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La huella arousana de don Camilo

Pedro Piñeiro evoca las frecuentes visitas del Premio Nobel de Literatura al Club de Regatas de Vilagarcía y a Quinteiro da Cruz, donde escribió fragmentos de “Madera de boj”

Pedro Piñeiro, ayer, en la zona del jardín de Quinteiro da Cruz en la que Camilo José Cela escribió fragmentos de "Madera de boj" INAKI ABELLA DIEGUEZ

El 15 de septiembre de 1873 rodó el primer tren de Galicia. Lo hizo entre las estaciones de Cornes, en las afueras de Santiago, y la de Carril. Un proyecto al que unos años más tarde se vincularía como gerente John Trulock Bertorini, abuelo del premio Nobel de Literatura Camilo José Cela.

Este fue el punto de partida de la posterior relación de Cela con Vilagarcía y el resto de la comarca arousana. Pero hubo otros nexos: el mismo Trulock fue el primer presidente del Real Club de Regatas Galicia, que se creó en la capital arousana en 1902; y los padres del escritor pasaron unos años en una casa de la actual calle Colón, entre Rosalía de Castro y A Mariña. El propio Cela frecuentó Vilagarcía, hasta el extremo de que era una de sus paradas ineludibles cuando visitaba Galicia.

Pedro Piñeiro, hijo del que fue alcalde de Vilagarcía en la segunda mitad del siglo XX, Victoriano Piñeiro, y copropietario de Quinteiro da Cruz (Ribadumia) trató mucho al Nobel. Estos días también se ha acordado de él, después de que se hayan cumplido 20 años de su fallecimiento en Madrid.

Piñeiro y Cela se saludan, en Vilagarcía en 2002. | // REPRODUCCIÓN: IÑAKI ABELLA

El Club de Regatas

A finales del siglo XIX y principios del XX, el influjo de Inglaterra era enorme en Vilagarcía debido a las habituales visitas de la Armada Británica al puerto arousano. Eso explicaría el hecho de que la ciudad fuese una de las primeras de España donde se jugó al fútbol, o el nacimiento en 1902 del Real Club de Regatas, una institución de estilo inglés cuyo primer presidente fue precisamente el abuelo de Camilo José Cela.

No lejos de la sede del club, vivieron unos años Camilo Cela y Camila Trulock, padres del Nobel. Ambos fueron amigos de Victoriano Piñeiro Acosta, que fue alcalde de Vilagarcía entre 1965 y 1976. Esos vínculos se mantuvieron con el tiempo, hasta el extremo de que el hijo del regidor, Pedro Piñeiro, trató durante décadas al escritor. “En Quinteiro da Cruz plantó dos bojes, y en ese mismo lugar escribió fragmentos de ‘Madera de boj’”, evoca Piñeiro. Ese espacio del jardín botánico se conoce hoy como “Recanto de Camilo José Cela”, para mantener viva esa huella del pasado.

Correspondencia escrita a mano por Camilo José Cela que conserva Pedro Piñeiro INAKI ABELLA DIEGUEZ

El Nobel jamás dejó de acudir a O Salnés, ni siquiera cuando su agenda estaba llena a rebosar de compromisos relacionados con la literatura, ni cuando se estableció fuera de Galicia. En época de Manuel Fraga como Gran Mestre del Capítulo Serenísimo do Albariño, Camilo José Cela estuvo en Cambados para leer el pregón de la Festa do Albariño.

En 2002, participó en los actos de conmemoración del centenario del Club de Regatas -en ese momento presidía la institución Pedro Piñeiro-, y posteriormente el alcalde de Vilagarcía, Javier Gago, le impuso el escudo de oro de la ciudad y lo invitó a firmar en el libro de honor del Ayuntamiento.

“Visita el club dos o tres veces al año, y en la época de Alfonso Saavedra como presidente fue nombrado Socio de Honor”, recuerda Piñeiro, quien conserva una serie de cartas escritas a mano por Cela, en las que invariablemente le pide que salude de su parte a sus amigos de la entidad recreativa. Para la historia del club quedará la visita que Cela les realizó en una ocasión, en el espectacular Rolls Royce en el que viajaba entonces por España, conducido por Otelinha, una choferesa de raza negra que iba siempre vestida de blanco. “Cuando murió, una de las pocas coronas que se pudieron colocar sobre su tumba fue la del Club de Regatas”, concluye Piñeiro.

Amante de la buena mesa

Pero Cela no solo se dejaba ver en actos formales. Piñeiro recuerda que era, “un buen gourmet”, amante de la buena mesa y los buenos vinos, de ahí que se le viese a menudo en restaurantes como Chocolate, Loliña, ambos en Vilagarcía, o el Arco, situado a poca distancia de la plaza de Fefiñáns, en Cambados. Eso no impidió que también se dejase atrapar por el magnetismo de las tascas de aspecto más humilde, con la condición de que tuviesen un buen vino en la bodega y alguien con buena mano en la cocina. Adoraba las almejas, la lamprea, las ostras, la carne de caza, y cuando comía en Carril sentía debilidad por las vistas a la isla de Cortegada.

Pedro Piñeiro recuerda de él que, “era una persona de carácter fuerte, y reconozco que para algunos podría pasar por alguien duro, severo, pero con los amigos era cariñoso y afectuoso”.

“Me encantaría que la ‘Sarita’ viniese para Vilagarcía”

El Ayuntamiento de Vilagarcía ha hecho gestiones para que la “Sarita” recale en el museo ferroviario de Carril. La “Sarita” fue una locomotora inglesa que perteneció al abuelo de Camilo José Cela, y que operó durante años en la línea Cornes-Carril. En la actualidad, se encuentra en Iria Flavia, en la sede de la fundación que lleva el nombre del premio Nobel, y Vilagarcía aspira a su traslado. “Como vilagarciano, me encantaría que la ‘Sarita’ viniese para aquí”, sostiene Pedro Piñeiro. “Es su lugar natural”, considera.

En relación con el pasado ferroviario de la capital arousana, Piñeiro aboga también por recuperar para el museo de Carril dos angelotes de piedra que en el pasado estaban en el colegio de huérfanos de Renfe, situado en Bamio, y que actualmente se encuentran en un jardín de la estación compostelana. “Donde los tienen ahora mismo en Santiago ni se ven”.

Pedro Piñeiro conserva en su colección particular numerosos libros dedicados por Cela, entre ellos una edición del “Viaje a la Alcarria” en la que el padronés se presenta ante su amigo como un “vagabundo”. En un ejemplar de “Oficio de tinieblas” dirigido a Victoriano Piñeiro, Cela asume con elegancia que ha escrito una obra críptica donde los haya. El arousano menciona también una serie de sobres remitidos por el escritor que carecen de sello ni franqueo, pues en 1982 Cela recibió el título de cartero honorario, y con él, el privilegio de enviar correspondencia sin franqueo. Fue el premio a sus contribuciones literarias al oficio, como las de su “Diccionario geográfico popular de España”.



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