tinduf, en nueve meses de estancia suya en el Sahara, acumulados durante cuatro años. En el coloquio con el público en Dena, el director meañés explicó cómo se forjó el proyecto: “Llegué al Sahara como profesor voluntario -explicaba-, para ejercer en una escuela de cine que se quería promover en los campamentos, experiencia que nunca habían vivido, y sin proyecto de película alguna por mi parte”. Así Eloy Domínguez fue acumulando en esos años más de 70 horas de grabación. Al percibir la historia subyacente llegó el trabajo ímprobo de seleccionar, montar y trabajar en una traducción que se hizo ardua,

“Cuando les pedí a los alumnos que grabaran cinco minutos -explicaba-, y que yo haría lo propio, lo que acabé haciendo allí, en medio del desierto, fue grabar coches”. “Cada vez que lo hacía -añadía- siempre aparecía por medio la misma figura femenina, con sus ropas llamativas. Cuando le pregunté, me dijo que era experta en coches, que en realidad no lo era, sino que lo único que quería era aprender a conducir”. Y esa joven así, a la postre, acabó por convertirse en protagonista de una historia, una joven que quería escaparse de los clichés. “Aun así la mujer saharaui tiene un papel más relevante y forma parte de las instituciones y en cargos diferentes.

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