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Nostalgia por el chico ruso que este verano tampoco visitará Vilagarcía

Antonio Álvarez Duro y su familia viven con preocupación la invasión de Rusia a Ucrania

Antonio Álvarez e Isabel García, ayer, muestran en un teléfono una fotografía de Arsenii, al que no ven en persona desde 2019. | // IÑAKI ABELLA

En casa del vilagarciano Antonio Álvarez Duro se vive estos días con el corazón en un puño. Arsenii, el joven ruso que acogieron en su hogar durante tres veranos, se encuentra a pocos kilómetros de la frontera con Ucrania, y aunque no creen que vaya a verse directamente perjudicado por la guerra, dada la incontestable superioridad rusa sobre sus vecinos ucranianos, son conscientes de que el nuevo escenario es poco propicio para volver a estar con él. “Hemos tratato de hablar con él mediante wasaps, pero no nos ha contestado, quizás por miedo a decir algo inconveniente que pueda perjudicarle a él o a su familia”, afirma Álvarez Duro. En Rusia hay miedo a la represión, y más ahora si cabe.

La familia formada por Antonio Álvarez, su esposa, Isabel García, y la hija de ambos, Beatriz Álvarez García, acogió a Arsenii por primera vez en su casa cuando tenía 10 años. Fue gracias a un programa solidario de la organización no gubernamental Ledicia Cativa, que organiza la estancia en Galicia durante dos meses de menores que viven en localidades próximas a la central nuclear de Chernóbil, que sufrió un grave accidente en 1986.

Muchas personas que residen en las comarcas próximas enfermeron de gravedad, y la radioactividad sigue haciendo daño a personas nacidas mucho después de la explosión del reactor, hasta el extremo de que la esperanza de vida en Novozybkov, la ciudad natal de Arsenii, es de las más bajas de Europa. Con los viajes a Galicia se pretende mejorar la salud de estos chicos, mediante los alimentos frescos, el yodo del mar y el aire puro.

Aunque Chernóbil está en territorio de Ucrania -la central, en estos momentos, está bajo control militar ruso-, el niño que acogían en su casa los Álvarez García es ruso. Regresó otros dos veranos a Vilagarcía, el último el de 2019. Después, el COVID frustó el viaje en 2020 y 2021. Su familia de acogida en Arousa confiaba en poder verle de nuevo este año, pero no podrá ser, e incluso temen que ya no puedan volver a reencontrarse con él, al menos dentro del programa.

“Hace veinte días nos comunicaron que se iba a suspender la acogida de este verano, aunque no nos dieron muchas explicaciones sobre las razones de la suspensión. Solo nos dijeron que las autoridades rusas no estaban en disposición de que los niños viajasen a España. En ese momento, nosotros supusimos que sería por el COVID”.

Antonio Álvarez Duro no teme por la seguridad física de Arsenii, dada la facilidad con la que Rusia está doblegando a Ucrania, pero tampoco está completamente tranquilo, al encontrarse tan cerca de la frontera que comparten ambos países”. Pero esto no evita que esté profundamenta apenado, en primer lugar por el joven. “Aquí venía contento, y se le veía feliz. Y la estancia aquí en Galicia le hacía mucho bien a su salud”. También le duele la separación forzosa, que ya durará al menos tres años. Y Álvarez Duro teme que sean más. “Me da la impresión de que el acogimiento dentro del programa se ha acabado para nosotros”. La razón de este pesimismo es que Arsenii cumplirá el septiembre de 2023 la edad máxima para participar en el “Sonrisas para los niños de Chernóbil”.

Para que él o su familia de acogida puedan reencontrarse a partir de ese momento, alguno de ellos tendrá que asumir el elevado coste del viaje y la estancia en el extranjero. “Estoy muy dolido porque por unas cosas o por otras no ha podido venir más. El año que viene podría ser el último que venga”. Pese a todo, el vilagarciano se esfuerza por no perder la esperanza. “El año que viene ya veremos que pasa. Si viene, bendito sea Dios. Aunque sea el último año, por lo menos podremos verle y despedirnos de él en persona”. El dolor que causan las guerras puede llegar muy lejos.

“Los niños y las familias rusas no tienen la culpa de todo esto”

Antonio Álvarez Duro no cree que la guerra y la contundencia mostrada por Rusia hagan aflorar entre los gallegos sentimientos xenófobos hacia los rusos. “El sentimiento que te genera esto es hacia Vladimir Putin, que es un dictador. Los niños y las familias rusas no tienen culpa de todo esto”. De hecho, afirma el vilagarciano, “el pueblo está harto de que su país esté implicado constantemente en conflictos”, y ha habido manifestaciones de repulsa a la invasión en la ciudad de Moscú. La de Álvarez Duro es la única familia de O Salnés que participó en los últimos años en el programa de acogidas temporales de niños de Chernóbil.

En el caso de la comarca arousana, la participación es mayor en el Vacaciones en Paz, programa orientado a los menores de los campamentos de refugiados saharauis. Se da la circunstancia de que también los saharauis están prácticamente solos en una guerra contra un enemigo muy superior, Marruecos. Este país ni siquiera ha reconocido como tal el conflicto bélico, para silenciarlo en la agenda internacional.

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